Se ha venido asumiendo que consumir fruta y verdura puede reducir el riesgo de sufrir cáncer de mama, pero la mayoría de los estudios han evaluado los consumos durante la madurez y la vejez, dejando de lado la adolescencia que es un periodo durante el cual bastantes de los hábitos alimentarios y de otro tipo influyen en la salud futura.
NC&T, Mayo 2016
Teniendo en cuenta esto, el equipo de Maryam S. Farvid, de la Escuela T.H. Chan de Salud Pública de la Universidad Harvard en Boston, Massachusetts, Estados Unidos, se propuso averiguar si el consumo de frutas y verduras en la adolescencia podría afectar al posterior riesgo de cáncer de mama. Los investigadores hicieron durante más de 20 años un seguimiento de 90.000 enfermeras, las cuales informaron de su dieta en la etapa temprana de su adultez y de las cuales la mitad también aportó información sobre su dieta habitual durante la adolescencia.
Farvid y sus colegas hallaron que un consumo elevado de frutas durante la adolescencia (un promedio de 2,9 piezas de fruta o raciones por día) estaba asociado con aproximadamente un 25 por ciento menos de riesgo de recibir un diagnóstico de cáncer de mama en la mediana edad, en comparación con un bajo consumo de fruta (un promedio de 0,5 piezas o raciones por día).
En particular, un mayor consumo de manzanas, plátanos y uvas durante la adolescencia, así como naranjas y col rizada durante la fase temprana de la adultez, estaba notablemente asociado con un menor riesgo de cáncer de mama. Sin embargo, no había un vínculo entre el consumo de zumo de fruta y dicho riesgo, ni en la adolescencia ni en la fase temprana de la adultez.
Conviene advertir que el estudio ha sido meramente observacional, sin establecer una relación de causa-efecto, por lo que no se puede descartar la influencia potencial de otros factores.
De todos modos, tal como argumentan los autores del estudio, los resultados de este concuerdan con la idea, difundida a través de consejos institucionales para la prevención del cáncer, de que conviene comer fruta y verdura en abundancia.
Fuente: BMJ 2016;353:i2343