En los últimos años se ha experimentado una mayor preocupación por la salud a la vez que hay una mayor percepción de la relación entre alimentación y salud. En este sentido, existe un interés creciente en obtener bienestar y disfrutar de una buena salud a través de la dieta. Es por ello que ya no es suficiente el hecho de que los alimentos sean sanos y seguros, sino que se busca en ellos alguna acción preventiva o incluso terapéutica.
La sociedad demanda que las propiedades saludables de los alimentos estén demostradas científicamente, lo que conlleva conocer qué componentes tienen una acción beneficiosa y cuáles son sus mecanismos de acción.
En este marco general ha surgido en estos últimos años una nueva categoría de alimentos que pretenden satisfacer las demandas apuntadas: los alimentos funcionales.
Qué son los alimentos funcionales
No existe un acuerdo para definir los alimentos funcionales; ya que muchos expertos consideran que se trata de un concepto aún en desarrollo. Como definición general se puede decir que los alimentos funcionales son aquéllos que por sí mismos o por los ingredientes que incorporan tienen algún beneficio científicamente probado para la salud-bienestar del consumidor. Así, podrían considerarse productos intermedios entre los alimentos tradicionales y los medicamentos.
Muchos científicos consideran que los alimentos que de forma natural contienen unos componentes que influyen beneficiosamente sobre la salud son simplemente alimentos (frutas, verduras, etc.). Es por esto que para evitar confusiones y delimitar los términos, reservan el término alimentos funcionales a aquellos productos elaborados o procesados, en cuyo diseño se haya llevado a cabo algún tipo de acción, adición o proceso para que efectivamente sean beneficiosos para la salud.
Evidencia científica
Uno de los requisitos que ha de cumplir un alimento para ser considerado funcional es la evidencia científica del beneficio para la salud-bienestar.
Los alimentos que se regulen por el Reglamento de Alimentos Novedosos de la UE (Reglamento 258/97, de aplicación directa en todos los Estados Miembros) cumplen este requisito de evidencia científica, además de asegurar la eficacia y seguridad de los mismos.
Para conseguir esta aprobación se deben seguir una serie de pasos. En primer lugar, el expediente es analizado por un Estado Miembro que emite un informe escrito, en base a una evaluación independiente del producto. Este informe se envía al resto de Estados Miembros para su valoración y aprobación. Por último, se emite la decisión, a través del citado Comité, quien puede solicitar asesoramiento al Comité Científico de Alimentos.
Cómo nacieron los alimentos funcionales
Durante la primera mitad del siglo XX, la principal preocupación en torno a los alimentos era que debían ser consumidos en abundancia y ser sanos y nutritivos, sin ninguna contaminación ni adulteración. En esta época adquirieron un papel relevante las vitaminas (13 de ellas se descubrieron entre 1910 y 1950), por su incidencia en el buen funcionamiento del organismo.
Desde los años 50 hasta la década de los 80, se perfiló una clara tendencia hacia la reducción o eliminación de la dieta de todos aquellos alimentos que podían incrementar el riesgo de enfermedades degenerativas y de otra índole: obesidad, cáncer, patologías cardiovasculares, etc. En este periodo, se popularizaron los alimentos bajos en grasas (ligeros o «light») y los alimentos ricos en grasas insaturadas.
En los últimos 20 años, los hábitos dietéticos han vuelto a variar. No sólo se trata de evitar los alimentos perjudiciales para la salud, sino de buscar que los existentes incidan positivamente sobre la misma y ayuden a prevenir enfermedades. Es el nacimiento de la alimentación funcional.
Fue en Japón donde surgió este tipo de productos y donde se elaboró la primera normativa para regular su comercialización. La legislación japonesa recoge 12 clases diferentes de ingredientes beneficiosos para la salud y que pueden incluirse en la composición de los alimentos funcionales: fibra dietética, oligosacáridos, alcoholes, isoprenoides y vitaminas, colinas, bacterias ácido-lácticas, minerales, ácidos grasos poliinsaturados y otros, por lo que es evidente que casi todos los alimentos normales y habituales entrarían en la categoría de funcionales.
Alimentos funcionales: alimentos del futuro.
El mercado de los alimentos funcionales es un mercado en expansión debido a varias razones: la percepción por los consumidores de la relación existente entre alimentación y salud, la importancia de prevenir la enfermedad antes que curarla, y el interés por reducir el gasto médico y farmacéutico. Así mismo, influyen en su desarrollo el deseo generalizado de una mayor calidad de vida y de una seguridad alimentaria (evidencia científica de los mismos).