¿Y si quitamos azúcar a las bebidas azucaradas?

  • Una reducción progresiva en la cantidad de azúcar en las bebidas azucaradas podría reducir la cantidad de personas con obesidad

El consumo de bebidas azucaradas incrementa el riesgo de obesidad y de enfermedades relacionadas con ella, como la diabetes tipo 2, las enfermedades cardiovasculares o el cáncer. Los investigadores independientes y los comités de expertos sin conflictos de interés son unánimes al respecto. Por eso el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer aconseja evitar estas bebidas. No obstante, aportar información no es suficiente para disminuir su ingesta. De ahí que científicos del Reino Unido hayan explorado una vía alternativa: reducir su contenido en azúcar. Sus resultados son sorprendentes y a la vez contundentes, como se amplía en el presente artículo.

E. Consumer, Enero de 2016

Consumo al alza de bebidas azucaradas

Hoy por hoy, no cabe duda de que las bebidas azucaradas «no tienen ningún beneficio para la salud», en palabras del doctor Dariush Mozaffarian, uno de los mayores expertos mundiales en nutrición. Sin embargo, reducir su consumo en la población no resulta fácil. Esto es así, en gran medida, por los grandes intereses que hay detrás del comercio de estos productos. Las empresas que las venden utilizan con maestría las llamadas «4 pes del marketing», ampliadas en el texto ‘¿Cómo nos engorda el marketing de alimentos insanos?’, e invierten cada año cerca de mil millones de dólares en publicidad, mucha de la cual llega a los niños. Por tanto, no debe extrañar que en las últimas décadas la ingesta de bebidas azucaradas se haya, como mínimo, duplicado, según detalló el doctor Farley el 11 de octubre de 2012 en la revista New England Journal of Medicine.

Ingeniosa propuesta: reducir su contenido en azúcar

Ante esta situación, sobre todo si se tiene en cuenta que el avance de la obesidad lleva tres décadas sin frenar, resulta de máximo interés considerar los resultados de un estudio recién publicado en la revista The Lancet Diabetes & Endocrinology. El texto, cuya primera firmante es la doctora Yuan Ma, parte de una premisa ya mencionada: es difícil reducir el consumo de bebidas azucaradas en la población «debido al poder publicitario de la industria». Por ello, los científicos han calculado qué efecto ejercería sobre la salud reducir, de manera progresiva y en un periodo de cinco años, el contenido en azúcar de estas bebidas, sin sustituir el azúcar por edulcorantes. Justifican esto último por motivos como el debate no resuelto sobre las consecuencias de estas sustancias sobre el peso corporal o porque pueden generar una preferencia por alimentos muy dulces, lo que empeorará la calidad de la dieta.

Un millón menos de personas con obesidad en el Reino Unido

Para el cálculo se tomó de base la población del Reino Unido y se estimó el efecto de disminuir la cantidad de azúcar en un 40% (reducción de un 8% anual). Sus resultados son impactantes: se podrían evitar 500.000 casos de sobrepeso y un millón de casos de obesidad, solo en ese país. Si esta innovadora y práctica medida se mantuviera durante dos décadas, prevendría, además, cerca de 300.000 casos de diabetes tipo 2, de nuevo únicamente en dicho país.

Para los investigadores, que no declaran conflictos de interés, la estrategia «debería implementarse de inmediato y podría combinarse con otros enfoques, tales como la aplicación de impuestos, para ejercer un efecto más potente».

Propuesta «políticamente correcta»

Los autores justifican que la preferencia hacia los sabores dulces es ajustable y que la disminución de la cantidad de azúcar poco a poco pasaría casi desapercibida por los consumidores. Consiste en una iniciativa similar a la de reducir de forma progresiva el contenido en sal en los alimentos, tal y como comenta el doctor Tim Lobstein en un editorial que acompaña a la investigación. Tanto Lobstein como otros expertos coinciden en que si bien es un cálculo teórico, con sus fortalezas y limitaciones, la propuesta es positiva para los consumidores, los responsables políticos, los servicios de salud y también los fabricantes. En el ámbito anglosajón, se conoce a estas ideas como «win-win» (beneficiosa para todas las partes interesadas).

Estamos ante una estrategia muy interesante, dado que no afectaría ni al coste de estas bebidas ni a sus ventas, lo que significa que la resistencia de la industria alimentaria debería ser mínima. Se puede considerar, en suma, que es una propuesta «políticamente correcta» e incluso «políticamente impecable». Ahora solo falta que las partes interesadas tomen cartas en el asunto, lo antes posible.