A Natalia Betogina la pasión por la cocina le viene de familia: una familia de hosteleros rusos propietaria del bonito Hotel Yar, al noroeste del país. Aparte de eso, ya desde pequeña le gustaba investigar entre pucheros: “A los 7 años sorprendí a mis amigos con una tarta que había hecho yo”. Aun así, cuando aún vivía en Rusia, soñaba con abrir un pequeño hotel en costa española. Formada en Moscú y, más tarde, en La Rochelle (Suiza), cuando aterrizó en Madrid para estudiar diseño, la idea del hotel costero se convirtió en la de un restaurante: Fishka.
Inaugurado en 2011, para Natalia lo más difícil fue encontrar el local adecuado, con una fachada grande y luz natural, un trabajo de búsqueda e investigación que se alargó un año y medio. “Una vez tuvimos el local, el concepto, el diseño, la cocina, el equipo… todo salió rápido y fácil”. Uno de los aciertos y de las claves del restaurante fue elegir al chef: el argentino Mathías Fusi. Natalia reconoció en él su locura por la gastronomía, y no dudó en contar con su maestría al frente de la parte más importante del restaurante, la cocina. Juntos han diseñado una carta mediterránea con un toque ruso en la que no faltan productos de su tierra como el esturión o el caviar. Y cómo no, el vodka: “Nuestra especialidad son los vodkas infusionados por nosotros. Esto sí que no lo vais encortar en ningún restaurante más en Madrid”.