- Un trabajo publicado por el American Journal of Clinical Nutrition afirma que “el consumo de bebidas azucaradas no está asociada con el aumento de peso en la adolescencia”
- Según datos facilitados por la AESAN, España ya sitúa su tasa de obesidad infantil y juvenil (2-17años), en el 9,13%, mientras que el sobrepeso se encuentra en el 18,48%
- Las actuales herramientas para luchar contra el sobrepeso y la obesidad son: dedicar de 15 a 45 minutos a cada ágape, según tipo de comida, hacer cinco comidas al día y abandonar el sedentarismo optando por la práctica diaria de ejercicio
Noticiasmedicas.es enero de 2010
Un reciente estudio publicado por el “American Journal of Clinical Nutrition” derriba el viejo mito de la asociación entre consumo de bebidas azucaradas y obesidad, afirmando que no hay ninguna relación entre ambos siempre que el consumo de refrescos sea moderado.
El estudio, titulado “Hábitos de bebida en adolescentes y cambios en el peso con el paso del tiempo”, incluyó una cohorte de 2294 adolescentes con un seguimiento longitudinal a cinco años. Su objetivo era ver qué cambios se producían en sus cuerpos con el consumo de diferentes tipos de bebidas, incluyendo las azucaradas. El trabajo se dividió en dos fases (1998-99 y 2003-04) para valorar los cambios en los patrones de comida y peso relacionados con la evolución de los adolescentes a la edad adulta.
La conclusión del estudio es clara: “No existe asociación entre consumo de bebidas azucaradas y zumos en relación con un aumento de peso”. Aunque también sugiere nuevos estudios prospectivos que incluyan criterios tales como el cambio de metabolismo en los adolescentes y los hábitos alimentarios de éstos.
El problema de la obesidad infantil y juvenil es motivo de preocupación de todas las autoridades sanitarias y, según datos facilitados por la AESAN España ya sitúa su tasa de obesidad, entre la población infantil y juvenil (2-17años), en el 9,13%, mientras que el sobrepeso se encuentra en el 18,48%.
Déficit alimentario y sedentarismo
Con este marco de fondo, a la hora de abordar los principales motivos que puedan haber conducido a esta situación, ha de tenerse en cuenta el importante déficit alimentario. Los resultados del programa Perseo presentados este año indican que los niños de 6 a 10 años consumen grasas en casi el 40% de la ingesta energética, cuando se recomienda el 30%. Así y comenzando el análisis por el desayuno se observa que a esta primera comida del día se le dedica un tiempo insuficiente. Según datos recientes de la AESAN, el 8% de los niños en edad escolar, acude al colegio sin desayunar.
En este sentido el estudio EnKid, ya evidenciaba que el 6,2% de la población infantil y juvenil española no desayunaba habitualmente, existiendo una relación clara entre este mal hábito alimenticio y la obesidad. A esto ha de sumarse el hecho de que, según este mismo estudio, casi un 60% de los niños dedicaba al desayuno menos de 10 minutos, lo que se asocia a una baja calidad nutricional.
Asimismo, el resto de comidas del día tampoco resultan mucho más ventajosas, considerando un marco social y educacional en el que los menores invierten muchas horas al día (3 según los últimos estudios) delante de la televisión o del ordenador, favoreciendo el sedentarismo.
Hoy en día se ha visto que para invertir la tendencia ascendente del sobrepeso y la obesidad, como mínimo hay que dedicar de 15 a 45 minutos a cada ágape, según tipo de comida, hacer cinco comidas al día y abandonar el sedentarismo optando por la práctica diaria de ejercicio. Así el programa Perseo expuso que el 13% de los niños nunca hace deporte o actividades deportivas, y casi el 10% de los alumnos sólo realizan actividades deportivas de una hora a la semana, cuando los expertos indican que a esas edades, debe realizarse actividad física al menos una hora al día.
Otros estudios recientes
Cada vez son más numerosos los estudios sobre consumo de refrescos y obesidad, que intentan arrojar luz sobre este vínculo. Así, la revista científica “Nutrition Research Reviews” publicó recientemente un artículo titulado “Refrescos y obesidad: una revisión sistemática de la evidencia en base a estudios y análisis”, en el que concluía: “La mayoría de estudios sugieren que el efecto del consumo de refrescos sobre un eventual aumento de peso es pequeño salvo en personas propensas a ganar peso o que tengan altos niveles de consumo”.
Por otro lado, el Estudio Avena, realizado por científicos españoles del CSIC, sobre una muestra de más de 1.500 adolescentes de nuestro país, afirma que “no hay una relación directa entre el consumo de bebidas refrescantes y obesidad”, reclamando una línea de actuación para las autoridades sanitarias que se centre prioritariamente en la recomendación del seguimiento de una dieta adecuada y el abandono de la vida sedentaria.
Los resultados de este trabajo desmienten las informaciones que afirman que el consumo moderado de refrescos causa obesidad. El trabajo incluyó una muestra de 1.523 personas, situadas en la franja de edad que va de los 13 a los 18 años, de diferentes provincias españolas, e indica que los resultados de los estudios que hablan de una relación entre obesidad y consumo de refrescos son “débiles e inconsistentes”.
Los resultados del Estudio Avon realizado el pasado año en Cambridge, con una muestra total de 1.203 niños de entre cinco y seis años de edad tampoco mostraron una asociación significativa entre la obesidad y el consumo de bebidas azucaradas. Además este estudio abunda en unos datos que también se obtuvieron en el estudio “Hábitos de bebida en adolescentes y cambios en el peso con el paso del tiempo”, arriba referenciado, con relación a las bebidas light, donde los resultados sugieren que el grupo que ingirió bebidas bajas en azúcares tendió a engordar más que el grupo que consumió bebidas “no rebajadas”. Esto parece ser debido a que los niños que tienen tendencia a engordar utilizan bebidas bajas en calorías como parte de un plan dietético, claramente ineficaz.
Los investigadores que participaron en este estudio afirman que hay muy pocas pruebas de que las bebidas azucaradas jueguen un importante papel en la obesidad comparadas con otras comidas, aunque también insisten en la necesidad de aportar equilibrio en la dieta.
También en este ámbito, científicos de la Universidad de Otago, pertenecientes a diferentes áreas médicas, analizaron concretamente el consumo de azúcar o sacarosa y su relación con el peso corporal. El trabajo, publicado en “Public Health Nutrition”, tenía por objeto investigar la posible relación entre el índice de masa corporal (IMC) y el consumo de azúcar y grasa en adultos y niños de Nueva Zelanda. Para ello, se realizó un estudio transversal en hogares y colegios del que formaron parte 4.379 adultos (mayores de 15 años) y 3.049 niños (de 5-14 años). Sus resultados muestran cómo los adultos con sobrepeso u obesidad no realizaron un consumo mayor de 888azúcares o sacarosa que los adultos de peso normal.
En consecuencia, no solo los patrones dietéticos son importantes, sino que también lo son los hábitos alimentarios y de actividad física que se tienen que tener siempre en cuenta cuando se evalúan en relación con la obesidad.