Consejo Europeo de Información sobre Alimentación
Desde hace varios años, se están aplicando programas para prevenir el sobrepeso y la obesidad infantil en diversos países de todo el mundo. Dichos programas se centran en modificar la conducta alimentaria, aumentar la actividad física y reducir el sedentarismo. Sus resultados han sido prometedores y han proporcionado datos muy útiles para el desarrollo de iniciativas de cara al futuro. Éste es el segundo de una serie de artículos sobre las investigaciones actuales relacionadas con la prevención de la obesidad infantil.
La dieta
Ningún programa de prevención de la obesidad dirigido a la población infantil en general puede recomendar un régimen alimentario destinado a reducir el consumo de calorías, ya que esto podría provocar una pérdida de peso no deseada en los niños sin problemas de sobrepeso. Lo ideal es que todo programa de salud pública trate de prevenir tanto el exceso como la falta de peso en la población infantil. Por esta razón, los estudios se han centrado en lograr una dieta más saludable en general, por ejemplo, reduciendo el consumo de grasas (1), aumentando las raciones de fruta y verdura (2) o disminuyendo el consumo de bebidas gaseosas (3).
Actividad física en el colegio
Las demandas de los programas escolares modernos dificultan la inclusión de toda actividad física adicional ante el temor de que esto tenga un efecto negativo en el rendimiento académico. Sin embargo, un estudio realizado en diversas escuelas primarias de Australia que consistía en incluir 1 hora y cuarto de entrenamiento físico al día no registró pérdida alguna de aptitudes académicas (evaluadas mediante pruebas aritméticas y de lectura), a pesar de que los alumnos tenían de 40 a 60 minutos menos de instrucción formal al día (4). El estudio reveló una mayor capacidad para el trabajo físico y una disminución significativa de la grasa corporal, en comparación con los niños que seguían el programa habitual de educación física. Desde entonces, el 60% de las escuelas primarias del estado de Australia Meridional ha adoptado este programa. Por ahora, no se han realizado mediciones similares en escuelas secundarias, donde la presión para obtener buenas notas en los exámenes es mayor.
Actividad física en el tiempo libre
Las actividades recreativas revisten especial importancia en los niños de mayor edad que empiezan a tomar decisiones sobre cómo pasar su tiempo de ocio. El estudio francés ICAPS (Intervención centrada en la actividad física y el comportamiento sedentario en adolescentes) (5), que aún sigue en curso, considera prioritario incrementar la actividad física cotidiana y recreativa de los adolescentes. Se organizaron debates en clase y actividades educativas con el grupo de intervención para desarrollar actitudes positivas hacia el ejercicio, además de ofrecer sesiones de prueba de actividades atrayentes durante los descansos escolares y después de clase. Para ello, se contó con apoyo de carácter práctico: se extendió el horario del servicio de autobuses escolares y se adaptaron los horarios y espacios a las diversas actividades. Se quiso dar la máxima importancia a pasarlo bien, relacionarse y hacer amigos en un ambiente no competitivo. Tras seis meses de intervención, la proporción de niños y niñas que participaban en actividades físicas recreativas había aumentado de forma significativa en el grupo de intervención y permanecía igual en el grupo de control. Dos años después, el grupo activo presentaba un 20% menos de niños con sobrepeso que el grupo de control. Otros estudios han incorporado un enfoque similar de educación escolar y apoyo comunitario para animar a los adolescentes a ser más activos en su vida diaria (2).
Comportamiento sedentario
Algunos de los estudios de mayor éxito han intentado reducir el número de horas de sedentarismo. En Estado Unidos, en un modesto estudio realizado con niños de 8 y 9 años de un colegio durante 6 meses, se impartieron 18 clases centradas en reducir el tiempo dedicado a ver la televisión y jugar a juegos de ordenador (6). En comparación con la escuela de control, los niños que recibieron la intervención presentaban un menor índice de masa corporal medio (una medida de peso en proporción a la altura) y menos pliegues cutáneos. Asimismo, sus padres comunicaron que los niños pasaban menos tiempo viendo la televisión. No se ha llevado a cabo ningún estudio de estas características con niños de mayor edad; sin embargo, un estudio realizado en Estados Unidos llamado Planet Health (2) halló una relación evidente entre el tiempo dedicado a ver la televisión y la obesidad en chicas adolescentes (aunque no en los chicos) y descubrió que, por cada hora menos frente al televisor, el riesgo de padecer obesidad se reducía en un 15%. El estudio ICAPS mencionado anteriormente (5) revela que el número de adolescentes que ven más de 3 horas de TV al día ha disminuido, una vez más, especialmente entre los chicos.
Referencias
- Caballero B et al (2003) Pathways: a school-based randomised controlled trial for the prevention of obesity in American Indian schoolchildren The American Journal of Clinical Nutrition 78:1030-1038.
- Gortmaker SL et al (1999) Reducing obesity via a school-based interdisciplinary intervention among youth: Planet Health. Archives of Pediatric Adolescent Medicine 153:409-418.
- James J et al (2004) Preventing childhood obesity by reducing consumption of carbonated drinks: cluster randomised controlled trial. British Medical Journal 328: 1237.
- Dwyer T et al (1983) An investigation of the effects of daily physical activity on the health of primary school students in South Australia. International Journal of Epidemiology 12:308-313.
- Simon C et al (2004) Intervention centred on adolescents physical activity and sedentary behaviour (ICAPS): concept and 6-month results. International Journal of Obesity 28:(Supplement 3) S96-S103.
- Robinson TN (1999) Reducing children’s television viewing to prevent obesity. Journal of the American Medical Association 282:1561-1567