- El descubrimiento abre la vía al desarrollo de mejores terapias en dolencias que van desde el cáncer a la diabetes y podría explicar por qué ciertas poblaciones aisladas se han adaptado a comer y disfrutar de alimentos que son de sabor desagradable para el resto e incluso tóxicos.
El Médico Interactivo, 20 Octubre de 2008
El sabor amargo de los alimentos, interpretado por el organismo como toxicidad, ralentiza la digestión y mantiene la comida más tiempo en el estómago para aumentar las posibilidades de expulsarla, según un estudio de la Universidad de California en Irvine (Estados Unidos) que se publica en la revista Journal of Clinical Investigation. El estudio se realizó enun modelo experimental, pero los investigadores creen que sus descubrimientos podrían extrapolarse a los humanos.
Esta línea de defensa del sistema digestivo, desencadena la producción de una hormona que provoca una sensación de saciedad, probablemente para impedir que se siga comiendo más de estos alimentos interpretados como tóxicos.
Los investigadores explican que si se consumen toxinas, los receptores del sabor amargo en el aparato digestivo las detectan y desencadenan la producción de colecistoquinina que suprime el apetito y ralentiza el movimiento del alimento del estómago al intestino delgado.
Los investigadores descubrieron que el colesterol regula la actividad de los receptores del sabor amargo en el intestino y que las dietas altas en materia vegetal y posibles toxinas naturales son bajas en colesterol en comparación con las dietas bajas en toxinas, altas en colesterol y basadas en la carne.
En las células en cultivo del intestino delgado, los bajos niveles de colesterol desencadenaron una respuesta más potente de estos receptores, lo que significaba que funcionaban mejor, mientras que los altos niveles causaban una respuesta más débil.
La misma respuesta se observó en modelos experimentales a los que se proporcionaron fármacos para detener la producción y absorción del colesterol. Sus receptores no sólo estaban más activos sino que además las células del intestino delgado producían entre dos y tres veces la cantidad de hormona supresora del apetito en presencia de la comida amarga.
Según los investigadores, con estos conocimientos se podrían preparar medicamentos menos amargos que a su vez permitieran una mayor palatabilidad y una absorción más rápida. Los fármacos utilizados para tratar el cáncer en ocasiones incluyen moléculas con sabor amargo. Además, al cambiar los hábitos de alimentación de los pacientes se podría mejorar la eficacia de tales fármacos.
Los receptores del sabor amargo del aparato digestivo activan la producción del péptido similar al glucagón 1, una proteína que estimula la secreción de insulina en el páncreas. En la actualidad existen fármacos que intentan estabilizar esta proteína en personas con diabetes y las terapias dirigidas a aumentar su producción se han convertido en dianas terapéuticas importantes.