- La obesidad, considerada la plaga del siglo XXI, afecta a millones de personas en todo el mundo. Se la asocia a un mayor riesgo de infarto, afecciones respiratorias, cáncer o diabetes, entre otras muchas enfermedades
Medicina21.com, Mayo 2012
La plaga de la obesidad es un problema muy grave en España: en pocos años se ha pasado de una prevalencia del 12% al 23-28%. En respuesta a este problema, en 2006 se fundó el Centro de Investigación Biomédica en Red- Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn) cuya función es estudiar y combatir la obesidad en nuestro país.
Habitualmente se había considerado que la obesidad era causada por unos hábitos de vida poco saludables (dieta inadecuada, falta de ejercicio) y por causas genéticas. No obstante, durante los últimos años han aparecido numerosos estudios sugiriendo que la exposición a ciertos compuestos químicos presentes en nuestro entorno cotidiano podría predisponer a la obesidad. Estas sustancias formarían parte de pesticidas o insecticidas, pero también de perfumes, envoltorios plásticos o cosméticos. Denominados disruptores endocrinos por los médicos, estos contaminantes son interpretados por el organismo como hormonas, provocando desajustes del sistema endocrino. Diversos estudios han analizado la relación entre dichas sustancias y enfermedades cardíacas o el cáncer, las principales causas de mortalidad en el primer mundo. No obstante, estas sustancias también estarían asociadas a la obesidad o a la diabetes tipo 2, enfermedades que a su vez predisponen a sufrir tumores o enfermedades cardíacas.
Sustancias contaminantes muy persistentes como los pesticidas organoclorados (DDT, Dicofol) provocan desajustes del sistema endocrino, lo cual altera los procesos normales de acumulación de grasa en el cuerpo. El DDT, aunque fue prohibido en 1975, todavía se detecta en un 88% de la población; hoy día, se sigue empleando en cantidades masivas en Asia y África como pesticida, en especial para combatir el mosquito de la malaria.
Habría un segundo grupo de compuestos contaminantes formado por las sustancias denominadas seudopersistentes. Aunque no tienen la persistencia de los organoclorados, la exposición continuada a estas sustancias también tiene efectos perniciosos sobre el sistema endocrino. Uno de estos compuestos serían los ftalatos, empleados para dar flexibilidad a ciertos materiales, benzofenonas, presentes en las cremas solares, los parabenes de ciertos champús, y en especial el Bisfenol-A (BF-A) que es añadido a ciertos tipos de plásticos (policarbonatos, resinas epoxi) como por ejemplo los empleados en envases de comida.
Así, por ejemplo, un estudio de la Universidad Miguel Hernández de Elche expuso a ratas de laboratorio a dosis relativamente bajas de BF-A. Según los autores del estudio, el BF-A actúa como el estradiol, un tipo de hormona femenina que, entre otras funciones, regula la distribución de la grasa corporal. Todas las ratas embarazadas sometidas a dosis de Bifenol-A desarrollaron diabetes gestacional; además, todas sus crías desarrollaron diabetes a los seis meses de vida (equivalente a 40 años para un ser humano). “Embarazo contaminado, obesidad adulta” concluyen los expertos del CIBERobn.
Otro estudio publicado en la revista Toxicological Sciences relacionaba la exposición durante el embarazo a elementos tóxicos como el Bisfenol-A o el 4-nonilfenol con un mayor riesgo de padecer obesidad: entre 1983 y 2003, la tasa de obesidad infantil en EE.UU. se triplicó. Por otra parte, como ya reseñamos anteriormente en Medicina 21, un estudio publicado por la revista Clinical Epigenetics sugiere que la epidemia de autismo que está padeciendo el primer mundo podría estar asociada a pautas alimentarias inadecuadas y a la contaminación ambiental. Otro estudio publicado recientemente ha revelado que las mujeres expuestas a niveles altos de PFOA (ácido perfluorooctánico), uno de los disruptores endocrinos más comunes, tienen tres veces más posibilidades de tener hijas con sobrepeso. Pero el PFOA es casi imposible de evitar: está en todas partes, desde productos de limpieza a alimentos pre-cocinados.
Un artículo aparecido recientemente en el New York Times (3 de mayo de 2012) también llama la atención sobre la forma en que la contaminación química afecta a nuestro entorno, a la fauna y a los seres humanos: así, por ejemplo, hoy día la hipospadias, un defecto congénito de los genitales, es dos veces más frecuente que hace unos años; los expertos sospechan que esto puede deberse a los disruptores endocrinos y a sus efectos caóticos en el sistema regulador de las hormonas. Diversas asociaciones médicas e instituciones científicas ya han solicitado a las autoridades sanitarias estadounidenses la prohibición del Bisfenol-A de los envoltorios de alimentos. Asimismo, el año pasado, ocho organizaciones médicas especializadas en genética, ginecología, urología, entre otros campos, hicieron un llamamiento conjunto para que la administración ejerciera un control más estricto sobre los disruptores endocrinos.
Por tanto, los estudios apuntan a que estas sustancias tóxicas no sólo favorecen sobrepeso y obesidad; también enferman, pues favorecen la aparición de síndrome metabólico y resistencia a la insulina. Por otra parte, los elementos contaminantes son sólo una parte más de un complejo conjunto de factores causantes de la obesidad, entre los que figurarían el estrés, la alimentación, o el ejercicio físico.