El pasado viernes, día 21 de mayo, se inauguraba la Exposición El Cine del Vino, iniciativa de la Fundación Dinastía Vivanco, en el Ministerio de Medio Ambiente MARM.
El acto, al que acudieron numerosos medios de comunicación, comenzaba con la intervención de Bernardo Sánchez, comisario de la exposición y autor del libro El cine del vino, que ha analizado la presencia del vino en la filmografía española y extranjera de todos los tiempos. La muestra mantiene la misma estructura que diese Sánchez a su libro, en el que analiza más de 150 películas tan conocidas como Esta tierra es mía, Tierra, Providence, Padre Nuestro, Noche de vino tinto, Entre copas, Mondovino, Un buen año, French Kiss, Cuento de Otoño, El secreto de Santa Vittoria, Sin techo, ni ley, Oro fino, El extraño viaje, Sangre & vino, El duende de Jerez, El año del cometa, Falcon Crest, La bodega, Mala uva y Un paseo por las nubes. “El vino y el cine son dos productos que maduran en la oscuridad para salir a la luz” –ha dicho Bernardo Sánchez en su intervención-.
A continuación Santiago Vivanco, director de Fundación Dinastía Vivanco, presentó la muestra y habló de la influencia que el vino tiene en nuestra cultura, hecho que la Fundación viene demostrando a través de los diferentes actos que organiza y del Museo de la Cultura del vino, ubicado en Briones (La Rioja), que tiene una extensión de 9.000 metros cuadrados y, entre otras piezas, contiene la mayor exposición de sacacorchos del mundo. «La industria del vino tiene una deuda con la gente joven” –mantiene Vivanco- “ante el riesgo de que éstos confundiesen vino con alcoholismo, hemos orientado nuestra promoción siempre hacia un público adulto. Con esta fusión de vino y cine, probablemente será más fácil acercarnos a la gente joven”.
Fundación Dinastía Vivanco tiene intención de desplazar la muestra también a Bilbao, Londres y Nueva York. La exposición El cine del vino estará abierta al público de forma gratuita hasta el próximo día 28 de mayo.
EL CINE DEL VINO
Se trata de un recorrido enológico por la filmografía de todos los tiempos a través de diversas piezas como carteles, fotografías, fotocromos, programas de mano, bandas sonoras, libros, álbumes oficiales de festivales, lobby cards, cromos, etiquetas… e incluso un fill-cell facsímil de la película Fantasía, 240 cromos iluminados de Marcelino Pan y Vino, o un estereoscopio (artilugio pre-cinematográfico) con placas publicitarias para escaparates, conferencias y cines.
Las piezas expuestas pertenecen a películas de referencia que, de una manera u otra, han formado parte de nuestra vida, reflexiones, ocio… de nuestra percepción del séptimo arte y de nuestra sensibilidad como espectadores. Filmes que han sabido maridar el arte del cine y del vino en todas sus dimensiones. Una combinación que ha enriquecido los géneros del celuloide y que resume el mimo, la fragilidad, la inspección individual, el trabajo artesanal, la vocación y la pasión de aquel que “se vacía” al crear cine y vino. Ambos, productos de la oscuridad… y la luz.
La exposición El Cine del Vino da cuerpo al maridaje entre fotogramas y viñedos
Editado por la Fundación Dinastía Vivanco, el libro El Cine del Vino recorre de la mano de su autor Bernardo Sánchez, a través de 153 películas nacionales y extranjeras, la interesantísima y dilatada influencia del vino en el cine. No sólo en películas de referencia y en filmes que ya son míticos, sino en otras muchas que quizá han pasado más desapercibidas.
El libro comienza con un prólogo, titulado Una copa de Viggo, en el que el actor Juan Echanove rememora el rodaje de Alatriste, en el que la complicidad que compartió con Viggo Mortensen estuvo bañada por los vinos españoles: Echanove acercó los secretos de la tierra a Viggo y éste obsequió al equipo con doce cajas de Rioja del 94.
Como señala el autor, vino y cine son procesos artísticos muy distintos, pero vinculados por cuestiones íntimas, como el tratamiento de la luz y las sombras, donde la alternancia de los tiempos en la producción de ambos es la clave. Según Sánchez «el cine y el vino son un producto de la oscuridad, que es un elemento que asegura que una película esté bien impresionada y que un vino reciba la quietud que necesita. Pero además, los dos tienen cierta fragilidad, ya que son productos orgánicamente inestables que hay que cuidar con mimo». E incluso existen ciertos paralelismos industriales, como el hecho de que finales del XIX marca el nacimiento del cine y la industria del vino. Las palabras de Fréderic Strauss en Cahiers du Cinéma resumen la relación entre dos artes indiscutibles: “La magia del cine ni se mide ni se discute; es un alucinógeno que, como una botella de vino bebida de un tirón, tiene que entrarle a uno en el cuerpo”.
El Cine del Vino y la exposición de título homónimo, que aporta cuerpo visual a las palabras, demuestran que aquellos afortunados que hacen cine y vino saben, y sienten, lo que es la pasión. No existe buen vino ni buen cine desde la indiferencia y la frialdad, sino desde la convicción. Son productos en los que la persona se ha vaciado y ha dejado lo mejor de sí. Es único cada vez.
El profesor Bernardo Sánchez ha creado una bodega del séptimo arte insólita, que le ha permitido degustar el cine a través del vino, investigar entre viejos y nuevos fotogramas que, en definitiva, crean un perfecto maridaje en la historia del hombre, de un extremo a otro del planeta. El recorrido que hace El Cine del Vino incluye paisajes europeos y americanos, como retrato de los mejores viñedos cinematográficos de España, Italia, Francia y California, que sobrevivirán al paso del tiempo gracias a la inmortalidad del cine.
Además de recoger cintas españolas como Padre nuestro, Oro fino o Tierra, el libro detalla otras estadounidenses como French kiss, Un paseo por las nubes, Sangre y vino o las recientes Entre copas y Un buen año, con abundantes imágenes de carteles y fotogramas de las películas, que se añaden a la exhaustiva bibliohemerografía y la recopilación de páginas web de referencia.
Esta obra se detiene en aspectos artísticos y artesanos, un retorno al origen del vino y sobre todo al origen del cine, a través de aventura, misterio, hybris y lenguaje, que marca diferencias entre los estilos a un lado y otro del Atlántico, y que quedan reflejadas no sólo en la forma de hacer cine sino, también, en la forma de fabricar y degustar el vino. Nada que ver entre el estilo mediterráneo y el más puro estilo norteamericano a la hora de afrontar lo tangible e intangible. En el cine se recoge, como la cosecha tardía del mejor vino, cada instante de sudor y lágrimas que puede costar una buena botella o un gran fotograma, repasando cada escenario inevitable, de la tierra a la mesa, de las horas de rodaje y ensayos a los entretiempos de actores que comparten con sus compañeros el ardiente líquido que sirve de hilo conductor.
La exposición El Cine del Vino, fiel a la estructura del libro
La Fundación Dinastía Vivanco, gracias a su compromiso por la divulgación de los aspectos culturales del vino, pensó en profundizar en la vinculación de esta bebida y el cine, una de las expresiones culturales más importantes del siglo XX.
Así surge El Cine del Vino, una publicación de Bernardo Sánchez que recoge sus trabajos de investigación y reflexiones sobre el tema y, sobre todo, su amor por el cine. A partir de esta obra literaria de estudio y fascinación por el mundo sensual, mítico y mitológico del vino convertido en fotogramas, surge la exposición que reúne documentos, carteles, programas de mano, fotocromos… El objetivo de la muestra es acercar al público toda la documentación inédita y las herramientas de trabajo del proceso de investigación que conforman una visión tangible y corpórea de lo que el cine nos ha dado.
La uva macerada se bebe en innumerables películas, pero El Cine del Vino pretende destacar aquellas en las que este néctar adquiere sentidos diversos. Y no sólo el vino embotellado sino todas las labores, escenarios, situaciones y figuras que se le asocian: de la tierra a la bodega pasando por la mesa, de la fiesta a la tragedia, de la familia a la memoria. Sentidos poéticos, fabulescos, materiales, sensuales, míticos. Para ello, el autor ha sondeado en campos de la cinematografía mundial y ha realizado catas en su producción y autores. En su trabajo se visitarán los viñedos españoles, franceses, californianos o italianos –entre otros- para recordar los asuntos cinematográficos que se han cosechado en sus campos y calados. Se ensayarán los paralelismos entre la naturaleza e industrias del vino y del cine, desde el siglo XIX hasta nuestros días, y destacará en primer lugar su punto en común más profundo: ambos son productos de la oscuridad.
El Cine del Vino ofrece, en su cata, interpretaciones de películas como Esta tierra es mía, Tierra, Providence, Padre Nuestro, Noche de vino tinto, Entre copas, Mondovino, Un buen año, French Kiss, Cuento de Otoño, El secreto de Santa Vittoria, Sin techo, ni ley, Oro fino, El extraño viaje, Sangre & vino, El duende de Jerez, El año del cometa, Falcon Crest, La bodega, Mala uva, Un paseo por las nubes y excursiones a otras muchas. A través de ella se manifiestan los variados “planos” del vino en pantalla: producto, saga, misterio, aventura, romance e hybris.
Hay cine alumbrado por el vino y hay vino elevado por el cine a la categoría de argumento, de símbolo o de aventura. En general, el cine y el vino fueron elevando su verdad. La primera vez que coincidieron, en 1900, lo que necesitaban ambos era un poco de publicidad. Fue en Francia, claro, humus de lo espiritoso.
Siempre recordaremos Tierra por esa vinculación misteriosa e intrigante con el vino, la elegancia de los planos en los míticos viñedos californianos de Esta tierra es mía, un inolvidable Fernando Rey en Padre nuestro, o el vino disparatado de Un ratón en la luna.
ESTRUCTURA DE LA EXPOSICIÓN
SECCIÓN EL VINO RODADO
Subsección-Pie americano y pie francés
Nos acerca al estudio entre vino y cine en Francia y América, tanto en películas como personajes. Los hermanos Lumière, por ejemplo, tuvieron una estrecha relación con el vino gracias a sus padres, viticultores. Pie americano y pie francés se presentan como dos grandes mundos culturales.
Subsección-Obras de la oscuridad
Intimidad, la oscuridad de la bodega y de la sala cinematográfica. El proceso de la sombra que luego sale de nuevo a la luz. Cine y vino, dos artes, dos productos frágiles, ya que ambos pueden sufrir el síndrome del vinagre (en el argot cinematográfico, degradación de la película que es “pasta de sala”).
Subsección-En la órbita del vino (Y del ojo)
Un resumen general del vino dentro del mundo del cine. Una mesa revuelta en la que se sirven los recuerdos personales del vino en el cine; el autor de El Cine del Vino como espectador y su recorrido por la filmografía.
SECCIÓN PLANOS DE VINO
Subsección-El vino como producto
El cine, desde sus inicios, ha construido una imagen del vino dentro y fuera de la ficción. La imagen “de no ficción del vino”, la que podríamos considerar “documental o publicitaria”, se ocupa del ‘producto’ en su faceta divulgativa o comercial: de su industria. En ese momento el cine pasa a ser producto, como en aquellos primeros años del siglo XX en los que se enviaron cámaras a Alemania y Francia para recoger imágenes del vino. En España las claves cinematográficas se encontraban en los incomparables caldos del Jerez y Rioja. Mondovino fue el encargado de escribir y autorizar uno de los más respetados estudios vinícolas, culturales y políticos, que comparaban Europa y Estados Unidos.
Subsección-El vino como saga
En el cine y en la vida real, el vino puede identificarse con un concepto de sangre y lealtad familiar. Por él se han hecho y deshecho familias que nos recuerdan a dinastías vinícolas cuyos patriarcas no distinguían el vino de la sangre, la sangre del tronco y el tronco de la tierra de la saga. La línea de continuidad familiar y la transmisión de la tierra del vino son, en la ficción y en la realidad, trasuntos lo uno de lo otro. «Me metí en el vino porque amo a mi familia», es una de las contadas frases que escuchamos decir a Robert Mondavi en la película de Nossiter. El patriarca de los Mondavi es el emblema vivo de un orden que remite a la fundación de sociedades y dinastías en la América de entre finales del XIX y la primera mitad del XX, a causa de fenómenos como la inmigración, un orden extrapolable a otros ‘mundos’ que no son sólo el del vino, aunque Nossiter reconoce que «a lo largo de mis encuentros con viticultores del mundo entero durante los últimos veinte años, he podido constatar que este pequeño ‘mundo aparte’, podría ser muy bien la representación de ‘todo el Mundo’». ‘Bob’ Mondavi provino de Italia –como otras muchas familias que constituirán la nomenclatura del viñedo en Napa (la ficción da cuenta de ello: Griffantis, Giobertis, Agrettis, Di Cenzos…)- y hoy tiene más de noventa años.
Subsección-El vino como misterio
La clave que toda leyenda requiere para cautivar es el misterio. Para desvelarlo hay que acercarse a ver cómo es un producto, el vino, que recoge esencias, la tierra misma y metáforas del interior. El vino en sí mismo atesora un enigma que vincula la tierra, el hombre y lo espiritual. En ciertos –o ‘inciertos’- caldos se disuelven discretamente la memoria, la clave, el tiempo, el amor, el anima. Su transparencia garantiza la conservación e invisibilidad de la intimidad, del secretum. A veces hay un vino que obra un milagro. El vino es un texto y una textura subjetiva, subterránea, ‘mortal y rosa’.
Subsección-El vino como aventura
Desde la botella al viñedo, o su recorrido inverso, se podría decir que existe una aventura individual o épica. En El secreto de Santa Vittoria, película de 1969, se trata de defender una bodega del asalto nazi, lo que desembocará en una odisea llena de peripecias y riesgos. Como en esta cinta, el vino, su utillaje y su entorno, han sido en ocasiones motivo o testigo de la aventura, del conflicto: del drama, en definitiva. Imaginar cómo era/sería el cáliz de la Última Cena; perseguir en 1992 el rastro de una botella de vino de 1811; utilizar un Pommard de 1934 para embotellar uranio; defender la bodega de un pueblo italiano de la profanación nazi; unos tipos que andan entre el vino y sus asuntos (negros, más que tintos); una tinaja de vino recio que guarda el secreto de un extraño crimen y de un extraño viaje; una supuesta botella de jerez supuestamente comprada en una supuesta luna de miel provoca un crimen cierto (Alfred Hichcock presentó esta historia, no podía ser otro); una despedida de solteros ‘entre copas’ se convierte en una screwball, reposada finalmente en el poso melancólico de un Cheval Blanc Grand Cru de 1961; una partida de Beaujolais siniestrada obliga a dos amigos bon vivants a buscar un Beaujolais de repuesto… El vino como McGuffin o como móvil de una peripecia alrededor.
Subsección-El vino como romance
El vino en medio de las mesas de los amantes, el contenido de la copa para comunicarse, las personas que hablan a través del amor y de sí mismos con un vino mudo. Personajes distintos que intentan madurar como los vinos y exprimir la vida para que les dé más azúcar que alcohol.
Subsección-El vino como hybris
El vino y su poder para soltar la lengua, para desinhibir. El vino está en las historias, la pasión, la locura, en las zonas escondidas y ocultas del individuo. El vino conecta con el origen de muchas personas y las acompaña. A veces, es la metáfora de su vida.
Trayectoria del autor de El Cine del Vino, Bernardo Sánchez Salas (Logroño, 1961)
Profesor Asociado de la Universidad de La Rioja, donde imparte asignaturas que vinculan los lenguajes icónicos y la literatura, y miembro de la Asociación Española de Historiadores de Cine. Doctor en Filología Hispánica. Es autor de Rafael Azcona. Otra vuelta en El Cochecito (1991), Del cinematógrafo al Cinemascope (1991), 100 años luz. El tiempo del cinematógrafo en la Rioja (1995), Rafael Azcona: hablar el guión (2006, Editorial Cátedra), El Cine del Vino (2007) y co-coordinador de 12. Historia de la Academia (2000) (Para la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de España). Ha participado en volúmenes colectivos como la Antología crítica del cine español, el Diccionario del cine español (ambas de 1988), Cuentos de Cine (Alfaguara) y Semántica de la ficción (Universidad de La Rioja, 2000), y en monografías igualmente colectivas sobre Rafael Azcona, Bigas Luna, Luchino Visconti, Viçenc Lluch, José Luis Borau, el Documental Español, la Literatura y el Cine en España o El Quijote y el Cine. Ha colaborado en revistas de cine como Secuencias, Nosferatu y Archivos. Ha sido en los cursos 2003-2004 y 2004-2005 “Research Fellow” de la Universidad de Roehampton (Surrey, Londres), donde ha impartido varias conferencias sobre cine español.
Repartido su interés entre el cine y el teatro, ha publicado estudios sobre el autor del siglo XIX Bretón de los Herreros y editado alguna de sus obras. Fue corresponsal de la revista El público y ha sido guionista de radio y televisión. Premio Max de las Artes Escénicas 2001 por su adaptación teatral de El verdugo; publicó en “El Imán” su conjunto de relatos sobre cine y literatura Sombras Saavedra (2001). En 2010 ha publicado la novela La semana de Kammamuri. Compagina la escritura con la actividad académica. En 2003, realiza las adaptaciones de El precio de Arthur Miller (por la que vuelve a ser nominado a los premios Max) y de La celosa de sí misma de Tirso de Molina (para la Compañía Nacional de Teatro Clásico); en 2004, junto a Luisa Martín, de Historia de una vida, de Donald Margulies; en 2005, un prólogo y diálogos adicionales para La verbena de la Paloma (para el Teatro de la Zarzuela) y Visitando al Señor Green, de Jeff Baron (por la que vuelve a ser nominado al Max en 2007). En el mismo año versiona Como abejas atrapadas en la miel de Douglas Carter Bean y en 2009 escribe junto a Luis Olmos para el Teatro de la Zarzuela ¡Una noche de zarzuela!. Desde 2007 forma parte del equipo de guión de la serie de TVE Cuéntame cómo paso.