- El aumento de las temperaturas en interiores durante el invierno en el Reino Unido, Estados Unidos y otros países desarrollados podría contribuir al aumento de la obesidad en los habitantes de esas naciones, según una nueva investigación realizada a partir del análisis de numerosos estudios previos
NC&T, 24 de Febrero de 2011
El equipo de investigación, del University College de Londres, examina las evidencias de una relación potencial de causa-efecto entre la exposición reducida al frío durante la temporada invernal y el incremento de la obesidad en el Reino Unido y EE.UU.
Esta revisión examina además la plausibilidad biológica de la idea de que la exposición al frío estacional podría ayudar a regular el equilibrio energético y el peso corporal a escala poblacional.
El estilo de vida de las naciones industrializadas ha tendido en los últimos tiempos a incluir un uso intenso de la calefacción, bastante más allá de lo imprescindible para no pasar frío. Esto limita el rango de temperaturas que bastantes de los habitantes de esos países experimentan en su vida cotidiana y reduce el tiempo que sus cuerpos pasan bajo un estrés térmico moderado. El resultado es que consumen menos energía. Esto podría tener consecuencias sobre el balance energético y, finalmente, influir en el peso corporal y promover la obesidad.
El equipo de Fiona Johnson y Marcella Ucci también ha evaluado el papel del tejido adiposo marrón (grasa parda, llamada también grasa marrón) en la producción de calor corporal en los seres humanos. La grasa parda se diferencia de la grasa blanca en que tiene la capacidad de usar energía para generar calor, y se cree que su desarrollo en el cuerpo es desencadenado por la exposición a temperaturas frías. Estudios recientes sugieren que el aumento del tiempo que la gente pasa en un ambiente cálido puede conducir a una pérdida de grasa parda con respecto a la blanca, y, por tanto, reducir la capacidad de eliminar grasa sobrante mediante su consumo para generar calor corporal.
Según las conclusiones del estudio, reducir las temperaturas durante el invierno dentro de los edificios podría ayudar a luchar contra la obesidad, además de reducir las emisiones de carbono si la fuente de energía no es limpia.