Reuters Health, 28 de Octubre de 2002
Quienes se preguntan por qué sienten hambre antes que sus amigos después de haber comido lo mismo, o por qué comen galletas con más frecuencia que los demás tras experimentar una ruptura emocional, podrían hablar con sus padres para conocer la respuesta, según un nuevo estudio.
Veronique Provencher, de la Universidad Laval, en Quebec, y su colegas, hallaron que ciertas conductas alimentarias tienden a darse en las mismas familias.
Por ejemplo, las personas que pierden control de lo que comen, quizás engullendo papas cada vez que se sienten tristes, podrían tener familiares que hagan lo mismo, informaron los investigadores.
Algunas de estas conductas alimentarias podrían hacer a algunas familias más proclives que otras a la obesidad, dijo Provencher. Comprender los hábitos de alimentación de un miembro de la familia podría ayudar a mantenerse en un peso saludable.
«Tenemos que considerar la posible influencia familiar sobre las conductas alimentarias», dijo la investigadora durante la LXXXV Reunión Anual de la Asociación Estadounidense de Dietética (ADA).
Provencher y su equipo basaron sus hallazgos en entrevistas con 308 hombres y 424 mujeres de 202 familias. Los autores anotaron cuán obesa era cada persona, y les preguntaron sobre ciertas conductas alimenticias.
Provencher explicó a Reuters Health que estas conductas se relacionaban con la frecuencia con que seguían una dieta, si comían en respuesta al estrés u otro factor medioambiental, y con cuánta facilidad volvían a tener hambre.
Los investigadores hallaron que el parecido familiar, o la tendencia de una familia a adoptar la misma conducta de alimentación, probablemente influyó en si las personas comían en exceso en respuesta al estrés o en la rapidez con que se sentían de nuevo hambrientos.
Sin embargo, las conductas familiares no parecieron inclinar a las personas hacia la dieta o hacia ciertas conductas dietéticas, como contar calorías.
No se sabe con certeza en qué grado el parecido en los hábitos de alimentación proviene de los genes comunes o de un entorno común, dijo Provencher. Sin embargo, el entorno definitivamente juega un papel importante, indicó la investigadora, ya que los autores identificaron conductas alimenticias similares entre los cónyuges.
Sin embargo, cuando los científicos tomaron en cuenta, en su análisis, la obesidad, las tendencias familiares hacia ciertas conductas alimenticias ejercieron menos influencia. Provencher explicó que, cuando consideró el grado de obesidad de una persona, los antecedentes familiares parecieron influir sólo en la susceptibilidad de esa persona al hambre, y no en ninguna de las restantes conductas alimenticias.