El reino de la Pedro Ximénez
La Ruta del Vino Montilla-Moriles, integrada por los municipios de Aguilar de la Frontera, Córdoba, Fernán Núñez, La Rambla, Lucena, Montemayor, Montilla, Moriles y Puente Genil recorre el corazón geográfico de Andalucía, el centro y sur de la provincia de Córdoba. Adentrarse en ella supone caminar por una tierra que conserva un importante legado cultural, histórico, arquitectónico, artístico y etnográfico. Supone también acercarse a la región donde nacen los vinos generosos de la D.O. Montilla-Moriles. Unos vinos que constituyen un mundo aparte dentro del universo de la enología y que se han convertido en patrimonio exclusivo de un marco que no puede trasladarse a ningún otro rincón de España.
La causa última (o primera) de la imagen que ofrece la parte más meridional de la provincia de Córdoba hay que buscarla en el centro de Europa y unos siglos atrás en el tiempo pues, según se cuenta, fue un soldado de los tercios de Flandes, Peter Ximén, quien trajo a la campiña cordobesa sarmientos de una vid que se cultivaba en el Valle del Rin. Esta variedad se aclimató excepcionalmente al suelo y al clima de la zona y, a partir de aquel momento, la totalidad del mosto para la elaboración de los vinos de esta Denominación (excepto del joven que se mezcla con otras variedades) procede de ese tipo de uva que pasó a denominarse Pedro Ximénez.
Desde entonces, el paisaje y la vida de esta región ha estado determinado en gran parte por esta planta y por la producción de unos vinos que la han hecho famosa dentro y fuera de nuestras fronteras. Viñedos, lagares y bodegas son los lugares donde habita el vino. Lugares donde merece la pena detenerse y que han servido como punto de partida para la creación de una Ruta que, como reza su lema, es mucho más que vino.
Lagares, almazaras y botas
La mayoría de los municipios vitivinícolas de esta zona están ubicados en la Campiña Sur, una zona en la que se extiende una verde alfombra de viñedos, olivares y fértiles campos de cereal, salpicada de pueblos blancos encumbrados en cerros. La zona norte es el terreno de las tierras albarizas, de colores pálidos y aspecto casi lunar donde las vides se adornan con manchones de olivos.
Entre las suaves lomas y laderas por donde transcurre la Ruta del Vino Montilla-Moriles encontramos los lagares centenarios donde el viajero es recibido de la forma más cordial, como si de un antiguo amigo se tratara. En ellos se obtiene el mosto que fermentará en depósitos o tinajas y que después, una vez convertido en vino nuevo, pasará a las bodegas para seguir su andadura. Bodegas en las que al entrar nos topamos con un silencio de catedral donde los sentidos se ponen alerta ante multitud de estímulos: la luz tenue a la que la pupila tarda en acostumbrarse, el aroma a madera y vino, el tacto áspero de las botas donde se crían pacientemente algunos de los más excepcionales caldos, etc. Una experiencia única, como la de la visita a las almazaras levantadas junto a los olivares que completan el paisaje vinícola de la campiña.
Cruce de caminos y artesanía
El territorio que ocupa la Ruta del Vino Montilla-Moriles ofrece también la posibilidad de combinar el mundo del vino con otros recorridos tematizados como la Ruta del Califato, la Ruta del Renacimiento o la Ruta de la Bética Romana, representantes de las diferentes culturas que lo han ido poblando, e indispensables para conocer el espíritu de esta tierra.
Al mismo tiempo, descubrir su gran tradición artesanal, que mantiene antiguos oficios del mundo del vino como la tonelería, el torneado de madera para diferentes usos en las bodegas o la casi extinta hojalatería que produce jarras, venencias y canoas para escanciar y transvasar los caldos. La localidad de La Rambla destaca como uno de los principales centros de cerámica artística de España y, en otros pueblos de la Ruta, la joyería, la artesanía del cuero o la orfebrería continúan siendo uno de los motores de su economía.
Joven, Fino, Amontillado, Oloroso y Pedro Ximénez
Son las cinco clases principales de vinos de la Denominación de Origen Montilla-Moriles, en las que llama la atención el espectacular abanico de colores y tonalidades que despliegan. Después, sus aromas inconfundibles, que van desde el frescor de la fruta hasta la madera más noble, dejando en el paladar un recuerdo imborrable.
Las bodegas de la Ruta del Vino Montilla-Moriles ofrecen la posibilidad de disfrutar de una cata a medida, tanto para conocedores como para neófitos, para amantes o simplemente curiosos, al tiempo que muestran las peculiaridades de la elaboración de estos vinos donde la estrella indiscutible es la uva Pedro Ximénez y en la que interviene la crianza biológica (para el Fino) y la crianza oxidativa (para los Amontillados, Olorosos y Pedro Ximénez) siguiendo el sistema de criaderas y soleras.
Mucho más que vino
Alrededor de los vinos de Montilla-Moriles esta Ruta permite vivir una experiencia única sumergiéndose en un entorno privilegiado, lleno de tradiciones ancestrales y espacios singulares que ofrecen al visitante toda una oferta completa de cultura y gastronomía en la campiña cordobesa.
La cocina de los pueblos de la Ruta posee una identidad propia en la que los productos de la tierra se unen al poso de las culturas árabe, judía y cristiana y en la que los vinos Montilla-Moriles son perfecta compañía o un ingrediente más. Un delicioso recorrido que lleva a conocer platos como el salmorejo, el flamenquín, las habas con berenjenas y morcilla, la sopa de gato, las naranjas picás con bacalao, la roña de habichuelones, el potaje de castañas, las gachas de mosto, el arrope, las merengás de café y fresa, las orejitas de abad, el dulce de membrillo, el pastel cordobés, los alfajores, los panetes, los roscos de San Blas, etc.
Esta Ruta también ofrece sabores innovadores como la reducción de Pedro Ximénez para aderezar postres, aperitivos o platos principales, cada vez más utilizada en la cocina de autor, y otros originales productos como los helados de vino o la gelatina de Pedro Ximénez, complemento ideal de paté, foie, quesos, carnes a la brasa o simplemente con unas tostadas.
Las festividades, romerías y festivales, en los que el flamenco siempre está presente son otros de sus atractivos, así como una de las mejores ocasiones para brindar con el vino de la tierra.
La Red Vinarea
Una de las mejores maneras de explorar los nueve municipios que forman parte de la Ruta del Vino Montilla-Moriles es a través de la Red Vinarea, un conjunto de equipamientos turísticos de calidad, todos ellos relacionados con el turismo del vino y vinculados entre sí, lo que refuerza la coherencia territorial de esta comarca.
Parte de estos elementos son: Auditorio con programación permanente de teatro y eventos en torno al vino y Mirador interpretativo del paisaje cordobés en Aguilar de la Frontera; el Centro de Información Permanente ubicado en Córdoba; un Museo de la Campiña en Fernán Nuñez; un Museo de la Cerámica en La Rambla; Olivino, el Centro Enogastronómico de la Ruta del Vino Montilla-Moriles que, ubicado en una antigua estación de ferrocarril, albergará un centro temático de la gastronomía cordobesa, en Lucena; el Centro de Interpretación Memorias del Vino, donde seguir la historia social y la cultura del vino como valor diferencial del territorio y de los vinos de Montilla-Moriles, en Montemayor; Envidarte, Centro de Arte Contemporáneo y Vino, en Montilla; el Lagar de Vida, en Moriles y la Villa Romana de Fuente Álamo en Puente Genil, un espectacular yacimiento romano donde se producía vino y aceite.
Cultura, historia, gastronomía y naturaleza unidas en un perfecto maridaje para expresar la identidad de esta tierra en clave turística y admirarla a través de la Ruta del Vino Montilla-Moriles.