Efe, 20 de Diciembre de 2002
El nutricionista y gastrónomo francés Michel Montignac, que acaba de publicar en España un libro sobre los riesgos cardiovasculares en la alimentación, ha asegurado que el azúcar es uno de los enemigos de la salud, agudizado por un consumo creciente que se ha multiplicado por quince en los últimos 300 años.
Montignac, que ya declaró la guerra a la patata en ocasiones anteriores debido a su «débil almidón» que fácilmente se transforma en glucosa, recuerda que «si a principios del siglo XVIII consumíamos medio kilo de azúcar por persona y año, en 1880 eran ya 8 kilos, en 1900 17 kilos, en 1930, 30 kilos y en 2000 la cifra oscila entre los 35 kilos de España o Francia a los 60 de Estados Unidos o los países árabes».
El nutricionista francés justifica su rechazo al azúcar porque «genera mecanismos metabólicos no previstos por nuestra constitución, como el hiperinsulinismo, que resulta clave en la obesidad, la diabetes y las patologías cardiovasculares». Como alternativa, Montignac propone que «en lugar de azúcar (sacarosa), se consuma fructosa, de origen natural, pero en ningún caso los edulcorantes sucedáneos (aspartamo), pues aunque engañan al sentido de sabor, al final frustran al sistema digestivo, que por las órdenes que recibe del hipotálamo cree que tiene que actuar contra un azúcar convencional».
Montignac denuncia las falsas creencias que existen sobre algunos nutrientes, y por ello rehabilita determinados alimentos como el queso, los huevos, el chocolate negro, el vino o el foie gras. El autor, responsable del célebre «Método Montignac» para adelgazar, asegura que su formulación «no hace sufrir al paciente, porque yo no suprimo las grasas de la dieta, que son las que conforman de forma especial el gusto de los alimentos» y se defiende de los regímenes hipocalóricos al decir que «mi método siempre ha tenido una connotación gastronómica».
El método Montignac
Prueba de ello, añade, es que «la mayoría de los cocineros franceses que tienen estrellas Michelin promocionan el Método Montignac». Montignac se dio a conocer con la publicación de dos libros de gran éxito editorial en los que denunciaba el extravío de los hábitos alimenticios contemporáneos, las prácticas perversas de las industrias agroalimentarias y los errores de una dietética convencional que considera «se ha probado irresponsable». A su juicio, «la alimentación y la cocina tradicional es la mejor protección contra las enfermedades propias de nuestra época y el enemigo más eficaz de la obesidad y las afecciones cardiovasculares». Al hablar de calidad alimentaria es inevitable la referencia a los alimentos transgénicos, en los que Montignac ve aspectos positivos y negativos.
«Hasta ahora, la investigación de los transgénicos se ha centrado en la peor dirección: ganar dinero, pero a la larga, cuando se conozca bien su procedimiento, permitirá restituir genéticamente lo destruido en los alimentos durante cientos de años». Es el caso de la patata actual, «muy alejada de los tubérculos que trajo Colón en el siglo XV», proclama Montignac, que sueña con volver un día a la patata original, que «hoy sólo podemos encontrar en unas pequeñas patatas negras muy densas y similares a las castañas que se cultivan en Perú».