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La salud en la sociedad del siglo XXI no sólo depende de los medicamentos, sino también de la alimentación. Los científicos, seguidos de cerca por las industrias alimentaria y farmacéutica, se han lanzado ya al estudio masivo de los nutracéuticos o alimentos funcionales.
Según un artículo publicado el pasado mes en la Revista de la Asociación Americana del Corazón, el consumo habitual de almendras reduce los niveles de colesterol y, por lo tanto, disminuye el riesgo de sufrir infartos y otros problemas cardíacos. Para demostrarlo, un equipo de investigadores canadienses estudió durante 3 meses a 27 pacientes que tenían elevadas concentraciones de colesterol en sangre. En el transcurso del primer mes, cada participante ingirió 74 gramos diarios de almendras; durante el segundo, la dosis de almendras se redujo a la mitad y finalmente, en el último mes, los frutos secos fueron reemplazados por muffin integral. Los análisis de sangre revelaron que los niveles del llamado «colesterol malo» (LDL) habían descendido un 9,4% con la dosis completa de almendras y un 4,4% cuando ésta se reducía a la mitad. El consumo de muffin apenas producía efecto sobre los lípidos de la sangre.
No es el único dato a favor de incluir las almendras y otros frutos secos en nuestra dieta. Otra investigación, iniciada a gran escala en 1982 con 21.000 adultos, muestra que las personas que toman 30 miligramos de frutos secos al menos una vez por semana tienen un riesgo un 30% menor de padecer enfermedades coronarias, y una probabilidad un 50% menor de sufrir muerte súbita.
Otro apetecible alimento, la miel, también muestra efectos beneficiosos para el corazón. El primer estudio en vivo de la acción de este producto frente al colesterol, dado a conocer hace tan sólo unas semanas, mostró que el consumo diario de una mezcla de agua y miel, en una proporción de 4 cucharadas por medio litro de agua, incrementa los niveles de antioxidantes en sangre. Estas sustancias previenen la formación de las placas de ateroma que obstruyen los vasos sanguíneos, evitando así problemas de hipertensión y los posibles fallos cardíacos. Según la autora principal de la investigación, Nicki Engeseth, «la gente debería incorporar la miel en su dieta en sustitución a otros edulcorantes, como el azúcar». Su equipo estudia ahora los niveles de antioxidantes que genera la hidromiel, una bebida fabricada a partir de miel fermentada a la que se atribuye el privilegio de ser la primera bebida alcohólica de la historia.
Salud con cuchara y tenedor
El colesterol y las placas de ateroma no son los únicos que se ven amenazados por los buenos hábitos alimentarios. Numerosas investigaciones han probado los efectos de otros productos naturales en la lucha contra las más diversas enfermedades. El plátano, por ejemplo, es un buen antídoto para evitar el riesgo de infarto cerebral. Una dieta rica en manzanas y tomates previene enfermedades respiratorias como el asma. Alimentos como el brócoli, la frambuesa o los arándanos ayudan a combatir el cáncer de mama. El extracto de semilla de uva es un arma eficaz contra el envejecimiento y el consumo de cereales integrales reduce el riesgo de padecer diabetes tipo II. También el chocolate, en dosis moderadas, es un buen garante de la salud de nuestro corazón.
Para hallar una explicación a los espectaculares efectos de los alimentos que consumimos sobre nuestra salud hay que acudir a su composición química. Así, la miel es rica en fenoles, sustancias que actúan inhibiendo la oxidación, lo que explica su efecto sobre las placas de ateroma. Los flavonoides y otros polifenoles, presentes en muchas verduras, inhiben el crecimiento de las células cancerígenas, lo que los convierte en fieles aliados en la lucha contra el cáncer. Los pescados y mamíferos marinos son fuente de ácidos grasos omega 3, a los que se atribuye un importante efecto antiarrítmico. La alfa-tocoferol vitamina E, que se encuentra en grandes proporciones en las almendras, previene el desarrollo del Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas. Las procianidinas, presentes en una concentración del 95% en la semilla de uva, son los compuestos más activos frente al daño provocado por los radicales libres. La fructosil-arginina del ajo actúa también como antioxidante, mientras el sulforafano del brócoli es el responsable del efecto anticancerígeno de este vegetal.
A todas estas sustancias que afectan beneficiosamente a una o varias funciones del organismo, mejoran la salud del individuo o reducen el riesgo de contraer enfermedades se les conoce como sustancias o componentes bioactivos. Los alimentos que las contienen reciben el adjetivo de «funcionales» o nutracéuticos.
Alimentos a la carta
La lista de sustancias naturales con efectos beneficiosos sobre nuestra salud se ha ido engrosando considerablemente en los últimos años. Y el actual ritmo de la investigación, especialmente en el sector de la química de la alimentación, hace prever un crecimiento aún mayor durante la próxima década.
Y es que la medicina del futuro está cada vez más cerca de convertirse en una «medicina de la salud», y no de la enfermedad. Dentro de ese nuevo concepto de calidad de vida del mundo occidental, prevenir será misión de los nutracéuticos, mientras la tarea de curar continuará estando en manos de los fármacos. Según vaticinan los expertos, cuando llegue ese momento cada individuo podrá tener una dieta personalizada según su fisiología, su estado de salud y la predisposición a padecer determinadas enfermedades. Incluso será posible la fabricación de alimentos a la medida, ya que, por ejemplo, los flavonoides pueden extraerse de los vegetales para ser añadido en las dosis deseadas a otros productos de alimentación.
La respuesta de la industria ante esta nueva situación no se ha hecho esperar. Las grandes compañías (Puleva, Danone, Nestle, Novartis,…) se han lanzado a la carrera de introducir en el mercado nuevos productos con valores nutricionales y componentes bioactivos, capaces de ofrecer garantías de salud a los consumidores. Para ello han tenido que subirse al carro de la biotecnología. Es el caso del Grupo SOS, que recientemente ha patentado un método de obtención de escualeno a partir del aceite de oliva. Este compuesto, conocido por sus propiedades anticancerígenas y por su efecto retardante del envejecimiento, sólo podía extraerse hasta ahora en grandes cantidades a partir del hígado de tiburón, con la consiguiente escasez de producto, dificultad de obtención y amenaza para la especie. Con el nuevo método, SOS ha extraído ya más de 200 toneladas del codiciado hidrocarburo del aceite. Según prevé la compañía, para el próximo año podría estar todo listo para comercializar el escualeno en galletas, arroces, aceites,…
Venidas de Oriente
«Las setas pueden hacer maravillas en el tratamiento y la prevención del cáncer». El titular de esta noticia, publicada por el Cancer Research Institute del Reino Unido el pasado 19 de agosto, no es sólo una muestra más del interés de los investigadores por las sustancias bioactivas. China, Japón y Corea han venido utilizando estos pequeños hongos en la medicina oriental durante siglos, y existen estudios en estos países sobre sus efectos antitumorales y su papel estimulador del sistema inmune. Ahora, los científicos de occidente quieren cuantificar los efectos de las diferentes especies de setas, y de sus concentrados y extractos, y poner en marcha ensayos clínicos que permitan conocer su mecanismo de acción.
Después de todo, las setas han tenido siempre fama de ser alimentos sabrosos y nutritivos con propiedades únicas. Para los romanos eran «comida de dioses», fruto de los rayos lanzados a la tierra por Júpiter durante las tormentas. Entre los egipcios se trataba de un presente del dios Osiris, mientras los chinos preferían verlas como el elixir de la vida. La historia se repite en el caso de productos como la quinoa, cultivada por los antiguos Incas como planta sagrada, o la raíz de cohosh azul, usada tradicionalmente por los indios americanos para aliviar cólicos, dolores reumáticos, calambres y durante el parto.
Todos estos productos se han sumado ya a las filas de los alimentos a investigar como firmes candidatos a convertirse en fuentes de salud y, por qué no, de nuevas sustancias activas naturales con las que fabricar los fármacos del futuro.
Gráfico animado: Alimentos saludables
Autor: Elena Sanz