- Las mujeres que siguen una dieta durante la primera mitad del embarazo podrían tener, como resultado, hijos varones con problemas de obesidad en la edad adulta. Así se desprende de una investigación realizada por el Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn), publicado recientemente en ‘Plos One Journal’
- Basta con reducir un 20% las calorías en la gestación para probar el efecto
EP, Marzo 2011
El feto tiene memoria a largo plazo. Todo lo que ocurra en el seno del vientre materno tendrá consecuencias en el futuro para el niño o incluso el adulto. De ahí la insistencia de los ginecólogos y pediatras en la necesidad de controlar la alimentación durante el embarazo, que debe ser variada. Pero ¿cuánto debe comer una embarazada? Ni mucho, ni poco, ya que si el sobrepeso no es aconsejable, una dieta baja en calorías tampoco lo es.
El equipo de investigación, dirigido por el profesor Andreu Palou desde la Universidad de les Illes Balears (UIB), ha demostrado que la restricción energética de las ratas gestantes programa la instauración, en la descendencia, de una menor inervación del tejido adiposo por el sistema nervioso simpático, lo que dificultaría la movilización de los depósitos de grasa y facilitaría su acumulación.
Según explica Palou, «la reducción calórica de las madres —no necesariamente severa, sino de sólo un 20 por ciento, es decir, de unas 1.600 kilocalorías trasladado a los seres humanos— produce alteraciones en la regulación hipotalámica del hambre-saciedad y gasto energético en la descendencia».
Modificaciones que se expresan en la edad adulta
Estas alteraciones, que no son aparentes en edades jóvenes, sí se manifiestan a medida que los hijos se desarrollan y llegan a la edad adulta. Aunque en ambos sexos se dan modificaciones metabólicas, se evidencian de forma mucho más clara en los machos.
El estudio se realizó en crías de 12 madres diferentes divididas en dos grupos de seis, sometiendo a uno de ellos a dieta estándar de 3.000 kilocalorías por kilogramo (grupo control) y al otro (grupo de estudio) a una dieta restringida al 20 por ciento desde el día 1 al 12 de gestación, es decir, la primera mitad del embarazo.
Tras el parto, los animales fueron amamantados hasta el día 21 de vida, momento en el que fueron destetados y separados, manteniendo 10 crías por madre. En el día 25 algunos ejemplares de cada grupo fueron sacrificados para su análisis y los restantes fueron alimentados con dieta estándar.
A los 4 meses de edad, los machos que habían sido sometidos a restricción calórica durante el embarazo presentaron mayor peso corporal en comparación con sus respectivos animales de control. Posteriormente, fueron expuestos a un alto contenido en grasas.
La ingesta de alimentos se midió semanalmente hasta los 6 meses, momento en el que los roedores de este grupo también fueron sacrificados. La diferencia entre el grupo control y machos con alimenta ación hipercalórica sobre el peso corporal fue todavía mayor a los 6 meses, después de 2 ingiriendo una dieta de alto contenido graso.
La teoría de la programación fetal
El vientre materno es responsable directo de lo que sucede en el futuro. Una afirmación que sustenta la teoría conocida como Programación Fetal. El concepto refiere una teoría desarrollada en los años 80 por el británico David Barker y que hoy vuelve a tomar fuerza, a raíz de la epidemia de obesidad global y el incremento de las patologías asociadas al exceso de peso.
Para los especialistas del CIBERobn, la programación fetal, con memoria a largo plazo, sugiere una nueva estrategia para la prevención de enfermedades crónicas y debe comenzar por el acceso a una dieta equilibrada en mujeres que están pensando en concebir, evitando la delgadez excesiva o el sobrepeso.
«Cuando o el ambiente intrauterino que es el que provee los nutrientes, no es el adecuado, el feto está obligado a adaptarse a esas condiciones adversas. Y lo hace reduciendo su tamaño o alterando su metabolismo. De este e modo, cuando llega a adulto tendrá una peor respuesta frente a la ingesta excesiva de azúcares y grasas», concluye Palou.
«De alguna manera, el feto que está creciendo recibe la información de la alimentación de la madre y esta queda marcada en sus cromosomas», explica Andreu Palou. Pero ¿por qué una menor ingesta en el embarazo se traduce en adultos obesos? «Porque el feto, en su desarrollo, se adapta a unas condiciones de poca disponibilidad de alimento, con lo que el futuro organismo está más adaptado para guardar energía que para consumirla», responde el especialista. Dicho de otra forma, el metabolismo no quema suficientemente lo que come y la consecuencia natural es la obesidad.