- Un equipo del IATA-CSIC ha patentado una bacteria que reduce el peso, la grasa corporal y mejora la acción de la insulina
- Este nuevo probiótico ayudaría a reducir el apetito y normalizaría las alteraciones inmunológicas relacionadas con la obesidad
La obesidad se ha convertido en la actualidad en un problema de salud mundial de primer orden. Según los datos del Ministerio de Sanidad de España, más del 17% de los ciudadanos mayores de 18 años tiene obesidad, un problema que fomenta la aparición de otras enfermedades como el síndrome metabólico y la diabetes tipo 2.
Cada vez son más los estudios e investigaciones que intentan cerrar el cerco a este enorme problema sanitario. Buena parte de estos esfuerzos se centran en el estudio de la microbiota intestinal, la cual ya ha demostrado tener gran influencia en el metabolismo, la inflamación y, en consecuencia, en el desarrollo de la obesidad.
Unido inevitablemente a la microbiota está el estudio de los probióticos y prebióticos. Los primeros son, según la definición de 2014 de un comité de expertos europeos, «microorganismos vivos que, cuando se administran en cantidades adecuadas, confieren un beneficio para la salud del huésped», mientras que los prebióticos son ‘alimentos’ que utilizan las bacterias intestinales.
Los alimentos probióticos nos ayudan a mejorar nuestro sistema digestivo y a activar el funcionamiento de nuestra microbiota intestinal.
Ahora un grupo de investigadores del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (IATA), centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), ha desarrollado un probiótico de nueva generación que podría ayudar a prevenir y tratar la obesidad. Concretamente, este probiótico podría evitar las complicaciones metabólicas de la obesidad, todo ello gracias a que está basado en una bacteria aislada de la microbiota intestinal de personas delgadas, que se asocian a fenotipos metabólicos saludables.
Esta bacteria (llamada Phascolarctobacterium faecium) “forma parte de la microbiota normal de las personas sanas y está presente en la mayoría de ellas, aunque disminuye a partir de los 60 años de edad”, detalla la profesora Yolanda Sanz, investigadora del IATA-CSIC y coordinadora del proyecto europeo MyNewGut, que ha generado un biobanco de bacterias intestinales humanas con potencial para mejorar la salud.
Disminuye la ingesta, el peso y la grasa corporal
Esta bacteria intestinal produce ácidos grasos de cadena corta, como el propiónico, que induce saciedad y tiene efectos antiinflamatorios”, refiere la investigadora. Otro hecho que sustenta la idea de que esta bacteria trabaja a favor de la delgadez es que “las personas que toman metformina (un antidiabético) tienen mayor concentración de esta bacteria en el intestino”.
En ensayos preclínicos realizados en un modelo de obesidad animal, la administración de la bacteria ha demostrado ser capaz de reducir la ingesta de energía y el peso y grasa corporal. Los estudios que se han realizado hasta la fecha ofrecen resultados prometedores porque actúa a través de dos mecanismos de acción. Por un lado, reduce el apetito. Y, por otro, normaliza las alteraciones inmunológicas asociadas a la obesidad.
“Pensamos que esta bacteria puede tener mayor eficacia en comparación con otros productos existentes en el mercado por su múltiple modo de acción”, concluye Yolanda Sanz.
Hacia la comercialización final
El equipo científico ya ha demostrado la seguridad de la bacteria. Con el microorganismo ya patentado para tratar y prevenir la obesidad, el siguiente paso es optimizar su producción a nivel comercial. Además, se ha seleccionado un sistema de microencapsulado para mejorar su estabilidad y vida útil. En 2 ó 3 años este probiótico podría estar listo para ser comercializado para las personas con obesidad y diabetes.
Como el resto de probioticos actualmente disponibles, probablemente, su efecto desaparezca al dejar de tomarlo, porque la microbiota del individuo evita la colonización permanente. A pesar de estas limitaciones, lo que parece evidente es que la salud de nuestro intestino tiene un papel fundamental para prevenir la obesidad y sus consecuencias.