Nutriguia/EFE, 11 de Febrero de 2003
Comer cien calorías menos por día -aproximadamente tres bocados de una
hamburguesa de comida rápida- podría prevenir un aumento de entre 900 gramos
y un kilo por año, de acuerdo con las estimaciones de James Hill y colegas,
que se han publicado en Science.
Mientras cien calorías menos no son suficientes para producir el descenso de
peso, representa una estrategia manejable para detener la actual creciente
tendencia hacia la obesidad, según Hill, investigador del Centro de Ciencias
de la Salud de la Universidad de Colorado. Esta es la prioridad más urgente
para enfrentar la epidemia de obesidad.
Hill y sus colegas estudiaron datos recolectados por estudios nacionales de
los Estados Unidos que mostraban que la prevalencia de obesidad había
aumentado del 23 al 30 por ciento entre 1998 y 1994. Su equipo calculó que
si la ganancia de peso continúa, el 39% de la población de los Estados
Unidos será obesa en 2008.
Según los estudios publicados en Science, la abundancia de comida buena y
económica contribuye a la epidemia de obesidad que ahora se propaga desde
los países ricos a los pobres, y sólo se podrá contrarrestar con moderación
del apetito más ejercicio.
Un editorial define la situación como «La irónica política de obesidad», por
la que en el mundo hay gente que padece hambre y gente que muere, en número
creciente, por los efectos del exceso de peso.
La herencia de la especie
«Un componente de este problema es que, en su lucha por la supervivencia, a
la especie humana la ha impulsado la escasez, no el exceso de comida»,
explicó el investigador Xavier Pi Sunyer, del Centro de Investigación de
Obesidad en el Hospital St. Luke´s-Roosevelt, de la Universidad de Columbia
en Nueva York.
«A lo largo de miles de años el cuerpo humano ha desarrollado los mecanismos
para defenderse del hambre: cuando falta la comida baja el metabolismo basal
-es decir, el uso de energía- y se presenta el estímulo para buscar comida e
ingerirla», añadió.
«Pero cuando abunda la comida y aumentamos de peso, no tenemos un mecanismo
que apague el apetito», dijo Pi Sunyer, quien añadió que «una respuesta
obvia es el aumento del ejercicio físico, y otra es el uso de fármacos que
detengan el apetito».
Producción alimentaria
Es cierto que hay hambre en vastas regiones del planeta, y que aun en los
países más ricos hay millones de personas que no tienen suficiente
alimentación, pero eso, añadió el investigador, se debe «a la mala
distribución de los alimentos, no a su escasez».
En Estados Unidos, el 65 por ciento de la población tiene peso excesivo, lo
cual no es sorprendente, ya que el sistema de producción provee el
equivalente a 3800 calorías por persona y día, el doble de la cantidad
necesaria para una vida saludable.
Marion Nestle, del Departamento de Nutrición y Estudios Alimentarios en la
Universidad de Nueva York, escribió que existe todo un sistema de producción
y distribución de los alimentos que incentiva el consumo excesivo y que
dificulta un cambio de rumbo. Pi Sunyer agregó que, como resultado de esa
abundancia, en las últimas dos décadas ha bajado sustancialmente el
porcentaje de ingresos que una persona o una familia dedican a la compra y
el consumo de alimentos.
Un cambio de actitud hacia la comida, en el que la gente coma menos,
«afectaría a la agricultura, la producción de alimentos, los almacenes,
restaurantes y empresas que hacen negocios con las dietas o los fármacos»,
señaló Nestle.
Jeffrey Friedman, del Instituto Médico Howard Hughes, escribió que tal como
para los hambrientos «la comida es el centro de sus preocupaciones, para
cientos de millones de personas obesas o con peso excesivo es una tentación
constante que debe evitarse».