Titanes de los fogones

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«Titanes de los fogones» surge con la idea de profundizar en la vida de esos personajes que año tras año y con gran esfuerzo han elevado el nivel de la gastronomía española. Vidas de sacrificio que han hecho que como auténticos titanes salieran adelante en las empresas más inverosímiles.
En “Titanes de los fogones” se profundiza, sobre todo, en el aspecto humano, en la dedicación, en la infancia y adolescencia de muchos de ellos que partiendo de pocos medios económicos han llegado a poseer importantes fortunas.

A través de la vida de estos titanes conoceremos la historia de la gastronomía española del último siglo y encontraremos respuesta a muchas de las preguntas que quedan en el aire ¿Cómo es posible que hasta “Casa Lucio” acudan las más importantes personalidades del mundo de la política, la literatura, la música, etc…? O en el caso de Abraham García ¿Cómo es posible que un pastor se convierta en uno de los cocineros más importantes de este País?

En este libro abordaremos la vida de muchos personajes imprescindibles para conocer la historia gastronómica española y además incluiremos una información útil para el lector: los datos de interés del restaurante en cuestión (dirección, teléfono, precio-medio) así como los platos recomendados y una receta seleccionada. Como curiosidad se desvelará a qué restaurante van ellos cuando salen a comer o a cenar.

También incluye material gráfico de los protagonistas y de sus restaurantes.Un libro más que interesante, para todos aquellos que amamos la gastronomía. Además en Nutriguia.com tenemos la suerte de conocer a uno de sus autores, Joaquín Merino, al que admiramos profundamente.

¿Quieres empezar a leerlo?

(Medio siglo de gastronomía española)
No tengo más remedio que empezar con una serie de puntualizaciones
para evitar suspicacias y tontunas. Y déjenme que les diga ante
todo, limeños, que no comparecen aquí todos los que son, ya que
muchos colegas de los personajes incluidos en esta primera selección
poseen los mismos méritos, han construido desde la nada imperios
gastronómicos similares, son tan titanes como el que más. La editorial
nos ha pedido veintiseis protagonistas, y aquí van. Si ustedes, lectores/
as, nos arrancan este libro de las manos, estamos dispuestos a
construir otro y otro y otro “till death us part”, y esto último lo digo
primordialmente por mí. Más matizaciones: resulta posible que el lector
(y la lectora, ¡leñe!) no encuentre en esta obra al cocinero o cocineros
más en boga, sobre todo mediáticamente, y la razón es muy
sencilla. Nuestro proclamado propósito consiste en desentrañar la
existencia, casi siempre durísima, de esos héroes españoles que nos
han dado de comer públicamente desde hace medio siglo, grosso
modo, lo que excluye a algunos, bien por razones cronológicas o porque
su cocina, que ya no procede de fogones sino de talleres o laboratorios,
no tiene nada que ver con nuestros tradicionales condumios.

Incluso para elegir inter-pares he tenido yo mis buenos getsemaníes.
A igualdad de méritos, ¿por qué éste y no aquél? Y, desde luego, no
todos han sido igual de titanes en cuanto a esfuerzo, tesón, privaciones
o capacidad de supervivencia. Tampoco hablamos de cocineros en
sentido estricto, pues no todos estos paladines saltaron al éxito o
incluso la fama desde los fogones, sino desde su amor a la gastronomía,
su intuición, sus dotes para inspirar a los cocineritos empíricos…
y al decir esto no tengo más remedio que evocar al inolvidable Víctor
Merino, creador de El Molino de Puente Arce y tantas cosas más, ya
desaparecido, paradigma de lo que afirmo. Otrosí pido humildemente
a los lectores y sobre todo a las lectoras, que no se pongan como
unas hidras conmigo por hablar de “titanes” y no “titanas”. Esto es
así, no sólo porque nuestro bello idioma considere el masculino gené-
rico de la especie, incluso en ejemplos seculares, como “hombre” por
“humanidad”, sino porque en la España de siempre, ésa que hoy llamamos
con razón machista, eran los hombres quienes emigraban desde
sus pueblos deprimidos hacia las ciudades, algo más prósperas,
para ganarse el pan con el sudor de su frente: constituían una turba de
muchachos casi siempre sin estudios, famélicos y asustados, que se
convirtieron en “audaces y temerarios” y abandonaron sus lares y
familias por pura necesidad: muchos de ellos derivaron, con magros
salarios e interminables horas cotidianas de trabajo, hacia la hostelería.
Los más tesoneros y espabilados lograron en el devenir de los
años convertirse en avezados empresarios, llegaron a codearse con los
grandes o presuntamente grandes de la Tierra y hasta se hicieron
famosos ellos mismos: el ejemplo más paradigmático es sin duda
Lucio. Se hicieron públicos y notorios, saltaron a los papeles y las
teles, y ahí siguen. Por ejemplo Santiago Domínguez, fundador en
Marbella del solidísimo y espléndido restaurante que lleva su nombre,
tras cincuenta años ejerciendo allí como empresario de hostelería,
abrió el año pasado la actual niña de sus ojos, el Ruperto de Nola,
nombre que no sólo obliga a mucho, sino que rompe por completo
con su línea anterior e inaugura para él una nueva etapa de modernidad
erizada de asechanzas… cuando ya lo tenía todo atado y bien atado.

Creo que cuanto antecede explica más que suficientemente por
qué hay más titanes que titanas en el último medio siglo de restauración
pública española y consecuentemente en este libro, aunque
haberlas, háylas. Y no es que algunas mujeres no siguieran también las
tristes sendas de la emigración en busca de un mayor bienestar económico
para ellas y sus familias, primordialmente los progenitores
viejos o enfermos o paupérrimos. Pero pongámonos en su lugar y
tiempo: la mujer nacía capitidisminuída por decreto, su rol vital –“en
casa y con la pata quebrada”— estaba predeterminado en los cielos
por el Señor Dios de los Ejércitos y en la Tierra por don Francisco
Franco Bahamonte, Caudillo de España. Su guía para la salvación
telúrica y eterna se basaba primordialmente en no quebrantar el sexto
mandamiento de la Ley de Dios, mantener intacto de por vida el
himen a no ser que llegara un “buen marido” desvirgador, que habitualmente
no llegaba, y mantenerse a la vista del buen párroco, del
buen comandante de puesto de la Guardia Civil si lo hubiere y el
señor jefe local del Movimiento, que seguramente lo habría, así como
de las buenas (y repugnantes) viejas-beatas-cotillas de la pequeña
comunidad, porque ¿cómo iba una “chica decente” a zafarse del ojo
bigbrotheriano de su pueblo y trasladarse a la gran ciudad más próxi-
ma, aunque ésta no rebasara los mil habitantes? ¿Cómo cuidar el
himen en una urbe grande, con la de pecado que allí anida? Por otra
parte, si los chicos no accedían casi nunca a un grado de instrucción
mínimamente potable, qué decir de las chicas, sabedor su pueblo de
que el mejor destino para ellas era el convento, como esposas de
Señor, o el santo matrimonio católico, apostólico y romano, hermoso
simbolismo de la unión de Cristo con su Iglesia.

Pero algunas se iban, como decíamos antes de que me embargase
el frenesí del párrafo anterior, y así como muchos de los varones trashumantes
se decantaron por la hostelería, según hemos quedado,
ellas, menos instruídas y más acomplejadas, buscaron su salida casi
única en el llamado servicio doméstico, siempre que el “Malo” no las
tentase convirtiéndolas, pobriñas, en putas. La mayoría fueron, así,
tatas, chicas, muchachas, chachas, “marmotas”, entregadas al servicio
de los más pudientes. Y si Santiago, ¡dichoso Santiago!, se fue de educando
de banda al batallón de Sanidad de Burgos y devino empresario
de hostelería, sus paisanas y coetáneas de Vadocondes se quedaron
en tatas rasas: yo he estado en Vadocondes hace no sé cuánto, y todos
los hombres de la generación de Santiago eran solterones. Ellas puede
que conservaran el himen, aunque no sé yo, con aquella “harka”
(que se decía mucho por aquel entonces) de señoritos calaveras enaltecidos
por el afrodisíaco de la victoria en la guerra civil española y
amparados por una tácita y benévola impunidad. Sea como fuere,
¿quién va a acongojarse medio siglo después por la “flor de la pureza”
de aquellas pobres sirvientas? Y, eso, que los mozos no emigrantes de
Vadocondes, varados definitivamente sobre la ingrata tierra de sus
desvelos campesinos, se quedaron para vestir santos.

Un libro más que interesante

Datos:

  • Título: Titanes de los fogones
  • Editorial: El tercer nombre
  • Autores: Joaquín Merino y Alberto Granados
  • Páginas: 25.50 x 24.5 cm / 144 pp
  • Encuadernacion: rústica con solapas
  • Precio: 29.50 €
  • ISBN: 84-934436-3-8
  • www.eltercernombre.com