Nutriguia/agencias, 2 de Junio de 2003
Sólo el 2,6 por ciento de los niños españoles cumplen con los criterios de la dieta mediterránea, según advirtió la doctora Ana de Cos, del Hospital La Paz de Madrid, que presentó en el transcurso del 45º Congreso de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), celebrado recientemente en Cáceres, los últimos datos de un estudio de seguimiento (estudio CAEMPE) sobre la dieta infantil que se realiza en Madrid sobre aproximadamente 2.600 niños y en el que se comparan sus hábitos alimentarios con los criterios de la dieta mediterránea.
De las conclusiones se desprende que ni los comedores escolares ni la dieta familiar parecen salvarse de una pérdida casi total del patrón alimentario mediterráneo. De hecho, un 5,2 por ciento de la población infantil incumple todos los criterios de este modelo de alimentación que es el referente de dieta saludable en todo el mundo, dado su carácter preventivo sobre la obesidad, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes mellitus, la hipertensión, el envejecimiento o el cáncer.
«En los niños ha descendido el consumo de verduras, lácteos, hortalizas y patatas y aumentado significativamente la ingesta de carnes y derivados, dulces, bollería, chucherías y los llamados snacks. Tanto es así que el segundo grupo de alimentos que más calorías aporta a la dieta infantil después de los cereales es el constituido por las golosinas, los dulces y los numerosos productos tipo snack que tienen en la población infantil su principal destinatario, señaló dicha experta.
Los niños, según los datos disponibles, tienen en los dulces su principal fuente energética y se aprecia un sustancial incremento de la obesidad en aquéllos que no cumplen los criterios de la dieta mediterránea, con un 17,2 por ciento de obesos, frente a los pocos que sí lo hacen, con un 12,9 por ciento de obesidad. Además -comentó la doctora De Cos- se aprecia un descenso significativo del HDL (colesterol bueno).
La nueva dieta escolar
El modelo de referencia para el estudio CAENPE, realizado en la Comunidad Autónoma de Madrid, se define como el que contempla una ingesta media de aceite de oliva (17gr/1.000 kcal), frutas+verduras (200 gr/1.000 kcal), pescado (30 gr/1.000 kcal), legumbres (8 gr/1.000 kcal).
Lo observado en la población escolarizada madrileña poco tiene que ver con este modelo. Ha aumentado el consumo de carne y embutidos y, por tanto de grasas de poliinsaturadas y saturadas, que superan los niveles recomendados por los expertos en nutrición. El consumo de pescado se ha reducido a la mitad de lo recomendado, mientras que el de verduras ha caído hasta los 27,68 gr/1.000 kcal y el de frutas a 73,16 gr/1.000 kcal. Por otra parte también se ha reducido el consumo de productos lácteos (151,99 gr/1.000 kcal) y se ha incrementado espectacularmente el de dulces y golosinas hasta 41,06 gr/1.000 kcal y el de bebidas (refrescos) hasta 52,45 gr/1.000 kcal.
La especialista del Hospital La Paz de Madrid resumió todo este compendio de datos en una conclusión: Han perdido presencia en la dieta de los niños los alimentos básicos y se ha trasladado su lugar a alimentos que no pueden sustituir sus propiedades nutricionales.
Las causas de este cambio de patrón alimentario se sitúan solo en parte en la responsabilidad de los adultos. Por un lado, los comedores escolares parecen no tener criterios nutricionales a la hora de definir los menús de los niños que comen diariamente en ellos. Por otro, según los expertos, se ha producido también un cambio en los hábitos alimentarios de los adultos que se está trasladando a la población infantil. Los padres, por criterios de comodidad familiar, están perdiendo también las referencias nutricionales saludables.
«Sin embargo -advirtió la doctora De Cos- se aprecia un componente de alimentos propios en la actual dieta infantil. Productos sobre los que deciden los niños y sobre los que existe una publicidad muy agresiva dirigida específicamente a ellos.
Según esta especialista, para los padres la buena comida ha dejado de ser un buen referente, prevalece la comodidad que supone ceder a los gustos y requerimientos de los niños y no se educa a éstos en el aprendizaje del reconocimiento de nuevos sabores, texturas, etc. Y por si fuera poco, los alimentos básicos están huérfanos de publicidad.
Las consecuencias de todo ello, según los expertos, son preocupantes: aumenta la obesidad infantil, crecen los índices de hipercolesterolemia, se afianza una dieta rica en grasas saturadas y poliinsaturadas, se arrinconan los alimentos básicos, prevalecen las golosinas, los dulces y otros alimentos que solo aportan calorías vacías y, con todo ello, se ha perdido la referencia de lo que en España siempre ha sido una alimentación saludable, es decir, la dieta mediterránea, puesta como ejemplo por los especialistas de todo el mundo.