…Única, sorprendente, maravillosa. Un destino perfecto por múltiples motivos. Te ofrece un paisaje de mar y montaña, vegas, huertas, un patrimonio geológico inigualable y una gastronomía soberbia. ¡Qué bien se come en Cantabria! Sin duda, posee una cocina singular, propia, basada en sus productos autóctonos, que protagonizan un extenso recetario tradicional, al amor de la lumbre y el puchero, del horno o la sartén, pero que también se actualiza y fusiona con las nuevas técnicas culinarias. Las mesas cántabras se nutren de las reses criadas con los mejores pastos, del más fresco pescado y marisco de las frías aguas cantábricas, de los vegetales de sus huertas… de lo mejor de su tierra, que es mucho, y eso se nota. Con todos estos ingredientes y el buen hacer de los cocineros cántabros Cantabria ha logrado un puesto más que destacable en el panorama nacional. Para empaparnos de estos platos, de la exquisita materia prima y admirar una ínfima parte de la belleza de esta tierra un grupo de periodistas madrileños hemos tenido la suerte de acudir a este atractivo destino, por tres intensos días. ¿Quieres saber dónde fuimos, qué vimos y qué comimos? Sigue leyendo.
Inauguración de la feria Cantabria Gastronómica
Nada más llegar a Santander, lo primero que hicimos fue acudir a la inauguración de la feria Cantabria Gastronómica el miércoles (29 de octubre de 2008), estuvimos en el stand de los Valles Pasiegos donde nos dieron a probar una selección de sus mejores productos salados (quesos…) y dulces (quesada… en particular la de Casa El Macho, que recibió el primer Premio al mejor producto regional de Cantabria en el año 2001).
A continuación tuvimos un encuentro en la feria con el consejero de Cultura, Turismo y Deporte, Francisco Javier López Marcano (a la derecha en la fotografía), donde nos presentó el Club de calidad “Cantabria Infinita” de restaurantes. El consejero entre otras cuestiones nos comentaba que “hay mucha gente que elige los destinos en función de dónde comer.” Además aseguraba que “Cantabria es una de las Comunidades Autónomas con más oferta de turismo rural tiene en el contexto de España”. López Marcano resaltaba con orgullo que Cantabria posee una oferta variopinta de cocina tradicional y de autor (de nuevas experiencias y fusiones), con 4 restaurantes con Estrella Michelin, que son El Cenador de Amós (Villaverde de Pontones), El Serbal (Santander), Jesús de Diego-Los Avellanos (Torrelavega) y Solar de Puebla (Santa Cruz de Bezana). «Hace pocos días escuchaba a una azafata decirle a alguien: en Cantabria se come bien y hay buenos paisajes”, nos contaba el consejero, algo que sintetiza muy bien la esencia de esta bonita tierra.
Tras probar las riquísimas anchoas cántabras, y visitar otros stands (como el de sales Proasal Salinera de Andalucía, el de quesos de Cantabria, el de mieles…) nos despedimos de la feria.
Comida en el Hotel Chiqui
Desde la feria fuimos al final del paseo marítimo de Santander, al hotel Chiqui (Avda. Manuel García Lago, 9, 39005 Santander. Tel.: 942 282 700). Desde el comedor contemplábamos la mejor de las vistas: las playas del Sardinero y el palacio de la Magdalena. La decoración, de corte clásico, con un discreto color gris como protagonista, contribuía a crear un ambiente muy acogedor, gracias también a los múltiples detalles (la chimenea, los jarrones con cítricos…). El chef Luis Cordero León nos sorprendió con unos ricos entrantes a base de queso y anchoas (dos de los productos estrella de Cantabria): «Cucharita de guacamole y pulpo con berberecho» y «Queso de Garmillas con anchoa de Santoña». A continuación en el menú tomamos un exquisito “Emparedado de bonito y foie con cebolla morada”, seguido por unas ricas «Cocochas o kokotxas a la plancha ligadas con centollo», (a la izquierda en la fotografía) seguidas por un pescado fresquísimo: “Mero asado con setas de temporada” y por último unas “Manitas de cerdo rellenas de hongos y foie”.
En cuanto al postre, mejor dicho a los postres, dos tentadoras propuestas: “Copa de mousse de yogur con helado de mandarina y chocolate” y “Fantasías de Comillas con salsa maracuyá y mandarina” (con crema pastelera, chocolate… ¡mmmm! un rico bocado para hacer honor a una localidad que cuenta con El Capricho, de Gaudí).
Luís Cordero León define las más ricas propuestas de la cocina cántabra tradicional, pero siempre con los toques especiales de la nueva cocina. Las especialidades de la casa son la merluza asada con tallarines de calamar y salsa de ajo, ensalada de pulpo con guacamole y alioli, y vieira con centollo guisada, nadada con holandesa y provenzal gratinada. Es una gozada comer en agradable compañía, mientras contemplas las olas algo bravas, como manda el Cantábrico.
Tras la sobremesa, aprovechamos para visitar el Faro y a continuación el Palacio de la Magdalena (uno de los recintos culturales más afamados de Cantabria, un lugar que en otro tiempo fue residencia de verano del rey Alfonso XIII y su esposa, la reina Victoria Eugenia).
Cetáreas del restaurante Astuy
Para cenar horas más tarde nos trasladamos al Restaurante Astuy (del hotel del mismo nombre, en Avda. Juan Hormaechea nº 1, en el Barrio de Queijo, 39193 Isla (Cantabria). Tel.: 942 679 540) para participar en las “I Jornadas de la Langosta”. ¿Has visitado alguna vez unas cetáreas? La experiencia es muy interesante. La cetárea es en realidad un vivero de langostas y otros crustáceos destinados al consumo, situado en comunicación con el mar con el fin de mantener oxigenado el agua, con la temperatura adecuada, intentando simular el habitat de las especies que se pretende mantener en cautividad. En la cetárea pudimos contemplar y hasta tocar (sólo los más valientes se atrevieron…) las langostas vivas, que están esperando a los clientes para ser pescadas y llevadas a la mesa. Sin duda no hay nada más fresco. Cuando baja la marea disminuye el nivel de los depósitos de la cetárea(nunca por completo) y cuando sube se llena de agua del mar.
¿Qué probar después en el restaurante? ¿Por qué plato de langosta decantarnos? Para que pudiésemos disfrutar de este manjar en todas sus formas en Astuy nos obsequiaron con este rico menú: “Salpicón de langosta”, “Ensalda de langosta”, “Volován de langosta”, “Croquetas de langosta”, “Langosta de Isla cocida” (riquísima), “Langosta a la plancha” y “Langosta en salsa americana”, todo un «atracón» de langosta, sin duda (osea un lujo). Y para poner el broche final un postre casero que es una de las especialidades de Astuy: “Soufflé de la casa” (a base de helado y frutas, con algo de galleta, cubierto de merengue y flambeado en la mesa, a la vista de todos, en una bonita estampa en directo).
Un dato final, la langosta está en torno a los 80 euros el kilo.
No olvides este local si te gusta este crustáceo, la relación calidad/precio es óptima. Muy recomendable.
Visita a las Cuevas de Monte Castillo
La segunda jornada nos levantamos temprano, dado que el programa era apretado y nos dirigimos a Puente Viesgo, para visitar las Cuevas de Monte Castillo. Cantabria es uno de los centros mundiales del arte paleolítico. Se conocen en la región más de 50 cuevas con arte rupestre (razón de sobra para acudir a esta tierra por sí sola), que conforman una de las mayores concentraciones del mundo. Altamira, Puente Viesgo, La Garma, Covalanas, El Pendo… se cuentan entre los yacimientos paleolíticos más importantes que se conocen, sin duda uno de los tesoros más preciados del Patrimonio Artístico de Cantabria. Altamira es la marca más internacinal de la región, pero hay muchas más cuevas. La UNESCO comunicaba el pasado 7 de julio de 2008 la declaración de otras nueve cuevas cántabras como Patrimonio de la Humanidad (Chufin, Hornos de Peña, Las Monedas, El Castillo, Las Chimeneas, La Pasiega, El Pendo, Covalana y La Garma), del que ya formaba parte la cueva de Altamira desde 1985.
En la cueva del Castillo pudimos observar los grabados de varias ciervas con acabados rayados a modo de sombra, una técnica a la que se le atribuyen unos 14.500 años de antigüedad y documentada también en Altamira.
Admiramos paneles decorados con caballos, bisontes y cérvidos, algunos con cabezas más detalladas que aprovechan la rugosidad de las rocas, para darles volumen. Nos llamó poderosamente la atención varias manos en negativo aerografiadas con pigmento rojo (soplado a través de un tubo ¡increíble!). Hay unas 50 repartidas por la cueva y se conocen otras similares, de otros yacimientos que datan de hace entre 22.000 y 27.000 años (casí nada…).
A continuación realizamos una breve visita al Balneario de Solares (4 estrellas), donde nos enseñaron varias habitaciones impecables. Sin duda un destino increíble para la salud y el bienestar. La primera referencia del balneario data de 1753. A finales del siglo XIX y principios del XX se convirtió en la primera estación balnearia de Cantabria, atrayendo a numerosos visitantes que buscaban el confort de las instalaciones y la calidad y el beneficio de sus aguas. Hoy, completamente recuperado y ampliado con nuevos edificios de estilo clásico, el Hotel Balneario de Solares, constituye un complejo hotelero-termal único en su género. En él la luz es protagonista, en las habitaciones (cuenta con 113), el hall, en los salones… Y por supuesto el agua, esto es lo que reza en una de sus paredes… «Agua de Solares declarada de utilidad pública en 1828. Aguas termales a 29,8º C, bicarbonatadas, cloruradas, cálcicas, sódicas y radiactivas, con importante acción sedante y estimulante general de las funciones orgáncias».
El balneario cuenta con 5000 metros cuadrados distribuidos en distintos espacios destinados tanto al uso terapéutico de las aguas como a tratamientos estéticos y aprovechamiento termolúdico, para grandes y pequeños. También ofrece medicina nutricional y cosmética termal.
Comida en el Cenador de Amós
Volvimos a la carretera, rumbo a uno de los templos sagrados de la gastronomía cántabra: el Cenador de Amós, con una reluciente estrella Michelín desde 1995 (en la Plaza del Sol s/n, 39793 Villaverde de Pontones. Tel.: 942 508 243). De entrada ya nos sorprendió e impactó el edificio, una singular casona-palacio del siglo XVIII. En él la piedra, las maderas y la luz son las protagonistas. Casualidades de la vida, pocos días antes habíamos tenido la suerte de conocer en Madrid a su chef, Jesús Sánchez que cocinó en vivo y en directo un montón de ricos platos en El Corte Inglés de la madrileña calle Goya (para Pyrex). Si me sorprendió lo bien que explica y la sencillez con la que prepara los más variados platos (se nota que tiene escuela de cocina, que sabe enseñar, que tiene tablas…) también lo hizo el rico menú que Jesús y su equipo prepararon para nosotros. Antes que nada visitamos las distintas salas, los comedores, la bodega… (cuenta con más de 250 referencias nacionales e internacionales). La persona que la cuida y mima es la sumiller Teresa Fernández, quien imprime una personalidad con gran carácter a su trabajo, se nota que le apasiona lo que hace.
Por cierto, el Cenador de Amós además de ser un lugar con encanto también es un lugar encantado ¿el motivo? En su completa y bonita bodega tienen una muñeca antigua (de esas que dan un poquito de respeto) que según parece mueve las botellas de sitio en numerosas ocasiones, e incluso que cambia de posiciones, como nos contaba Teresa Fernández (cuanto menos curioso ¿no?). En la planta de arriba visitamos el aula de formación de Jesús Sánchez, un lugar donde el chef imparte numerosos cursos y talleres.
Tras recorrer los distintos comedores, todos ellos con acabados y colores muy especiales, nos adentramos en la cocina, en ese momento (a media mañana) ya en plena ebullidición, allí pudimos comprobar como cada miembro del equipo se afanaba por hacer un trabajo impecable (cortando el foie, preparando los entrantes en unas bonitas bandejas onduladas, salteando unas verduras…). Por cierto todo el equipo de cocina estaba coronado con unas simpáticas gorras oscuras muy del Norte, que Jesús también se puso para la fotografía (a la izquierda). El estilismo de las gorras ha sido idea del propio Jesús.
De la dirección de sala del Cenador de Amós se ocupa Mariam Martínez, mujer de Jesús, su compañera y cómplice, que nos recibió y atendió de manera exquisita. Esta gran anfitriona nos confesaba el sumo cuidado que habían tenido en mantener el espíritu de la casona-palacio, al intentar preservar toda la arquitectura original, los azulejos encontrados, de restaurar y manatener los suelos (unos hidráulicos soberbios)…
Acto seguido atravesamos el jardín, acompañados por Mariam y nos dirigimos a la gran carpa, donde tienen lugar las celebraciones y eventos con mayor número de comensales (bodas, banquetes, bautizos, comuniones, celebraciones de todo tipo…).
El menú que desgustamos a continuación… exquisito: «Hígado de pato fresco, mermelada de café y sopa de uvas» (ese que habíamos visto preparar instantes antes…), «Ñoquis de coliflor con mollejas de cordero y salvia», «Pochas con níscalos», «Morcilla sin sacrificio con taco de bacalao y puerros», «Lomo de mero asado con crema de yogur pasiego y almendrado de zanahoria» y «Corzo con costra de maíz». Resulta difícil decantarse por uno de ellos, aunque los dos últimos me parecieron inigualables. ¿Y de postre? «Helado de queso de cabra con aromáticos» y «Hojaldre templado de crema con helado de caramelo» (no tengo palabras para describir este último).
Y un dato más, esa misma noche, cuando salimos a tomar una copa por Santander coincidimos en un pub con la mayor parte del equipo de El Cenador de Amós que bailaban sin parar… Todos ellos celebraban el haber ganado en la Feria Cantabria Gastronómica 2008 el Premio al Mejor Servicio de Sala (muy merecido, por cierto, ¡enhorabuena!).
¿Un consejo? Si vas a Cantabria, no dejes de acudir al Cenador de Amós, una experiencia única.
Vinos… y anchoas
Por la tarde fuimos a la presentación de las nuevas añadas de la D.O. Bierzo, en el Hotel Real de Santander (Pérez Galdós, 28, Tel.: 942 27 25 50), muy próximo a la casa de los Botín. El Bierzo, situado en el extremo noroccidental de Castilla y León, produce por los tipos de uva utilizados y sus condiciones climáticas especiales unos vinos con carácter propio. Los más emblemáticos son sus tintos, pese a que también haya buenos rosados y blancos. Las elaboraciones de Mencía dan lugar a unos tintos y rosados espectaculares por potencia y diversidad aromática. El Godello produce vinos amarillo pajizos con aroma a flores y frutas maduras. El Consejo Regulador vela desde 1989 por la calidad de estos vinos, que tuvimos ocasión de catar y disfrutar en Santander (como el Cuatro Pasos de la bodega Mantín Códax, que nos llamó la atención incluso por su bonita botella negra con huellas rojas de un oso, inspiradas en las que se encontraron en uno de sus viñedos; o tres vinos de agricultura biológica: Casar de Valdaiga, Casar de Santa Inés y El vino de los Cónsules de Roma…).
Antes de ir a cenar hicimos un pequeño recorrido por la zona de Puertochico, parando en una taberna típica Casa Lita donde un experto en la materia, Joseba Guijarro, jefe de cocina, nos explicó en vivo y en directo todo el proceso de la elaboración de las anchoas (uno de los productos emblemáticos de Cantabria), con su posterior degustación. Lo primero es que las anchoas se descabezan, se colocan contrapeadas en latas, se cubren de sal y se dejan así un mínimo de 18 meses. Después se quitan de la salazón, se ponen en agua, se secan y limpian bien (se elimina la raspa y espinas, se separan los dos lomos…). Simplemente tal cual, cortadas en tiritas resultan un manjar, como nos hizo probar Joseba, quién también dispuso los filetes ya limpios en una fuente y los roció con buen aceite de oliva (¡riquísimas!). Joseba nos contaba que muy pronto tendrá su página web donde contará todo el proceso en vídeo y desde donde podremos encargar anchoas desde cualquier punto de España.
Cena en Zacarías
La segunda noche nos quedamos en Santander y fuimos a cenar a Zacarías (Hernán Cortés,38, tel.: 942 212 333, www.restaurantezacarias.com) un «clásico» en el Puerto Chico. Este local es tan personal gracias a su creador el gran Zacarías, que nos recibió afable y dicharachero, pese a estar algo acatarrado. Estuvo pendiente de todo, nos comentó todos y cada uno de los platos y nos dijo que a él le gusta mucho cantar pero que no podría hacerlo al tener mal la garganta… El restaurante cuenta con paredes claras, con las maderas en crudo que acentúan su sabor rústico, muy adecuado para el tipo de cocina de Zacarías. Un gran lucernario central ilumina la sala de día (efecto que no pudimos comprobar al ser de noche). Justo debajo del lucernario una gran mesa recoge bodegones de fruta, bandejas de quesos, pasteles, productos varios…). En medio de la sala otra mesa (esta más pequeña) muestra los libros publicados por el alma mater de este restaurante.
Echemos un vistazo a la carta: entradas, pescados y mariscos a los que se añade una esmerada selección de carnes procedentes de Guriezo. La carta de quesos es caso aparte, en ella se ofrece una amplia muestra de variedades de esta región y después se enseña a catarlos para disfrutar al máximo de esta experiencia. ¿Las especialidades del restaurante Zacarías? Destacan el tomate de palenque,los maganos encebollados, la merluza de Laredo y los famosos bocartes Zacarías, amén del tradicional cocido montañés. El carácter del local se centra en la personalidad de su jefe de cocina, no hay duda.
¿Qué cenamos? Mucho y rico: «Degustación de quesos cántabros acompañados de compota artesana de manzana» (el propio Zacarías nos contaba cómo se hace cociendo las manzanas y sumándole la mitad de su peso en azúcar, cociendo después muy lentamente), un rico «Tomate de Palenque con aliño de anchoas», «Anchoas del Cantábrico con pimiento rojo», «Peregrina del Indiano: ceviche de cabracho, pimiento rojo, verde y cebolla, camarón y pimienta rosa», los célebres «Maganos encebollados» de Zacarías (fotografía de la izquierda), una fresquísima «Merluza de Laredo» y por último la deliciosa «Tarta de queso con helado de sobao y orujo» (me pareció un poco para chicarrones del norte el helado de orujo, una propuesta atrevida).
Zacarías nos trajo antes de irnos el libro de firmas, donde le dejamos unas cariñosas palabras (en él guarda la dedicatoria de famosos y desconocidos, entre otros la de Carmen Martínez Bordiú, casada con un cántabro). ¿Finalmente se resistió a cantarnos? Pues como algunos ya adivinarán, no lo hizo. Pese a tener mal la garganta cantó para nosotros y con nosotros a su bonita tierra, Santander, con toda su pasión y la nuestra.
El Soplao, punto y aparte
Sólo por esta cueva merece la pena venir a Cantabria (prometo no decirlo más veces, pero es cierto). Está situada a 60 km de Torrelavega y a 85 km de Santander, cerca de maravillosos enclaves como San Vicente de la Barquera, Comillas, Santillana del Mar… Es una cavidad única que reune una selva de 14 km de formaciones naturales. Debido a la calidad y blancura de sus formaciones se la considera uno de los grandes tesoros de la geología mundial. Sus aragonitos, estalactitas (techo), estalacmitas (suelo) y en especial las excéntricas sobrecogerán a todo aquel que visite El Soplao. Un tren minero nos traslada hasta la estación del interior de El Soplao. Una vez allí, la visita se realiza a pie a través de las diferentes galerías y salas que se visitan. La iluminación, la atmósfera que se respira, el sonido del agua (real y simulado, que no deja de oirse en ningún momento) y la narración explicativa harán del recorrido un recuerdo inolvidable.
Observa en las fotografías las excéntricas de esta cueva, únicas en su género en nuestro país y de una singular belleza. ¡Todo un espectáculo de la naturaleza! Esta cueva la descubrieron unos mineros y la utilizaron durante años para almacenar sus escombros. Entre las formas de la naturaleza siempre se pueden buscar analogías con lo que conocemos como por ejemplo diversas figuras humanas, hay una sala llamada la de los fantasmas (porque aparecen como unas formaciones fantasmagóricas), otra de las formaciones parece un obispo… (abajo, fotografía de la izquierda).
En esta cueva también se puede hacer una visita de turismo-aventura (que parece muy interesante) pensada para los más intrépidos. El Soplao ofrece una abrumadora ruta de turismo-aventura que transcurre por unos 2,5 km de zonas vírgenes y poco accesibles de la cueva. La ruta es de unas 2 horas y media y los que se atrevan a hacerla llevan cascos de mineros con la linterna incorporada (¡qué divertido!).
Tras su apertura en 2005 El Soplao se ha convertido en centro de atracción turística con cerca de 400.000 visitantes al año. No es la más grande, ni la más larga de las 6.500 cavidades conocidas en Cantabria, pero como decíamos antes, las concreciones excéntricas y la espectacularidad de las formaciones geológicas que atesora la hacen única y acreedora de apodos como «la Catedral de la Geología Mundial» o la «Capilla Sixtina de la Geología».
Más informción: elsoplao.es
Comida en Boga Boga
Tras la visita a El Soplao nos dirigimos a San Vicente de la Barquera, donde aprovechamos para callejear y admirar sus bonitos paisajes. Está situada en la costa occidental de Cantabria y es una villa histórica rodeada por un privilegiado entorno, en pleno Parque Natural de Oyambre. Eminentemente marinera y pescadora, esta localidad también cuenta con magníficas playas y calas bajo abruptos acantilados, de transparentes aguas. Entre el patrimonio arquitectónico destaca su Puebla Vieja, declarada Conjunto Histórico Artístico, entre cuyos edificios figura el Castillo del Rey, del siglo XIII (uno de los pocos conservados en la Cornisa Cantábrica), la Torre del Preboste o el hospital de la Concepción, en cuya casa familiar se encuentra el actual ayuntamiento.
Como todas las villas marineras, San Vicente (la tierra del cantante David Bustamante) cuenta con una gran tradición gastronómica basada en los productos frescos del mar, que se pueden degustar en cualquiera de los muchos restaurantes y tabernas que hay en la localidad. El plato más famoso de la villa es el «sorropotún», un guiso de bonito, patata y cebolla que cocinan los pescadores cuando van a faenar.
A la hora de comer nos dirigimos a Boga Boga (en la Plza. José Antonio, 9. San Vicente de la Barquera Tlf. 942 710 075) bajo los típicos soportales barquereños. En una villa marinera lo mejor era optar por un almuerzo muy marinero. Este fue nuestro menú: «Ostras de la Ría de San Vicente de la Barquera», «Nécoras del Cantábrico», «Almejas salvajes barquereñas a la sartén» (pequeñitas, en una salsa deliciosa), «Callos de mar» (hechos a base de estómago de rape, con chorizo, morcilla, un plato soberbio)y por último una completa «Parrillada de pescado salvaje variado a la plancha con fritada de ajo» (en la fotografía). Y como postre: «Pastel especiado de manzana con salsa ligera vainilla».
Tras estos tres estupendos días no me queda más remedio que rendirme a la evidencia y dar la razón (y también las gracias, por supuesto) al consejero de Cultura, Turismo y Deporte de Cantabria, Francisco Javier López Marcano, al Jefe de Recursos Turísticos, Andrés Alonso Díaz (quién nos acompañó en todo momento) y a Aires News (Isabel Aires y María Nájera, por lo bien que han organizado todo): hemos visto hermosísimos paisajes y la comida ha sido increible. Todos los restaurantes que hemos visitado pertenecen al Club de calidad “Cantabria Infinita”, no olvides buscar este distintivo de calidad, si vas a Cantabria. Este ha sido mi segundo viaje a esta bonita tierra y para consolarme me he repetido lo que dice el refrán «no hay dos sin tres». Pienso volver muy pronto… ¡Hasta siempre!
Abajo en la fotografía, la mayoría del grupo de periodistas que ha disfrutado de este viaje, acompañados por Andrés Alonso Díaz, Jefe de Recursos Turísticos de Cantabria, en el centro -con jersey rojo-, a las puertas del restaurante Boga Boga en San Vicente de la Barquera. De izquierda a derecha, María Nájera (Aires News), Paula Tarradas (Radio Exterior de España), Mónica Sánchez (Derestaurant.com), Isabel Aires (Aires News), Pepe Marín (Canal Cocina), Andrés Alonso Díaz, Javier Brandoli (La Razón), Gabriela Ansorena (Singular), Adoración Rodríguez (Nutriguia.com) y Saúl Aparicio (Spain Gourmetour). Dos compañeros: Maurilio de Miguel (El Mundo) y Ana I (Restauración News) habían regresado a Madrid el día anterior.