Su taza de té o de café de la mañana podría estar haciendo algo más que ayudarle a dejar atrás la somnolencia antes de ir a trabajar.
Un equipo internacional de investigadores dirigidos desde la Escuela de Medicina de la Universidad Duke en Durham, Carolina del Norte, Estados Unidos, así como desde la Escuela Médica de Postgrado adscrita a la Universidad Duke y a la Universidad Nacional de Singapur, ha llegado a la conclusión de que una dosis adecuada de cafeína podría mitigar el problema de hígado graso en personas con enfermedad de hígado graso no alcohólico (NAFLD por sus siglas en inglés).
NC&T, Octubre 2013
En el mundo, el 70 por ciento de las personas diagnosticadas con diabetes y obesidad tienen enfermedad de hígado graso no alcohólico, provocada por causas distintas al consumo excesivo de alcohol, como su nombre sugiere.
Se estima que un 30 por ciento de los adultos en Estados Unidos tienen esta enfermedad, y su incidencia está aumentando en Singapur. No hay tratamientos efectivos contra la enfermedad de hígado graso no alcohólico, excepto seguir una dieta adecuada y hacer el suficiente ejercicio físico.
Utilizando cultivos de células así como modelos animales, el equipo de Paul Yen y Rohit Sinha, de la Escuela Médica de Postgrado-Duke-Universidad Nacional de Singapur, observó que la cafeína estimula la metabolización de lípidos almacenados en las células del hígado y disminuye la condición de hígado graso, en ratones que fueron alimentados con una dieta alta en grasa. Estos hallazgos sugieren que el consumo diario de una cantidad de cafeína equivalente a la contenida en 4 tazas de café o té puede ser beneficioso para prevenir en humanos la enfermedad de hígado graso no alcohólico o para tratarla si ya existe.
Los resultados de este estudio son, por tanto muy alentadores, pero, tal como sucede en otros casos parecidos, nadie debería comenzar a consumir café o té a raudales creyendo que a más cafeína, mejor será su salud hepática. En exceso, cualquier sustancia es nociva para la salud.
Esta investigación podría conducir al desarrollo de medicamentos basados en la cafeína que no provoquen los usuales efectos secundarios derivados del consumo de ésta, pero que retengan sus aparentes efectos terapéuticos en el hígado.
En el trabajo también ha intervenido Christopher Newgard, director del Centro Sara W Stedman de Nutrición y Metabolismo en la Escuela de Medicina de la Universidad Duke.