ABC 14 de julio de 2002
«España será en poco más de treinta años un país de obesos -y, por tanto, de enfermos- si no se toman medidas ahora». Los especialistas advierten que el 53,5 por ciento de los españoles tiene exceso de peso y el 16 se mueve ya en territorio patológico. La tendencia va en aumento y no excluye ningún grupo de edad.
Mejor no esperar, como Bush, a que la cuarta parte de la población sea declaradamente obesa para tomar medidas. Los especialistas españoles no se andan con ambages a la hora de solicitar una intervención institucional: «La obesidad es una enfermedad crónica y Sanidad debería financiar su tratamiento, como ocurre con la diabetes o la hipertensión», postula el doctor Basilio Moreno, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad y autor del augurio que abre esta información.
Habría que empezar por ampliar el número de Unidades de Obesidad en los hospitales públicos (sólo hay dos en toda España), desde las que se canalizaría a los pacientes. Se incluiría la administración de los dos únicos medicamentos que han demostrado su eficacia hasta ahora: orlistat y sibutramina (éste último rehabilitado recientemente en Italia tras una breve polémica). Además, deberían fomentarse la prevención y la educación desde la escuela. Por el contrario, con el vacío actual se produce una doble consecuencia: aumenta el número de obesos en todas las franjas de edad y se deja el campo abierto a los más diversos fraudes.
Curvas en aumento
Ésta es la tesis que defienden la Sociedad para el Estudio de la Obesidad y la Sociedad de Endocrinología y Nutrición, que esta semana han presentado los últimos estudios realizados en la población española, tanto adulta (en el año 2000, entre 10.302 hombres y mujeres de toda España de 25 a 60 años) como infantil (realizado en 2001 entre niños, adolescentes y jóvenes de 2 a 24 años).
Los resultados de esos trabajos indican que más de la mitad de la población española, el 53,5 por ciento, padece sobrepeso u obesidad. Se acepta que el primero viene determinado por un índice de masa corporal (IMC) entre 25 y 30, y que, si se rebasa esta frontera, ya se está pisando el terreno patológico de la obesidad. Éste es el caso del 16 por ciento de los adultos y del 10 por ciento de los niños, adolescentes y jóvenes españoles. Si quiere saber en qué punto se encuentra, el IMC se calcula dividiendo el peso (en kilos) entre el cuadrado de la talla (en metros).
Entre los adultos, el problema afecta más a las mujeres; entre la población infantil y juvenil, a los chicos, sobre todo entre los 6 y los 14. La estadística traza también una sutil frontera geográfica: Cataluña y Madrid se mueven en la moderación, mientras que Galicia, Andalucía y Canarias se destacan por exceso.
Enfermedades asociadas
En cualquier caso, nuestros porcentajes quedan todavía lejos de Estados Unidos (donde ahora se va a premiar fiscalmente a los obesos por su «contención») y nos mantienen en un nivel medio con respecto a Europa. Pero las referencias que existen de estudios anteriores indican que la estadística aumenta de manera preocupante. De hecho, no llega a la mitad la población que se encuentra en su peso normal y hay un 6 por ciento más de niños obesos que hace 15-20 años. Los pequeños de hoy serán los adultos de mañana… y en situación de riesgo.
«La obesidad es un factor de riesgo para la enfermedad coronaria (infarto), diabetes mellitus, colesterol y triglicéridos, tipos de cáncer relacionados con los hábitos alimentarios, trastornos de la vesícula biliar, osteoartritis y problemas psicológicos y estéticos», recuerda el doctor Aranceta, de la Unidad de Nutrición Comunitaria Municipal de Salud Pública de Bilbao. «Multiplica por tres el riesgo de infarto, por dos el de cáncer relacionado con hábitos alimentarios y por cuatro el de diabetes», apostilla la doctora Susana Monereo, secretaria de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición. Los costes derivados de los tratamientos y de las patologías asociadas a la obesidad suponen el 6,9 por ciento del gasto sanitario total, más de 2.000 millones de euros anuales.
Para evitarla desde el principio, los principales factores de protección son: la lactancia materna, el consumo adecuado de frutas y verduras, un desayuno saludable y el ejercicio físico. Además, habría que limitar la bollería industrial, los dulces, y los refrescos azucarados, y compensar en casa los menús escolares.
El ejercicio físico es uno de nuestros principales déficit. Desde la infancia, porque el ocio pasivo se impone en los más pequeños con la televisión y el ordenador, los expertos se quejan de que «los niños ya no juegan en la calle». Los mayores tampoco se mueven: el 60 por ciento de la población joven lleva una vida excesivamente sedentaria y se alimenta de forma desequilibrada. Además, los alimentos más calóricos suelen ser también los más baratos.
Cuando queremos meternos en cintura -nunca mejor dicho-, adoptamos medidas drásticas y el remedio puede ser peor que la enfermedad. «Han proliferado los malos tratamientos, los fármacos fraudulentos (productos «milagro») y el efecto rebote», advierte el doctor Basilio Moreno. «Al adelgazar mal -explica la doctora Monereo-, perdemos masa muscular, que es la que resta calorías y mantiene el metabolismo; y cuando volvemos a engordar, sólo ganamos grasa».
Tratamiento a largo plazo
Los especialistas insisten en que el tratamiento es a largo plazo, como en cualquier otra enfermedad crónica. Y exige al paciente que modifique su relación con la comida: comer menos, con menores cantidades de grasa, más frutas, verduras y cereales, y evitar los azúcares refinados y el alcohol. El tratamiento farmacológico debe realizarse siempre bajo supervisión médica. Y moverse: caminar de cuatro a seis kilómetros diarios, o hacer ejercicios aeróbicos de 15 a 20 minutos diarios, aderezados con alguno que requiera vencer resistencia, como levantar unas pesas pequeñas o subir escaleras.