La Semana Santa y las semanas que la preceden están marcadas por la prohibición religiosa del consumo de carne. A la sombra de este árbol han florecido infinidad de recetas tradicionales protagonizadas por el pescado. Cumplidas Cuaresma y Abstinencia, es el momento de reencontrarse con las mejores carnes, las carnes con IGP (Indicación Geográfica Protegida).
La tradición gastronómica es fruto de multitud de factores que, combinados, la moldean durante siglos. En la cultura española, la religión ha tenido tanta importancia como la orografía o el clima. Por ese motivo, el periodo que precede a la Semana Santa ha sido el terreno abonado para el recetario de vigilia, y el fin de la Pascua ha escenificado el retorno de la carne.
La actual coyuntura está marcando una vuelta a la gastronomía más tradicional, con una especial atención a los productos de siempre. En este contexto, las carnes de ternera y cordero con sello IGP juegan un papel destacado.
Buenas ayer, buenas hoy
Las carnes que lucen el distintivo europeo IGP tienen siglos de tradición ganadera a sus espaldas. Ese buen hacer garantiza hoy los máximos niveles de calidad y seguridad. Optar por estas carnes tiene numerosas ventajas, por las características exclusivas de estas terneras y corderos. Su origen, los extensos prados y dehesas de nuestro país; su cría, al aire libre, en régimen extensivo; su alimentación, a base de pastos y piensos naturales; su raza, la autóctona, la que mejor se adapta a su entorno… todos estos argumentos hacen que las carnes frescas con IGP sean la mejor opción, por su sabor y por los beneficios saludables que tienen.
Además, eligiendo las carnes con sello IGP contribuimos al mantenimiento del tejido rural español, a la conservación de nuestra biodiversidad y al uso de prácticas de ganadería tradicionales.