Dormir poco provoca alteraciones que a ciertas personas pueden llevarles a perder peso por debajo de lo recomendable y a otras a padecer de sobrepeso. Esto lo saben, por experiencia propia, bastantes de las personas que por un exceso de trabajo o por otros motivos se hayan visto forzadas a dormir menos horas de lo necesario cada noche durante una temporada.
NC&T, Junio 2012
Confirmando la sabiduría popular y los indicios aportados por otros estudios, una nueva investigación, basada en la revisión y el análisis de datos reunidos en estudios sobre privación del sueño, avala ahora que ciertamente un tiempo de sueño inadecuado está relacionado con la obesidad en algunas personas.
La investigación, a cargo del equipo de la Dra. Kristen Knutson, de la Universidad de Chicago, explora cómo el dormir poco impacta negativamente sobre la regulación del apetito, desajusta el metabolismo de la glucosa e incrementa la tensión arterial.
La obesidad se desarrolla cuando la energía que absorbemos es mayor que la que gastamos. La dieta y la actividad física desempeñan un importante papel en esto, pero un factor adicional puede ser una cantidad inadecuada de horas dedicadas a dormir. La sensación de fatiga y debilidad por haber dormido poco puede conducir, en algunas personas, a la reacción instintiva de comer más como un medio de intentar compensar ese debilitamiento.
Los datos reunidos ilustran cómo ciertas señales provenientes del cerebro que controlan el apetito se ven alteradas por la restricción de las horas destinadas a dormir. Dormir poco altera la secreción de grelina y leptina, dos hormonas que intervienen en la regulación del apetito.
La grelina aumenta el apetito, es producida cuando se detecta la necesidad de reabastecer de «combustible» al cuerpo, y de hecho es conocida popularmente como la hormona del apetito.
La leptina sirve para avisarnos de que el cuerpo ya está reabastecido debidamente y que por lo tanto ya hemos comido lo suficiente.
En algunas personas, el dormir poco puede conducir a alteraciones en la secreción de esas dos hormonas que conduzcan a comer más pero sin que haya un gasto extra de energía que lo compense.
Tener muchas obligaciones que atender, como por ejemplo un empleo con una larga jornada laboral y además labores domésticas, puede conducir a dormir menos horas de las necesarias. Pero, por desgracia, los hábitos crecientes de ocio de muchas personas en las naciones industrializadas las empujan también a recortar horas de sueño a cambio de quedarse despiertas hasta tarde, ya sea mirando la televisión, chateando con los amigos en las redes sociales de internet, o realizando otras actividades lúdicas.
«Dormir poco provoca alteraciones que a ciertas personas pueden llevarles a perder peso por debajo de lo recomendable y a otras a padecer de sobrepeso.»
Sea por el motivo que sea, el caso es que en países como por ejemplo Estados Unidos, se calcula que el 18 por ciento de los adultos duermen menos de 6 horas cada noche. Eso significa que sólo en Estados Unidos hay 53 millones de personas con déficit de sueño y que pueden afrontar debido a ello un riesgo mayor de volverse obesas, o demasiado flacas en otros casos.
Las evidencias obtenidas sugieren que la asociación entre dormir poco y un Índice de Masa Corporal (IMC) más alto es más fuerte en niños y adolescentes.
Aparte de la obesidad, los datos denotan que otros problemas de salud promovidos por dormir pocas horas incluyen la diabetes, la hipertensión arterial y las enfermedades cardiacas.
El siguiente paso lógico en esta línea de investigación, tal como apunta Knutson, debiera ser averiguar si las medidas tendentes a lograr que los sujetos en situación de riesgo duerman habitualmente las horas necesarias pueden ayudar también a prevenir en ellos el desarrollo de estas enfermedades, o, en el caso de quienes ya padecen esos problemas de salud, a reducirlos o incluso erradicarlos.