- En la búsqueda de información sobre por qué algunas personas tienden a comer de más, un pequeño estudio sugirió que el cerebro actuaría diferente ante un estómago lleno, según el peso de la persona.
En un estudio cerebral por imágenes sobre 18 voluntarios, investigadores hallaron que aquellas personas con peso normal y sobrepeso tenían distintos patrones de activación cerebral como respuesta a las señales estomacales de «saciedad».
Los participantes con sobrepeso mostraban menos actividad en un área del cerebro conocida como amígdala posterior izquierda. La amígdala regula las emociones y tiene un papel clave en el apetito y la alimentación. Estos resultados son la primera evidencia de relación entre la amígdala izquierda y la sensación de saciedad, afirmó el doctor Gene-Jack Wang, autor principal del estudio e investigador del Laboratorio Nacional Brookhaven.
Wang explica que los resultados sugieren también que una menor actividad en esa región explicaría por qué algunas personas siguen comiendo cuando el estómago está moderadamente lleno.
Cada participante del estudio tragó un globo, que entonces era inflado con agua, vaciado, e inflado de nuevo, a volúmenes que variaban entre el 50 y el 70 por ciento. Durante este proceso, los investigadores usaban resonancia magnética funcional por imágenes (fMRI) para examinar los cerebros de los sujetos. A estos también se les pidió durante las diversas fases del estudio que describieran cuán lleno sentían su estómago. El equipo halló que los voluntarios con sobrepeso sentían menos saciedad que los participantes con peso normal cuando el estómago se distendía moderadamente. En aquellos con sobrepeso, la amígdala estaba menos activa.
Los científicos observaron también una gama de hormonas que regulan el sistema digestivo, para ver si desempeñaban algún papel en las respuestas a las sensaciones de saciedad. La grelina, una hormona conocida por estimular el apetito y causar saciedad a corto plazo, mostró la mayor relevancia. Los investigadores constataron que los individuos que tenían los más altos incrementos en los niveles de grelina después de que sus estómagos estuvieran moderadamente llenos, presentaban también la mayor activación de esa región del cerebro. Esto sugiere que la hormona grelina puede controlar la reacción de esa región del cerebro a las señales de saciedad enviadas por el estómago.
Los resultados, para Wang, indican que la amígdala sería un buen objetivo para las terapias de descenso de peso. Eso incluiría medicamentos y terapia conductual.
En otro estudio, explicó Wang, el equipo halló que algunas personas podían suprimir el deseo de comer delante de los alimentos que más les gustaban y que eso, a su vez, modificaba la actividad en la amígdala.
Esto significa, precisó el autor, que la terapia conductual modularía la actividad de la amígdala y el apetito en algunas personas.