Washington, 4 jun (EFE).- El Jardín Sur de la Casa Blanca se llenó con más de 700 gorros de cocineros, usados por chefs de alto postín, a los que la primera dama, Michelle Obama, convocó para convencerles de que den un vuelco a la comida escolar de EE.UU.
A los chefs, entre los que se encontraba el español José Andrés, les confesó que su madre cocinaba tanto el brécol que lo comía, a regañadientes, con cuchara, algo que hizo estremecer a algunos de los asistentes.
Michelle Obama no quiere que los colegios hagan que los niños odien la verdura de por vida, por ello ha pedido a los chefs el uso de todas sus artes culinarias para hacer que coman pescadilla, manzanas y hasta espárragos.
«La comida que ingieren nuestros hijos tienen un impacto directo en su capacidad para aprender. Eso es simplemente la verdad. No es un lujo, una cosa secundaria», dijo la primera dama a los chefs, que sudaban bajo un sol de justicia con sus gorros y sus camisas blancas en los jardines de la Casa Blanca.
Michelle Obama les instó a unirse a un programa en el que cada cocinero apadrina a una escuela, a la que asesora sobre alimentación, ayuda a plantar una huerta y a crear unos menús con ingredientes saludables que hagan que los niños no echen de menos las hamburguesas y las patatas fritas.
Uno de los asistentes al acto fue el español José Andrés, uno de los chefs favoritos de la familia presidencial, quien ha «adoptado» la escuela Woods Academy en Bethesda (Maryland).
» Los cocineros tenemos que formar parte de lo que pasa en esas escuelas, intentando elevar la calidad y el nivel de las comidas», José Andrés.
«Hasta que no consigamos empezar a introducir más verduras, más frutas, más pescados en esos menús va a ser muy difícil acabar con el problema de la obesidad», añadió.
Una tercera parte de los menores estadounidenses sufren sobrepeso o son obesos, y ese porcentaje es aún mayor entre los latinos.
El Gobierno dedica actualmente en torno a un dólar por día a la alimentación de cada niño en la escuela, una cantidad que se quiere elevar en aproximadamente un diez por ciento con la llamada Ley de Nutrición Infantil, cuya renovación está pendiente en el Congreso.
Michelle Obama instó al Congreso a aprobar la norma, que pretende colocar en los platos de los menores tostadas de pan integral, yogures desnatados y más frutas, además de aumentar el número de niños que participan en el programa.
Michelle Obama, una mujer que hace ejercicio diariamente y cuida mucho lo que come, ha hecho de la buena nutrición uno de sus caballos de batalla y pretende inculcar al resto del país los buenos hábitos que instiga en la familia presidencial.
Para ello ha puesto en marcha la campaña «Let’s move!» (!Movámonos!), que aspira a acabar con la «epidemia» de obesidad durante una generación.
Entre sus propuestas está doblar en cinco años el número de pequeños que van en bicicleta a la escuela.
También insta a las mujeres embarazadas a mantener una dieta sensata durante la gestación y a dar de mamar a sus bebés, pues ambos factores reducen el riesgo de que sus hijos sean obesos, según los estudios.
Otro factor clave es en cambiar el paladar de los niños para apreciar comidas diferentes.
Tras su intervención en el Jardín Sur Michelle Obama se llevó a un grupo de ellos a recoger guisantes, albahaca, berzas y nabos a la huerta ecológica que ha plantado cerca de los columpios en los que juegan sus hijas, Malia y Sasha, quienes también han tenido que sudar quitando hierbas bajo la mirada de su madre en otras ocasiones.
«Es el tiempo de la cosecha, así que vamos a recolectar», les dijo a los niños Michelle Obama, quien en camiseta de tirantes se arrodilló junto a ellos a cortar brécol y dárselo a los chefs, no a su madre, para cocinar.