Cantabria en otoño, un paraíso natural

¿Qué mejor forma de recibir el otoño que con un viaje a Cantabria? Recorrer los Picos de Europa, con un poquito de senderismo, visitar El Soplao la joya mimada de sus cuevas geológicas, admirar la neocueva de Altamira e imaginar lo que sintieron esos primeros artistas por estas mismas tierras… Y de paso recorrer Comillas, San Vicente de la Barquera, el monasterio de Santo Toribio de Liébana, Potes, Ruente, Santander… Sin olvidarnos de esa soberbia gastronomía, que no deja de sorprendernos o de Cabárcenos, un increible espacio natural. Como nos decía Francisco Javier López Marcano, Consejero de Cultura, Turismo y Deportes de Cantabría, una de las ventajas de esta Comunidad Autónoma es que es «abarcable». Al ser una Comunidad pequeña puedes recorrerla, cambiar de ambiente (mar, montaña, interior…), en una palabra: abarcarla. ¿Qué todavía no conoces Cantabría? Dedícale tres o cuatro días (cualquier puente), una semana si te es posible, y ¡a disfrutar!

Primer día

Nada más aterrizar en esta bonita tierra pusimos rumbo a Comillas, nos adentramos en el Parque Natural de Oyambre y llegamos a nuestro primer destino: San Vicente de la Barquera. Esta villa se encuentra en la costa occidental de Cantabria y es cien por cien marinera. Su puerto es el corazón de los barquereños. Antes de comer dimos un delicioso paseo por sus calles, para contemplar su Puebla Vieja, declarada Conjunto Histórico Artístico. Entre otros admiramos el Castillo del Rey, del siglo XIII y la Torre del Preboste. Andando, andando (subiendo), llegamos la iglesia de Santa María de los Ángeles, del siglo XIII, gótica, que contiene la estatua funeraria del Inquisidor Corro.

Más tarde nos dirigimos al almuerzo en el restaurante Maruja (C/ Generalísimo, tel.: 94271 00 77), un lugar emblemático en el arte de la cocina. En él, desde 1941 tres generaciones han estado y están al servicio del cliente (la fotografía de Maruja, la madre, preside la entrada al local). Por suerte nuestra visita a San Vicente de la Barquera coincidía con la celebración del 15º Certamen del Marisco (del 25 de septiembre al 4 de octubre), organizado por la Asocición de Comerciantes Barquereños. Maruja, junto a otros 7 restaurantes (Augusto, Boga-Boga, Costa Mar, Dulcinea, El Marinero, Las redes y Los arcos) dispusieron para este Certamen un menú formado por una rica mariscada que incluía: bogavante, buey de mar, 4 langostinos, 4 cigalas, 6 gambas, 2 ostras, almejas y vino Albariño Leiras 2008, por 75 euros.






Nosotros probamos muchas de estas delicias del mar y además exquisitos percebes. En palabras de Andrés Alonso, de Recursos Turísticos de Cantabria y el mejor embajador de esta tierra: «Vamos a tomar lo mejor del mar, percebes, nécoras y ostras». Empezamos por una «Ensalada de frutas y frutos del mar», después los mariscos antes citados y algunos más (exquisitos) y finalmente de postre, un rico «Souflée de la casa», una receta original de Maruja. José Luis, chef y dueño del restaurante nos contaba que mantienen muchas recetas (la mayoría) de la abuela Maruja y en especial sus postres. Nos decía también que su padre era pescador… nos hablaba con cariño de su oficio.

Tras la copiosa mariscada dimos otro paseo por la villa, y llegamos hasta el santuario de la Barquera, la patrona. A media tarde nos trasladamos a la comarca de Líébana, para acomodarnos en el hotel Del Oso, en Cosgaya (tel.:942 73 3018), la cena la hicimos en este bonito hotel, situado en un lugar privilegiado, en pleno Parque Natural de Picos de Europa. Del Oso consta de dos construcciones de piedra y madera, en un enclave ideal para disfrutar y contemplar la naturaleza (hacer excursiones, senderismo…). Se encuetra en la carretera CA-185, que une Potes con Fuente Dé. ¿Quieres saber que cenamos? Ensalada con anchoas, queso fresco y lechuga, Croquetas, Tabla de quesos y de segundo (optativo) un buen solomillo. Revisando su carta vimos unos precios muy competitivos: cocido lebaniego, 10 €; cocido montañés, 10 €; judías (tipo fabada), 12 €…

Segundo día

Muy de mañana nos dirigimos hacia Fuente De, para subir en el teleférico a los Picos de Europa, que dan nombre a un maravilloso Parque Nacional. Justo en el corazón de los Picos se encuentra el teleférico, que salva un desnivel de 750 metros, situando al viajero en los 1.850 metros de altitud en menos de 4 minutos (sí, sí, has leido bien en sólo 3 minutos y 40 segundos). Desde abajo, observar el recorrido impresiona. Y una vez arriba, tras la subida en la cabina, con capacidad para 20 pasajeros admirando un paisaje increíble, la sensación es sobrecogedora (en especial si te atreves a poner los pies sobre el mirador de rejilla y mirar hacia abajo ¡uf!). Desde allí nos dirigimos haciendo senderismo hasta el Hotel Áliva (un recorrido de unos 4 km), una experiencia digna de vivirse, incluso para turistas sedentarios. Desde el hotel nos dirigimos en todoterrenos hasta el pueblo más cercano, recorriendo vericuetos de montaña, más altos que las nubes, con unos precipicios impresionantes y viendo volar por encima de nosotros a los buitres…

Tras visitar más tarde algunos pueblos típicos llegamos a Potes, otro bonito pueblo cántabro. Callejeamos por su calle más comercial, por su plaza, y a la hora de comer nos dirigimos a El Bodegón (San Roque, 6. Tel.: 942 730247). Este local es una típica casona cántabra de piedra y madera, fundada en 1710 y muy bien conservada. Su cocina es casera, hecha con productos de la tierra, tradicional y lebaniega.
¿Qué podíamos comer allí? Pues un bárbaro Cocido lebaniego (12 €), con su exquisita sopa, y una fuente gigante con las carnes (incluye costillas), garbanzos, chorizo, repollo… en tal abundancia que resulta casi imposible acabar con él. ¡Imprescindible!

En su carta precios muy «anticrisis»: Fabada, 9 €; Alubias (chorizo y morcilla), 6 €; Revuelto de erizos de mar, 10 €; Bonito, 12 €, Bacalao/Merluza, 12 €; Borono (muy típico y parecido a morcilla frita con manzana), 6 €… En cuanto a los postres, hay incluso una singular Tarta de orujo, 3,60 €. En cuanto a los caldos, el vino de la casa son 6 € y por ejemplo el precio del Pago Capellanes es de 24.00 €. El servicio de mesa impecable.

Tras la comida nos dirigimos al Monasterio de Santo Toribio de Liébana. Cantabría como decíamos al principio tiene muchos atractivos: su paisaje, sus playas, su montaña, sus cuevas, su gastronomía… pero también es un lugar de culto o peregrinación. En el mundo hay 4 lugares singulares en este sentido: Jerusalén, como escenario de la pasión y muerte de Jesús; Roma, donde se encuentra la tumba de San Pedro, que constituyó la piedra angular del catolicismo; Santiago de Compostela, Patrón de España, bajo cuya advocación se luchó contra la expansión del Islam, que amenazaba con llegar hasta el corazón mismo de la Europa cristiana y… desde 1512, formalizado por derecho, el Camino de Santo Toribio de Liébana, en Cantabria.

Los monasterios eran explotaciones agrarias que atendían a peregrinos, alojaban a los viajeros y regidos por normas muy estrictas. Nuestra guía, Pilar nos contaba quién fue Santo Toribio de Liébana: obispo de Astorga hacia el año 450. Antes de recibir la ordenación episcopal, siendo presbítero, fue a Jerusalen, donde permaneció unos años al frente de la Sacristía del Santo Sepulcro.

A su vuelta a España se le permitió traer algunas reliquias, entre ellas, un trozo grande de la cruz del Señor. Dichas reliquias fueron probablemente depositadas en la catedral de Astorga. Según los Santorales murió el 16 de abril del año 460. De ahí que se celebre el Jubileo los años en que dicho día cae en domingo.
Tras la invasión musulmana, las reliquias se trasladaron, junto con los restos del obispo al monasterio de San Martín, que había fundado en Liébana, el monje Toribio de Palencia.
En el monasterio de Santo Toribio de Liébano, en la capilla del Lignum Crucis se encuentra un bello baldaquino dorado en el centro del presbiterio, construido hacia 1705, en el que se guarda una cruz de plata dorada del siglo XVII, el Lignum Crucis (que da nombre a la capilla como indicábamos arriba). Se trata de la reliquia de la Cruz de Cristo más grande que existe en la actualidad. Es el mismo trozo de madera Santa que trajo desde Jerusalén Santo Toribio de Astorga en el siglo V. Un análisis científico, realizado en el año 1958 en el Instituto de Ciencias Forestales de Madrid, revela que se trata de una madera de ciprés oriental, de hoja perenne, que tiene más de 2.000 años de antigüedad. Este monasterio es por tanto un lugar muy importante para los que somos creyentes.

Nada más terminar la visita al monasterio nos dirigimos al bonito hotel Malvasía (hotelmalvasia.com), de Cabariezo, en los Picos de Eurpa (Tel.: 942 73 51 70), muy próximo a Potes (3 km). Las habitaciones, todas, absolutamente espectaculares, decoradas con un gusto exquisito (con nombres de vinos todas ellas: Malvasía, Syrah, Cabernet Sauvignon, esta última la habitación que yo ocupé, realmente soberbia, decorada en negro y plata, con spa en el dormitorio…, abajo a la derecha en la fotografía).





Tras un breve descanso visitamos su bodega «Picos de Cabariezo» y orujera. Cinco amigos vinculados a esta tierra decidieron plantar viñas nuevas y cuidar las antiguas que habían subsistido. Su esfuerzo ha sido para demostrar que estas viñas de montaña, protegidas por los Picos de Europa, con un microclima y un «terroir» único son idóneas para la elaboración de vinos expresivos, con carácter propio y exquisitos potenciales. Del resultado de tanto esfuerzo nace la nueva denominación «Vinos de la tierra de Liébana».

En esta bodega se utiliza una variedad de uva que es la mencía (tienen viñas centenarias de esta cepa única en el mundo, que también se encuentra en Galicia y León). También se han adaptado a la zona otras variedades como la syrah (tinta) y la gewurztraminer (uva blanca, que por cierto a mi me encanta). También visitamos su destilería (con las impresionantes alquitaras) donde se obtienen los famosos orujos lebaniegos. Las alquitaras destilan lentamente los hollejos procedentes de la vinificación, atrapando la esencia de ese licor antiguo. En época de destilación se puede ver incluso el proceso.
Visitas a la bodega: de lunes a viernes, de 11 a 14 horas y de 16 a 19 horas. Sabados y festivos: de 12 a 14 horas y de 17 a 20 horas. Teléfonos: 942 735 177-620 736 359. Más información: www.vinosylicorespicos.es.

Tras catar algunos de los vinos de esta bodega, en su tienda, nos dirigimos a Potes, para saludar al Consejero de Cultura, Turismo y Deporte de Cantabria, que asistía en uno de los hoteles de Potes a una entrega de premios.

Francisco Javier López Marcano nos habló de su bonita tierra, de algunos proyectos inmediatos (apertura de nuevos tramos en la cueva de El Soplao), nos decía que su Comunidad es la única en la que ha subido el turismo a pesar de la crisis… Al día siguiente al Consejero le iban a nombrar cabellero de la orden de Santo Toribio de Liébana (¡todo un honor!). También nos hablaba con orgullo, como ya habíamos mencionado, de la «abarcabilidad» de Cantabria y de las múltiples posibilidades turísticas de esta bonita tierra…

Finalizada la entrevista con Marcano dimos un agradable paseo por la villa de Potes y nos dirigimos a realizar una cena informal en Casa Cayo (C/ La Cántabra. Tel.: 942 73 01 50). Allí saboreamos diversas raciones: embutidos (lomo, jamón ibérico…), tabla de quesos con membrillo (fresco de Pido, Pido Peñarremoña, Picón Tresviso, Lebanés y Ahumado de Áliva, ensalada de bonito y pimientos asados, anchoas del Cantábrico con queso fresco, croquetas y unas chuletas de cordero con patatas. Todo riquísimo. ¿Y de postre? Los que tuvieron hueco para ello, una rica tarta de queso.

Tercer día

Salimos tras desayunar en el Hotel Malvasía hacia el valle del Nansa. ¿Nuestro objetivo? Visitar la maravillosa cueva El Soplao. La guía nos señaló antes de llegar el lugar del yacimiento de ámbar (en las proximidades del pueblo de Rábago), encontrado en 2008, y del que todavía están estrayendo piezas de increible tamaño, belleza, color (hay ambar azul)… El ámbar es una sustancia que se forma como resultado de la fosilización de la resina de árboles que vivieron hace millones de años. Con el paso del tiempo esta resina sufre unos procesos químicos (polimerización) y se convierte en ámbar.

Al ser la resina de naturaleza muy pegajosa, en ella pueden quedar adheridos diversos tipos de organismos como insectos y también restos vegetales como musgos, hojas o polen. La formación de ámbar implica la desecación de los restos contenidos en su interior, lo que favorece su conservación. Esto significa que los organismos incluidos en el ámbar se conservan con un grado de detalle excepcional, pudiéndose observar tejidos blandos como músculos. Los yacimientos de ámbar con restos fósiles son extraordinariamente escasos en el mundo. Esto se debe a que la fosilización de la resina no es habitual. Para que se produzca, primero es necesario que un árbol expulse resina, algo que normalmente hacen para protegerse de enfermedades o de los daños que les pueden causar los insectos. Posteriormente, es necesario que «atrape» algún insecto y que la resina se endurezca. Por último, la resina o el fragmento de la madera (tronco o ramas) en el que se encuentra la resina debe ser enterrado por arenas o arcillas, donde se produce la fosilización y el paso de la resina a ámbar.

La preservación excepcional de los organismos en ámbar permite obtener información acerca de cómo era la vida hace millones de años: los bosques, el clima y la fauna. Y por supuesto, también proporciona información sobre la evolución de algunos de los organismos que vivían entonces, los cuales están hoy en día extinguidos. Es como si viviéramos una imagen de hace millones de años congelada en un trozo de ámbar. El ámbar de El Soplao posee un excepcional valor científico de referencia internacional. Por ello forma parte del Patrimonio Geológico de Cantabria. Todos los ejemplares encontrados pasarán a formar parte del Museo de La Florida en la Plaza del Monte (Valdáliga). Los yacimientos de ámbar del Cretácico Inferior son muy poco abundantes en el mundo. Los hay en Oriente Medio, Francia e Inglaterra. En España los más notables son los de Peñacerrada-Moraza (Álava), San Just (Teruel) y El Soplao (Cantabria). El interés del ámbar encontrado en esta bonita tierra es precisamente por la cantidad de bioinclusiones, es decir, de restos de organismos que quedaron atrapados en la resina y que se conservaron cuando ésta se convirtió en ámbar. Es excepcional por su antigüedad, cantidad, variedad y la calidad de las piezas encontradas que incluyen insectos y otros artrópodos. También es excepcional la inusual abundancia de ámbar de color azul-púrpura, una verdadera rareza geológica.





Tras contemplar en el vestíbulo de las instalaciones algunas de las piezas de ámbar dispuestas en vitrinas, nos adentramos en El Soplao una de las mayores joyas de Cantabria. La cueva permite hacer dos tipos de circuito, uno turístico (y apto para todo el público), para el que se entra en un tren similar al utilizado por los mineros, y el otro circuito de aventura (en el que es preciso llevar un traje especial, linterna… y requiere una buena forma física). Tuvimos oportunidad de saludar a Fermín Unzué Pérez, director gerente de la cueva, instantes antes de que se adentrara con un grupo a hacer una visita de aventura. ¿Quiéres más datos? La cueva tiene más de 15 km. de desarrollo (recientemente han descubierto una galería virgen de 1,5 km). Se complementa con un entramado minero de 30 km de galerías y abundantes restos de arqueología industrial minera de los siglos XIX y XX.

Recorrer sus distintas partes, con las explicaciones de la guía, escuchando música clásica contemplar sus formaciones naturales como estalactitas, estalagmitas, columnas, banderas, las excéntricas que son las que hacen de esta cueva un lugar único… es una delicia. Estas últimas son formaciones naturales, de un blanco inmaculado, similares a los corales marinos… ¡increíbles!

Cómo llegar: Autovía A-8, Santander-Oviedo, salida 269 Los Tánagos-Pesués-Puentenansa. Una vez rebosado Puente El Arrudo, tomar la desviación a Rábago y al complejo turístico El Soplao. Desde la salida de la autovía A8 hasta El Soplao se tarda aproximadamente 30 minutos.

De El Soplao nos fuimos a callejear por un bonito pueblo cántabro: Carmona, que tiene un monumento a la vaca Tudanca (de cuernos altos, de Cantabria) y un monumento a los zuecos o madroñas típicos. Cualquier rincón del pueblo merece una fotografía o mejor varias, las flores en las ventanas, las casas de piedra, los lugareños con actividades artesanales en la puerta de su casa, unas mujeres limpiando judías en alegre conversación… hermosas estampas rurales.

Llegada la hora del almuerzo tomamos rumbo a Casa Nacho, en Ruente (tel.: 942 70 91 25), en una casona típica. El local está situado muy próximo a un puente, que cruza La Fuentona. En la fachada del restaurante un bonito azulejo que reza:


Detéganse buen amigo
aparte la sofoquina
mientras prueba complacido
nuestra española cocina.
Para el carro y toma nota:
es montañés el cocido,
nuestro pescado escogido
y el jamón es de bellota.
Tengo rabas y hay pan viejo
carnes de vacas Tudancas
disfruten hasta las trancas
con vino nuevo amigo.
Rojas alubias pacientes
en ollas ferroviarias
resucitan penitentes
honestas y extraordinarias.
Platos hechos al instante
al minuto, en el momento
para que usted caminante
disfrute del alimento.

Son palabra que a Nacho González le dedica Emiliano García. Y nosotros haciéndolas nuestras, disfrutamos de un excelente aperitivo bajo las sombrillas en la terraza (con ibéricos, rabas…) y después subimos a la planta de arriba, para dar buena cuenta de un rico plato de cuchara y un bistec de Tudanca. ¿Un vistazo a la carta? Los platos de cuchara: alubias rojas, 7,50 €; cocido montañés, 10,60 €; sopa de cocido, 4,80 €… Carnes: brocheta de solomillo Tudanca, 11,80 €; chuleta de ternera Tudanca, 14,90 €; chuletón vaca Tudanca, 32,90 €; solomillo de Tudanca, 17,90… Pescados: chicharro, 15,80 €; lubina salvaje grande, 22.00 €; nécoras, 32 €; rabas frescas, 11,80 €… La especialidad de la casa son los oricios, 15,80 €. Todos los pescados son salvajes.

En el restaurante de Nacho González se venden los productos La Alacena de Carlos Herrera (la foto de Nacho y Carlos destaca en una de las paredes): jamón ibérico de bellota, morcón de bellota, queso, vino…

Tras la comida, visitamos el Museo y la Neocueva de Altamira, en Santillana del Mar. Como muchos ya saben, para preservar esta cueva hace años se cerró al público y hoy lo que se visita es la Neocueva, una réplica exactamente idéntica de la original. Pese a tratarse de una réplica no puede hacerse ninguna fotografía.

Altamira es una cueva fósil de unos 300 m. de desarrollo, que tuvo una boca amplia, derrumbada en época prehistórica, quedando una pequeña oquedad de entrada. La entrada da acceso a un vestíbulo, ligeramente descendente, en cuyo fondo izquierdo está el gran panel de los polícromos. Actualmente éste se encuentra separado del resto del vestíbulo por un muro artificial. Continúa por una galería rectilínea, ligeramente descendente, bastante alterada por construcciones modernas destinadas a evitar posibles derrumbes. Posteriormente, se accede a un ancho corredor que desemboca en una sala amplia (conocida como “la hoya”), que continua por una galería estrecha y sinuosa, denominada “cola de caballo”, que en el fondo se hace impracticable. La cavidad presenta ocupaciones de hábitat de los períodos Solutrense (unos 18.000 años) y Magdaleniense Inferior (entre 16.500 y 14.000 años), períodos a los que debe asignarse, igualmente, el conjunto de expresiones parietales de la cavidad.

La cavidad fue descubierta, en 1875, por M. Sanz de Sautuola, quien practicó excavaciones en la misma. Asimismo, halló los grandes cuadrangulares negros del fondo de la cueva, entre 1875-1879. En 1879, y durante las excavaciones de Sautuola, su hija María descubrió los famosos polícromos. Por la baja altura del techo, la hija que era una niña fue la que miró hacia arriba y vió las pinturas rupestres y pensó que los bisontes que veía eran bueyes.

Altamira es enormemente rica en muestras de arte paleolítico, las cuales se distribuyen por casi toda la cueva, siendo el vestíbulo y la denominada “cola de caballo” (galería final de la cueva), las zonas de mayor concentración. La Sala de los Polícromos, sin duda el panel más conocido del Arte Paleolítico mundial y que ha sido denominada “la Capilla Sixtina del arte cuaternario”, contiene un gran conjunto de bisontes, aproximadamente una veintena, de gran tamaño y generalmente bícromos y grabados. Junto a ellos, y con las mismas técnicas de realización, hay una gran cierva, dos caballos y varios signos, entre ellos grandes claviformes en rojo con protuberancia central. También aparecen en la sala algunas manos en negativo moradas, varios caballos y bisontes en negro y un gran conjunto de grabados con ciervos, signos y varios antropomorfos.

En las galerías del interior, y en la sala central, son muy frecuentes las grabados naturalistas, representando sobre todo ciervos y caballos y las pinturas negras de animales y signos. En la conocida como “cola de caballo”,
destacan las conocidas máscaras, realizadas aprovechando las protuberancia de la roca y pintadas en negro.

Altamira brinda al visitante la posibilidad de conocer la belleza de su arte rupestre y el hábitat de sus pobladores. Es una reproducción rigurosa y exacta de la cueva y de sus pinturas, basada en el conocimiento científico y realizada con la más moderna tecnología.

Además dispone de una exposición permanente dedicada a “Los tiempos de Altamira”, donde se exhiben más de 400 objetos del Paleolítico superior.

Horario: De mayo a octubre de martes a sábado de 9.30 h. a 20.00 h. y domingos y festivos de 9.30 h. a 15.00 h. De noviembre a abril de martes a sábado de 9.30 h. a 18.00 h. y domingos y festivos de 9.30 h. a 15.00 h.
Información y reservas: Teléfono: 942818815 – 942818005
Correo electrónico: informacion.maltamira@mcu.es
URL: http://museodealtamira.mcu.es

Finalizada la visita a Altamira nos dirigimos a acomodarnos en el hotel Bahía, en Santander ( Plaza Alfonso XIII. Tel.: 942 20 50 00). Tras un breve descanso fuimos caminando por las calles de Santander, repletas de gente un sábado por la noche, hasta llegar al lugar elegido para la cena: el restaurante Cañadío (C/ Gómez Oreña, 15. Plaza Cañadío. Tel.: 942 31 41 49). Cañadío es un lugar que merece la pena conocer, por su soberbia cocina. Al frente del restaurante uno de los más grandes cocineros de Cantabria, Paco Quirós, a quién tuvimos oportunidad de saludar, junto a su esposa (ambos a la izquierda en la fotografía). Paco fue Premio Nacional de Gastronomía en 2007, un premio más que merecido, algo que bien pondemos asegurar después de haber probado el menú que nos había preparado.

«Todos inventamos algo, pero la mayoría copian a los demás. Lo difícil es reinventarse»

Son palabras de Paco Quirós, que el propio Marcano recalca en el prólogo del libro de Paco Quirós, «De pinchos en Cañadío»: «Paco es una persona que ha sabido reinventarse a sí misma», dice el consejero. ¿Quieres saber qué delicias tomamos en la noche del sábado? Tras subir la escalera de metacrilato que daba acceso a un comedor independiente -para grupos pequeños como el nuestro que era de unas 20 personas- Paco nos sorprendió con: un refrescante «Gazpacho de sandía» (delicioso), seguido por unos «Buñuelos de queso», a continuación «Boletus con huevo y crema de mero» (un plato extraordinario, para finalizar con «Jarrete» (Paco tuvo la amabilidad de hacernos mostrar la pieza en la bandeja entera, antes de servirla). Por cierto, el jarrete fue un final soberbio. Y como colofón final, de postre, nos sirvió un pequeño bizcocho de chocolate, con chocolate fundido en el interior, sobre un lecho de aceite de oliva (un contraste extraordinario). Solo me resta decir que Cañadío es un lugar imprescindible para cualquier paladar gourmet y para el de todos aquellos que quieran saborear cocina de calidad, cocina de autor, en Santander.






Cuarto día

Nuestra última jornada tenía un destino único: Visita al parque de la Naturaleza de Cabárceno (tel.: 942 56 37 36).
El lugar invita a perderse; a dejarse llevar entre rocas de color ocre
y aspecto lunar que definen su paisaje kárstico, enclavado en una antigua mina de extracción de hierro. Sin embargo, éste es sólo uno de sus rasgos, quizás el más llamativo, el del primer impacto. Después, llegará la sorpresa de 114 especies, cerca de mil animales viviendo en semilibertad, de un gran respeto al medioambiente, de sumo cuidado al reino animal y vegetal. Todo ello
hace que miles de personas lo visiten anualmente, una media de 600.000.

El visitante puede recorrer este territorio de 750 hectáreas en autobús, en quad o en coche. Una vez en el Parque podrá asistir a exhibiciones, a talleres medioambientales, practicar senderismo, descansar en sus cafeterías, en su restaurante o en sus miradores.

Pero, ésta es la faceta más pública de Cabárceno, es su vertiente turística. Sin embargo, el Parque desarrolla una gran actividad investigadora y conservacionista. La investigación orientada a la conservación de las especies es una de prioridades del Parque, en colaboración con entidades científicas y universitarias españolas y europeas. El estudio del comportamiento del elefante africano, y varios programas de reproducción de especies amenazadas –bisonte europeo, tigre, rinoceronte blanco, oso pardo…– son las principales actividades, y se desarrollan con gran éxito: el Parque de la Naturaleza de Cabárceno es uno de los pocos recintos de Europa donde todas las especies se reproducen de forma natural.

Igualmente, cuenta con el recinto de gorilas más grande de España y uno de los más grandes de Europa. En abril de 2007 el parque recibió dos nuevos inquilinos, Nadia y Nicky (el macho, a la izquierda en la fotografía de abajo), dos ejemplares de la especie Gorilla gorilla, procedentes del zoológico de Madrid.

De momento no han llegado a reproducirse, dado que Nadia se cree que ha sido una gorila maltratada y no tiene ninguna interacción con el macho. Nadia ni tan siquiera se atrevía a salir a la enorme extensión de la que disponen en el exterior (ahora, por suerte ya sale cuando la echan fuera la comida, pero la vimos recoger rápidamente los alimentos y meterse de nuevo en sus dependencias del interior). Esperemos que poco a poco los científicos e investigadores consigan que Nadia pierda sus miedos… También visitamos los tigres, los osos pardos (que se han reproducido en cautividad tanto que Cabárceno debe intercambiar o donar ejemplares para otros parques y reservas naturales), los elefantes (vimos a la pequeña elefante Cristina que sigue apartada de la manada, porque fue rechazada por su madre al nacer, debido a algún problema de salud, tras haber nacido hipermadura), los bisontes (de gran belleza y protagonistas de las más célebres pinturas rupestres de nuestras cuevas), camellos, rinocerontes… Lo más interesante de este gran espacio natural es que los animales no viven como en un zoo, viven en semilibertad, eso es lo que hace único a Cabárceno.

Tras la visita al paque, almorzamos en el restaurante Los Osos, del propio parque, en el que por unos 20 euros, puedes optar por unos menús más que dignos, dentro de un entorno único. En él tomamos una rica ensalada y magret de pato. Y del restaurante al aeropuerto y regreso a casa.

Cantabria es bonita siempre (primavera, verano, otoño e invierno), su oferta cultural, gastronómica, de aventura… es magnífica y cualquier momento es bueno para decicirse a visitarla. En menos de una hora de avión te adentrarás en un paraíso natural. Sigue nuestro consejo: visítala. Abajo en las fotografías, a la izquierda los bisontes, como los que se pintaron en Altamira, en el centro Nadia, la gorila, y a la derecha la pequeña Cristina, que todavía no está totalmente integrada en la manada de elefantes.