Sanidad presenta un conjunto de medidas para inculcar hábitos sanos de nutrición

Econsumer

El Ministerio de Sanidad y Consumo presentó ayer a los consejeros del ramo en las comunidades autónomas un conjunto de medidas para prevenir la obesidad infantil e inculcar hábitos sanos de nutrición en niños y adolescentes. Además, dentro del seno del Consejo Interterritorial de Salud, reunido ayer en Sevilla, se acordó incluir la vacuna de la varicela en el calendario vacunal para los niños de 10 a 14 años.

El proyecto que regula los comedores escolares, incluido en la estrategia NAOS, prevé impedir la instalación en los colegios de máquinas expendedoras de alimentos o bebidas que dispensen productos con alto contenido en sales, azúcares o grasas. Esta iniciativa establece las condiciones sanitarias que deben cumplir los comedores escolares de los centros docentes públicos y privados, no universitarios, para ofrecer un servicio de comidas preparadas seguras y de acuerdo con las características de una dieta saludable. En esta norma se regulan las características de construcción, diseño y equipamiento de estas instalaciones; los requisitos de conservación, almacenaje y exposición de los alimentos; las condiciones que deben reunir los menús escolares y la información que deberán recibir los padres; así como los mecanismos de evaluación y seguimiento de los comedores.

Los menús de los colegios serán siempre supervisados por profesionales, diplomados o licenciados, con formación acreditada en nutrición y dietética, y se ofrecerán menús alternativos para aquellos alumnos que, por problemas de salud, intolerancia a algunos alimentos, creencias religiosas u otras circunstancias debidamente justificadas, requieran una comida diferente (en particular, se atenderá a las necesidades alimentarias de los alumnos celiacos, alérgicos y que sufran otras patologías).

Diseñados para comer mal

El problema de la obesidad infantil se ha convertido en preocupante después de crecer 11 puntos en sólo 20 años. Así, el 16% de los niños de nuestro país son obesos y hasta un 30% sufre de sobrepeso, lo que les coloca en el segundo puesto de la lista de la Unión Europea (UE), sólo superados por los del Reino Unido.

Y es que los niños están genéticamente diseñados para comer mal. Su cuerpo les pide grasas, dulces y azúcares, algo que no tienen ni las verduras ni las legumbres, que son la base de una alimentación equilibrada, según Julián Lirio, médico adjunto de la Unidad de Pediatría Social del Hospital Niño Jesús de Madrid. “Si introduces una solución de agua con sal a un feto que se encuentra en el útero, el niño deja de succionar el líquido amniótico. Si haces eso mismo con azúcar, empieza a chupar con emoción. Las grasas vehiculizan el buen sabor de los alimentos. Por eso las verduras, que tienen menos azúcares y grasas, les gustan menos”, explica Lirio, quien asegura que todos los niños pasan por momentos en su vida en que no comen bien. “De hecho, ésta es, después de la fiebre y la tos, la causa de consulta más frecuente en Pediatría”.

Enseñar a comer bien a los niños es una tarea fundamental que corre principalmente a cargo de los padres. El nutricionista Javier Aranceta, coordinador del equipo de expertos que se ha ocupado de la epidemiología y la monitorización de la estrategia NAOS, señala que la educación comienza en la familia. «¿De qué me sirve que mi hijo saque muy buena nota en inglés o toque muy bien el piano si con 12 años es un obeso y tiene problemas de relación? La salud es una asignatura en la que los padres deben llevar el liderazgo», indica.

Para este experto es necesario que cada familia se fije «un proyecto nutricional», que incluya el diseño de un plan alimentario, la gestión de la compra y el acto de comer. Compartir todas estas actividades favorecerá una alimentación más sana y ayudará a los chavales a comprender la necesidad de una buena alimentación, según Aranceta.

Por su parte, Julián Lirio aboga por enseñar a comer de todo partir del año y medio. “Es cuando pasamos de la dieta triturada, a base de purés, biberones y papillas, a la dieta diversificada. Los padres lo acusan mucho porque están acostumbrados a que se tomen unos boles impresionantes y, de repente, dejan de comer”.

El hecho de que un niño no quiera comer puede deberse a distintos motivos. “A veces ocurren cosas que lo precipitan. A lo mejor el niño empieza a ir a la guardería o ha ido a comer a casa de sus abuelos y desde entonces cambia de conducta. Pero no siempre es así”, apunta Lirio. “Otras veces es algo más larvado, más progresivo. Van introduciéndose nuevos alimentos en su dieta y, al principio, sienten curiosidad y los prueban; pero luego seleccionan entre los que les gustan y los que no”, añade. Pero esto no pasa sólo con los pequeños, sino también con los adultos. “Lo que les ocurre a los niños es que tienen una conducta más errante. Pueden estar comiendo un alimento con avidez y entusiasmo y de repente, ya no les gusta”.

Este especialista considera que la clave para que un niño sea buen comedor es que adquiera desde el principio buenos hábitos, que luego le irán acompañando hasta la etapa adulta. “Hay a quienes les cuesta bastantes años conseguirlo y lo hacen en la adolescencia, que es cuando se produce el tirón de crecimiento”. Para ello hay que insistir. “Hemos de meter al niño dentro del círculo que estamos formando. Eso no se logra en una sesión, una semana o un año, pero a base de insistir lo conseguiremos”.