Actualización:¡ojo! este restaurante cerró, pero las cosas que hacía, tan, tan especiales, su exquisita cocina, el gusto por la cultura, por la historia, están siempre en nuestra memoria. Y forman parte de nuestras vivencias más valiosas.
¡Qué bocados! y qué curiosas historias las que puedes saborear y disfrutar en el restaurante madrileño «El Chiscón» (Castelló,3, 28001 Madrid. Tel.: 91/ 5 75 56 62). Un local muy especial que inauguró su aventura literaria en 1990, aunque había abierto sus puertas mucho antes, en 1979, en el madrileño barrio de Salamanca. ¿El lugar elegido? Una antigua carbonería, de la que aún conservan la fachada, con las maderas originales (como puedes observar en la fotografía).
Ahora, con la idea y colaboración literaria de Miguel Ángel Almodóvar (con quién también descubrimos el restaurante Bellalola hace poco) en «El Chiscón» tienen en sus manos la tercera edición de «Bocados de Historia» dedicada a Galileo Galilei y a su tiempo, los personajes que le rodearon, sus historias y sus platos preferidos, como Roberto Belarmino, Vincenzo Viviani, Cristina de Lorena, Virginia Gamba o Paolo Sarpi, que «El Chiscón» ha recompuesto, actualizado, puesto al día para todos nosotros, habitantes del siglo XXI. Pero puedes probar platos de muchos otros personajes históricos desde Nefertiti al Papa Juan XXIII, pasando por Fernando VII. ¡Una idea genial! Nosotros hemos probado una selección de algunos de ellos y nos han encantado. ¿Quieres saber cuales? «Berenjenas de pasión de Nefertiti», un plato con potencial erógeno; «Albóndigas de pescado y cangrejo en salsa de jengibre del gusto de Cristina de Lorena», deliciosas y finísimas; «Merluza en salsa blanca al champagne del gusto de Fernando VII», que el rey sólo tomaba en vigilia, ya que su dieta era esencialmente carnívora (lo que le ocasionó la temible gota) y el «Flan de calabaza dulce y naranja del gusto de Juan XXIII». Si te gusta la historia y la buena mesa, no lo dudes y acude a probar estos y otros muchos platos.
30 años de trayectoria
El restaurante lo fundaron hace casi 30 años María Pérez y Carlos Vicente, nosotros (en Nutriguia.com) ya lo conocíamos, porque asistimos hace años a una de sus fiestas literarias, con toda la «crème de la crème» de la gastronomía. Con María Pérez hemos coincidido en numerosos eventos, el último de ellos el homenaje a Joaquín Merino (el Principe). Siempre es un placer hablar con María, atenta, cariñosa, simpática… Le comentamos que justo a la entrada al restaurante coincidimos con dos de sus clientes que hablaban de la Guerra de la Independencia… Lo que me hizo retrotraerme a unos cuantos siglos atrás y prepararme para una retrospectiva culinaria que me apetecía muchísimo. Antes que nada te voy a contar, por si no lo conoces, cómo es «El Chiscón», para que sepas algo más de su espíritu, tipo de cocina, sus chefs…
«Chiscón, tabuco, aposento pequeño o habitación estrecha» según cita el diccionario, como también el restaurante de dicho nombre, pequeño e íntimo, que conserva el aire de aquellos comedores de nuestros abuelos, sencillos y familiares.
- Cuando inauguraron el restaurante lo hicieron con Iñaki Areitioaurtena como jefe de cocina, que imprime a El Chiscón un sello vasco, ampliado paulatinamente con platos madrileños y de otras regiones españolas.
- En 1986, el nuevo jefe de cocina y también discípulo de Iñaki, Antonio Maquedano, amplía la carta con platos de cocina española al gusto de hoy.
- Recientemente, en enero de 2009, se ha hecho cargo de los fogones, en calidad de jefe, Gonzalo de Salas Smith, formado en New York Restaurant School, que después de pasar por EE.UU., Italia y el grupo Goizeko, aterriza en El Chiscón, en el que conserva los grandes platos clásicos del local, pero al que también aporta un sello más contemporáneo. En palabras de la crítica especializada este joven chef «aporta un corte más creativo y definitivamente al día que se concreta en el menú grastronómico (36 €) de la noche de los jueves». Elogios especiales reciben las «croquetas líquidas» y también los callos, el ajo blanco con sardina marinada, las alcachofas guisadas en salsa verde aromatizadas con albahaca y piñones salteados…
¿Más platos a probar en El Chiscón? Los de línea tradicional tampoco tienen desperdicio: rabo de toro, bonito a la riojana, el arroz con verduras (¡soberbio, lo hemos probado!), el arroz con carabineros y gamba roja, el rosbif con crema de patata trufada o la deliciosa merluza en salsa de azafrán con espárragos…
El próximo mes de octubre El Chiscón cumple 30 años. Cuando cumplieron los 25 años rescataron la carta inaugural, durante una semana, manteniendo los precios de antaño. ¡Todo un atrevimiento! Sin duda los 30 años tendrán también una celebración memorable, a la espera de ella os adelantamos la próxima edición de su certamen de relatos gastronómicos, bajo el lema «Cocina y Magia».
Relatos cortos y cenas temáticas
En 1990 en El Chiscón comenzaron su aventura literaria con el «Primer Concurso de Relato Corto Cocina y Color», y desde aquella edición hasta hoy son dieciséis los libros publicados, cada año con un tema diferente, todos ellos interesantes: «La Cocina y la Música», «Cocina y Zodíaco», «La Cocina y los siete pecados capitales», «La Cocina y la Guerra de la Independencia»… ejemplares que junto con los relatos ganadores incluyen recetas y colaboraciones literarias.
Desde casi los orígenes han dado paso a cenas muy especiales: «La noche del cliente», «La cocina económica», «Cenas de los 7 vinos», «Cenas de cuento», «Cenas de pinchos y cócteles»; «Bocados de historia», «Comiendo con Mio Cid», «Cenas de las Bodas de Plata», a los 25 años.
Todas estas iniciativas y por supuesto su cocina, deliciosa y muy cuidada, hacen de El Chiscón un restaurante especial y diferente. ¡No te lo pierdas! Nos sorprendió que en estos tiempos de crisis, todas las mesas -sí, sí, todas- y en un día laborable estaban ocupadas, lo que a mi juicio es la mejor carta de presentación de un restaurante.
Cuatro personajes históricos… y cuatro platos
Como te comentaba en El Chiscón hemos disfrutado alguno de los platos favoritos de Nefertiti, de Cristina de Lorena, del rey Fernando VII y del Papa Juan XXIII. Echemos un vistazo a la historia…
Nefertiti (¿1397 a. C.-1355 a. C.?)
Fue una gran reina de la dinastía XVIII de Egipto, Gran Esposa Real de Ajenatón (Akenatón). Su nombre egipciose traduce como «Belleza de Atón, la bella ha llegado».
Su belleza fue legendaria, pero también es esencial su papel político y religioso. Durante su reinado se realizaron abundantes representaciones monumentales que evocaban a la pareja real en la intimidad, y en especial la proximidad de sus hijas ( estas escenas familiares jamás antes de esa época se habían representado).
Ajenatón decidió elevar del cargo de gran esposa real a Nefertiti, convirtiéndola en reina-faraón a su lado, con el nombre de Neferneferuatón. De la muerte de Nefertiti nada sabemos. ¿Cuándo ocurrió? ¿En el año 14 de Ajenatón, cuando Semenejkara sustituye a Neferneferuatón? ¿Unos meses después de la muerte de su marido? ¿O ya en el reinado de Tutankamon, olvidada por todos?
Hay una polémica sobre la momia de Nefertiti, su búsqueda ha sido objeto de curiosidad y de todo tipo de especulaciones. En 2003, Joann Fletcher, especialista en el análisis capilar de la University of York en el Reino Unido, anunció que se había encontrado la momia de Nefertiti en la tumba KV35 del Valle de los Reyes, en Egipto. Esta momia llevaba ya cien años descubierta, pero estaba sin identificar. Se supone que la tumba de la momia hallada fue saqueada poco después de la muerte, como tantas otras. La técnica utilizada para su momificación sugiere la época de la XVIII Dinastía, y la posición del cuerpo indicaría la realeza del personaje. Otros dicen que no es cierto, como el director del ESCA Egypt’s Supreme Council for Antiquities (Consejo Superior de las antigüedades de Egipto), quién alegó la falta de pruebas que sostuvieran esta hipótesis y desmintió públicamente que esa momia fuera la de Nefertiti.
En 2004 Joann Fletcher para demostrar su teoriía y que la momia hallada era realmente Nefertiti hizo un estudio por ordenador del cráneo ideando como sería el rostro de dicha momia, que curiosamente posee un parecido extraordinario con el busto de Nefertiti custodiado en el museo de Berlín.
Elogio a la berenjena
En una de las raras ocasiones en que el faraón Akhenatón su esposo abandona las murallas de su palacio en Tell el-Amarna para vigilar las fronteras de su reino, su esposa Nefertiti le hace llegar un mensaje en el que le pide que evite correr riesgos y peligros en dicha misión. Además, le relata su vida cotidiana en palacio, en párrafos que son mezcla de amor conyugal, disposición a la pasión erótica y un elogio a la berenjena: «Me alimento de berenjenas para mantenerme ardiente esperando el momento en que vuelvas amado mío. Tu ausencia es cada día más cruel y ni las obligaciones del reino ni nuestras hijas logran que te olvide.» También le indica al faraón que pida a sus cocineros de campaña que le preparen el plato que ella toma a diario. Le explica que hay que pelar las berenjenas y sumergirlas un buen rato en agua salada, para que desprendan su amargor, y que luego hay que cortarlas en dados, freírlas y aderezarlas con ajo y especias. Le habla también de su potencial erotógeno: «Comidas de noche hacen soñar con el amado, enardecen el espíritu y mantienen vivo el deseo y las fuerzas.»
De su pasión amorosa hay numerosas pruebas. Al parecer era frecuente que se besaran y abrazaran en público e incluso que compartieran el carro de paseo semidesnudos, fundiéndose en ardientes abrazos previos al coito. Con el tiempo también tanta pasión se apagó y ambos mantuvieron relaciones extramatrimoniales. Estos escarceos no debilitaron la firmeza de su unión política y social, hasta el decimocuarto año del reinado de Amenofis IV, Akhenatón; en ese momento la figura de Nefertiti desaparece de la escena política y de los registros arqueológicos misteriosamente. Una de las teorías es que pudo morir alrededor del 1355 a. C., poco antes del desmantelamiento de la ciudad de Atón, y el descubrimiento de su tumba es uno de los grandes retos de la arqueología.
En El Chiscón, en compañía de Miguel Ángel Almodovar y hablando como no de historia y de Nefertiti y de las berenjenas que tanto le gustaban y nos gustan hemos probado el plato que ha recreado y actualizado el chef Gonzalo de Salas. Un plato ¡sobresaliente! Por la materia prima: berenjenas y queso de cabra; la presentacion en forma de milhoja, el contraste de sabores… y además con poder afrodisíaco.
Cristina de Lorena (1565-1636)
Hija del duque Carlos III de Lorena y de Claudia de Valois, fue la esposa de Fernando I de Medici, gran duque de Toscana y madre de su sucesor Cosme II de Medici, quien heredó el mismo título de gran duque de Toscana.
Tras la prematura muerte de su esposo, en 1609, asumió la regencia del ducado, en clara competencia con su nuera María Magdalena de Austria, hasta la mayoría de edad de su hijo Cosme II de Medeci, quién debía suceder a su padre cuando alcanzase los 21 años de edad, y de cuya educación se ocupó con todo esmero y diligencia, dirigiéndola, fundamentalmente, hacia la formación en las corrientes científico-filosóficas más destacadas de su tiempo, contratando a Galileo como su maestro.
Cristina de Lorena sucumbió a los placeres de la buena mesa, y tenía una predilección especial por las albóndigas de pescado y cangrejo en salsa de jengibre, el plato que podemos disfrutar ahora en El Chiscón. También le apasionaba el conocimiento científico, a pesar de que como ferviente católica que era, vivió en continua inquietud por la posible colisiónm de los nuevos saberes con las verdades teológicas en las que creía.
Mantuvo abundante correspondencia epistolar con Galileo, quien, en 1615, le dedicó una de sus cuatro «Lettere copernicane», en la que el sabio negaba que sus hallazgos y teorías estuviesen en contradicción con las Sagradas Escrituras. En uno de los párrafos, Galileo intentando que ella dejase atrás sus reticiencias y escrúpulos morales, le decía a la duquesa: «Hace pocos años, como bien sabe vuestra serena alteza, descubrí en los cielos muchas cosas no vistas antes de nuestra edad. La novedad de tales cosas, así como ciertas consecuencias que se seguían de ellas, en contradicción con las nociones físicas comúnmente sostenidas por filósofos académicos, lanzaron contra mí a no pocos profesores, como si yo hubiera puesto estas cosas en el cielo con mis propias manos, para turbar la naturaleza y trastornar las ciencias. Olvidando, en cierto modo, que la multiplicación de los descubrimientos concurre al progreso de la investigación, al desarrollo y a la consolidación de las ciencias, y no a su debilitamiento o destrucción.»
El plato favorito de Cristina de Lorena lo hemos probado en El Chiscón y nos ha encantado, la suavidad, la textura, la salsa…
Fernando VII (1784-1833)
Durante el reinado del que fue llamado «El Deseado» y con más propiedad «el rey Felón», por la decepción que causó a su pueblo, la cocina francesa hace su entrada triunfal en la Corte y, sus productos y protocolos para el servicio de la mesa no tardan en permeabilizar a los siguientes tramos de la escala social. Así, y como resume Eva Celada, la burguesía: «… se asocia y se reúne con la excusa de investigar fórmulas y productos nuevos, lo que da pie a recetarios, guías gastronómicas y todo un movimiento intelectual alrededor de la comida.»
Llano en el trato, Fernando VII era un hombre inteligente y astuto, que llegó a traducir del francés la Historia de las Revoluciones de la República Romana, del abad René de Vertot. Tenía no obstante poca curiosidad y escasa altura de pensamiento. Todos los que le conocieron certificaron su falacia, doblez, cobardía y desinterés por los asuntos de Estado, que prefería abandonar en sus ministros. Sumamente introvertido, hablaba y reía poco; si acaso, y como por excepción, para dejar de manifiesto su humor cruel. Sus aficiones eran de lo más mundano y prefería rodearse de gente ordinaria y vulgar. Su mayor pasión eran los toros. Pese a todo, era un hombre cultivado, amante de la música y el teatro, aficionado a la lectura y hábil guitarrista.
Pasión por el cocido
De espaldas a las innovadodras tendencias, Fernando siguió comiendo diariamente un potentísimo cocido, excepto en los meses de agosto y septiembre. Desayunaba chocolate con dulces; almorzaba su cocido (que pidió hasta el día de su muerte) y un plato de carne asada; por la tarde, tras la partida de billar, en la que parece que le ponían las bolas como reza el dicho popular, atacaba sus buenas bandejas de dulces y golosinas; en la cena se despachaba un menú a base de carne, más dulces y a veces un poco de queso. Después rezaba el rosario, y ya en paz con su conciencia, salía de lupanaares con el duque de Alagón, más conocido como Paquito de Córdoba.
Jamás consumía pescado, excepto durante los días de vigilia, y en tales abstinencias optaba siempre por la merluza en salsa blanca, un plato delicioso que hoy podemos disfrutar en el restaurante madrileño de El Chiscón.
Siempre confuso y difuso, en 1830 enferma y, creyendo cercana la muerte deroga la Pragmática Sanción, que otorgaba la corona a Isabel, su hija recién nacida, e impone de nuevo la Ley Sálica, que excluía de la sucesión al trono a las mujeres, pero se recupera milegrosamente y, aconsejado por Cea Bermúdez, impone nuevamente la Pragmática Sanción. Con tales idas y venidas de orden dinástico lo que consigue es abrir la caja de los truenos, que más adelante acabará estallando en tres dramáticas guerras carlistas.
Los prolongados excesos en el consumo de carne y caza le llevaron al muy borbónico (y también de los reyes de la dinastia de Austria) padecimiento de gota, que los doctores intentaban aliviar con algún caldo de verduras o legumbres. Era robusto, pero poco agraciado y de salud débil. Desde su juventud tuvo tendencia a la obesidad. Fumaba decenas de cigarros al día y comía una cantidad excesiva de carne, en especial su plato favorito, el cocido. Incluso en su lecho de muerte, aquejado de gota, y ante la insistencia de los médicos de que rebajara su consumo de carne, aceptó tomar sólo sopa… pero de cocido. El 29 de septiembre de 1833, y por estricta decisión facultativa, sólo almorzó un caldo ligero. Lo tomó con tan poca gana y de tan mal grado que por la tarde le sobrevino un apoplejía que le llevó a la tumba. Padecía macrosomía genital, y sus médicos hubieron de fabricarle una almohadilla circular con un agujero central para que pudiera yacer con la Reina sin hacerle daño.
En el restaurante madrileño de El Chiscón puedes probar el plato de merluza que Fernando VII tomaba en época de vigilia. Si este rey Deseado o Felón hubiese comido más pescado y en especial platos como este a lo largo de todo el año seguro que su obesidad hubiese sido menor y habría aliviado sus padecimientos a causa de la gota. Nosotros lo hemos probado y es un plato delicioso.
Juan XXIII (1881-1963)
Juan XXIII (en latín, Ioannes PP.XXIII) nacido Angelo Giuseppe Roncalli Mazzola, fue pontífice de la Iglesia de Roma desde el 28 de octubre de 1958 hasta su muerte, el 3 de junio de 1963. Fue beatificado en el año 2000, por el Papa Juan Pablo II, durante el jubileo de dicho año.
Al Papa bueno le gustaba la buena mesa y la comida tradicional, fundamentada, especialmente los guisos (con una muy especial predilección por el ossobuco en salsa de vino blanco, plato típico de su aldea natal, Brusico de Sotto il Monte, en la provincia de Bérgamo) y los platos potentes de cuchara. Aunque se inclinaba por la cocina italiana, valoraba en su justa medidda la francesa, mucho más compleja y elaborada. También era gran aficionado al pescado y al marisco, que había aprendido a degustar durante su etapa, de 1953 a 1958, como Patriarca de Venecia. En el capítulo de maridajes, aunque nunca le hizo ascos a los vinos italianos, adoraba los caldos franceses y el champagne.
Eva Celada, en su libro «Los secretos de la cocina del Vaticano», nos cuenta que también sentía debilidad por el pan, los embutidos, la dulcería (en especial las tartas a base de frutas y almendras), los helados y los flanes, especialmente el de calabaza y naranja, que es el que hemos probado en El Chiscón. Todo ello explica suficientemente su figura rotunda y oronda.
Toda su vida profesó un verdadero culto a la buena mesa. Además de contar con un soberbio apetito, que no perdía en circunstancia alguna, le gustaban las largas sobremesas, los banquetes y las recepciones, donde la pitanza daba paso a la charla relajada.
Una sola anécdota define bien su socarronería y sentido del humor. Solía pasear todas las tardes por los jardines vaticanos que dan al exterior y los funcionarios le propusieron tomar alguna medida para preservar su privacidad. A algunos se les ocurrió que quizá se debía cerrar la cúpula para que la gente y los turistas no le vieran. El Papa Juan XXIII se lo pensó un instante y respondió con toda tranquilidad: «No se preocupen. Les prometo a ustedes que no haré nada que pueda escandalizarlos.»