El médico interactivo, 30 de Octubre de 2002
La juventud del corazón de un mamífero está relacionada con lo mucho o lo poco que se come, de acuerdo con un estudio que publica la revista «Proceedings». Los ratones que pasan hambre tienen miocardios más saludables y un 19 por ciento más «jóvenes» cuando se hacen adultos.
Si el secreto de la eterna juventud tuviera que comenzar en algún lugar, el sitio perfecto sería el miocardio: en el ser humano, sus células son las que más demandan energía de todo el cuerpo, y se contraen 3.000 millones de veces a lo largo de una vida. Las buenas noticias que publica hoy la revista «Proceedings of the National Academy of Sciences» es que se puede ralentizar el envejecimiento del corazón, al menos en los ratones. Las malas, que hay que comer menos.
Tomas Prolla y de Richard Weindruch, de la Universidad de Wisconsin-Madison en Estados Unidos, han descubierto que en ratones de mediana edad sometidos a una dieta de restricción calórica, exhiben un corazón razonablemente joven incluso cuando envejecen. Sus investigaciones demuestran que la expresión génica de las células cardíacas (el número y tipo de genes que se expresan o encienden en un determinado momento) cambia con la edad, y lo que resulta más interesante, que ese cambio puede estar influenciado o mitigado por el tipo de dieta.
Prolla y Weindruch examinaron globalmente la expresión de 9.977 genes de forma simultánea en ratones que tenían cinco meses y 30 meses. Eligieron a un grupo al que sometieron a una dieta estricta a los 14 meses de edad, y comprobaron cómo les afectaba pasar un poco de hambre con respecto a otro grupo alimentado con normalidad, fijándose en los cambios de la expresión de los genes de los miocitos cardíacos, las células del corazón.
Síntomas de juventud
El envejecimiento afecta especialmente al corazón, cambiando el programa genético de sus células. Las más jóvenes extraen la energía de los ácidos grasos, quemándolos más lentamente pero con mejores rendimientos energéticos. Las células cardíacas más viejas prefieren quemar con más rapidez las reservas de hidratos de carbono, que rinden menos energía. Pero esta programación genética puede ser «reprogramada» con una dieta estricta en los ratones, según Prolla y Weindruch, a los 14 meses de edad. Se observó un menor daño al ADN. Los genes que dirigen la muerte de las células son inhibidos, así como los que producen inflamación del corazón. El resultado: corazones un 19 por ciento menos viejos en ratones a dieta.
«La mayor sorpresa para mí fue que estos efectos de la dieta incluso a una edad mediana tuvieron una gran influencia en los cambios que ocurren con el envejecimiento», ha comentado Tomas Prolla.