Comida o medicina

Escepticemia

Sobre el irresistible auge de los alimentos funcionales

A base de mirar con lupa los alimentos, la ciencia está consiguiendo que desde la humilde zanahoria hasta el primoroso aceite de oliva sean mucho más de lo que parecen. La vieja idea de que la comida es la mejor medicina está cada vez más refrendada por la ciencia, hasta el punto de que se está imponiendo en toda su literalidad. La irresistible penetración de los llamados alimentos funcionales nos descubre cada día que dentro de muchos productos naturales o elaborados se encuentra agazapada una eficaz medicina. Comemos, pues, no ya sólo para nutrirnos, sino para prevenir o tratar con este o aquel alimento las enfermedades que nos amenazan.

La lista de alimentos que encajan en la categoría de funcionales es tan larga como variada. Pensemos, por ejemplo, en toda la oferta de productos lácteos con lactobacilos para mejorar la salud gastroinstestinal. O en las leches enriquecidas con ácido oleico, con calcio, con vitaminas A y D, con ácidos grasos omega-3, con fósforo o con cinc; en las margarinas reforzadas con fitosteroles; en los cereales fortificados con más fibra y más minerales; en los zumos con una dosis extra de vitaminas; en la sal yodada… Son ya muchos los productos reforzados con vitaminas, oligoelementos y otros compuestos. Pero pensemos también en los alimentos naturales ricos en antioxidantes o en los panes integrales superfibrosos o en una taza de té rebosante de catequinas.

Cuando nos comemos una fruta, cerramos los ojos y casi podemos imaginar cómo todo un torrente de antioxidantes atraviesa las membranas mitocondriales de las células y se apresta a neutralizar a los peligrosos y cancerígenos radicales libres generados en la cadena oxidativa. Podemos pensar también en el vino y todos sus efectos cardiosaludables, tan estudiados en los últimos años, y recordar aquello que empezaron a poner hace unos años algunos bodegueros de California en las etiquetas: “Orgullosos de fabricar este vino le animamos a consultar con su médico de familia sobre los efectos del consumo de vino en la salud”. O referirnos también al milenario aceite de oliva, un símbolo único de cultura y salud, avalado por sus más de 3.300 referencias en MedLine como un alimento que ayuda a prevenir el cáncer, las enfermedades cardiovasculares y el deterioro cognitivo en la vejez, y que recientemente ha tenido en Jaén su primer Congreso Internacional sobre Aceite de Oliva y Salud.

La asociación de medicina y comida tiene, sin embargo, un punto de perversión: la dieta sana es uno de los pilares de la salud, pero poner excesivo énfasis en algunos alimentos, por muy funcionales que sean, es la mejor manera de malograrla. Hay que entender que la etiqueta de alimento funcional no es más que el penúltimo invento del mercado para promocionar sus productos. La ciencia seguirá descubriendo más y más efectos saludables en determinados alimentos, pero conviene recordar que la salud no está en este o en aquel producto concreto sino en el conjunto de la dieta.

Autor: Gonzalo Casino