Descubre el Túnez más auténtico en los festivales del desierto

El Sahara y los oasis protagonistas en Tozeur y Douz

Por ENRIQUE SANCHO

Palmeras cuajadas de dátiles, tablas de surf volando sobre un lago de sal, construcciones futuristas en medio del desierto, viviendas trogloditas perdidas en la arena… ¿Espejismos? No, son algunas de las sorpresas que el sur de Túnez ofrece al viajero. Y, además, en diciembre, se unen dos de sus más importantes festivales que muestran la cultura, la artesanía, la música, el arte y las destrezas de este pueblo, en las puertas del Sahara.

Ningún espejismo es capaz de generar tantas efímeras bellezas como la pura realidad que puede contemplarse en la zona más profunda de Túnez, allá donde las inmensas arenas siluetean el mayor desierto del mundo, que con sus nueve millones de kilómetros cuadrados es compartido por once países africanos.

El mayor oasis

La capital de este espectacular paisaje es Tozeur, situada en el mayor de los oasis tunecinos y una de las ciudades con más encanto del país, un lugar presidido por la arena y el agua, donde el horizonte desaparece para dejar espacio a tres desiertos entremezclados, el de arena, el erg, donde el viento esculpe incansablemente dunas móviles, el de los chott, serir, de cristales brillantes que devuelven sorprendentes espejismos y el de roca, el hamada, inmensidad pedregosa donde se pierde la mirada. Un mundo por descubrir, para dejarse conquistar o para fundirse con él, en un viaje fuera del tiempo, lleno de sensaciones, donde se mezclan cultura, tradiciones y la hospitalidad se practica como el valor más enraizado y verdadero.

Su palmeral único, regado por más de doscientos manantiales que suministran casi 60 millones de litros por día, y donde se cultivan los mejores dátiles del mundo y su insólita arquitectura de ladrillos compactos de originales dibujos geométricos de origen misterioso, le dan un encanto particular. Aquí se celebra del 26 al 29 de diciembre el Festival Internacional de los Oasis, organizado por el Ministerio de la Cultura y la Salvaguarda del Patrimonio, una fiesta de origen nómada que se remonta a 1938 y en la que actualmente participan diez países invitados, donde no faltan carreras y luchas de camellos y caballos, desfiles, catas y degustaciones culinarias, mesas redondas, exposiciones de pintura, encuentros con artistas locales, proyecciones de cine, obras de teatro, declamación de poemas… e incluso escenificaciones reales de cómo es la vida en los oasis.

Otros festivales

Túnez ofrece varios festivales de distinto tipo cada mes, entre los más conocidos están el de Ulises en la isla de Djerba, el Internacional de Hammamet, con obras de teatro y danzas folclóricas de todo tipo, el de Teatro de Cartago, el de Jazz de Tabarra… Coincidiendo casi en las mismas fechas, y muy cerca de Tozeur, tiene lugar el Festival del Sahara en Douz que este año cumple su primer centenario.

Hay dudas sobre si el nombre de Douz tiene orígenes beréberes, romanos o árabes. En todo caso, lo esencial es que Douz es la puerta del gran Sahara, por la que entraban los viajeros, los nómadas, los colonos y los conquistadores. Douz fue fundada hace decenas de siglos, conociendo sucesivas y diferentes culturas, pero ha sido la civilización árabe-musulmana la que finalmente ha imperado, ya que era una parada obligatoria para los conquistadores árabes en ruta hacia Sbeitla y Kairouan, que continuaban hacia el interior del continente africano. Esta ciudad y las arenas que la rodean son el escenario del llamado Festival del Sahara.

Fundado en 1910 como La Fiesta del Camello, esta fascinante celebración de la cultura beduina sahariana tiene lugar durante cuatro días a finales de diciembre de cada año, este año del 26 al 31, y participan representantes de Túnez, Libia, Argelia y Egipto, que ofrecen muestras de artesanía, música y baile, sin faltar la tradicional danza del vientre, además de pruebas deportivas e impresionantes demostraciones de maestría de caballos y de camellos. El festival cuenta con muchos eventos y espectáculos que están en armonía con la cultura y la vida en el desierto de Túnez.

Rumbo a la aventura

Desde Tozeur y Douz pueden emprenderse numerosas excursiones a cual más apasionante. Una de las inevitables es hacer la ruta que cubre el trayecto entre Tozeur y Kebili. Una llanura blanca, brillante e infinita, interrumpida sólo por la carretera que se pierde en el horizonte, constituye una visión onírica con los cristales de sal formando brillantes reflejos azules, blancos y verdosos. Hasta mediados del siglo XIX este camino era recorrido por las caravanas de esclavos que se dirigían al mercado de Kebili. El lago salado de Chott el-Djerid cubre unos 5.000 km2 y la mayor parte del año está seco, por lo que es posible andar sobre su superficie. Los más osados pueden animarse a utilizar un medio de locomoción mucho más original: velas de windsurf unidas a un curioso cochecito o a una tabla con ruedas en los que volar a 20 kilómetros por hora.

Otro recorrido habitual es el que lleva a los oasis de montaña de Chebika, Tamerza y Midès, casi en la frontera con Argelia. Estas tres poblaciones, construidas originariamente por los romanos como sistema defensivo contra las tribus bárbaras que habitaban en el Sahara y lugares de paso habitual en la ruta de las caravanas, deben su actual aspecto fantasmal a una catástrofe natural. En 1969, fuertes lluvias torrenciales devastaron muchas de las casas de barro construidas sobre las colinas y sus habitantes se desplazaron a las zonas menos elevadas para construir de nuevo sus viviendas en piedra. Hoy el casco viejo de estas poblaciones tiene un aspecto fascinante y un tanto fantasmal, sus callejones deshabitados sólo se ven alterados por pequeñas alimañas y algún que otro vendedor ambulante.

Suele llegarse hasta aquí en vehículos 44,* pero haciendo previamente un breve recorrido en el legendario Lézard Rouge (Lagarto Rojo), un tren de vía estrecha inaugurado por el bey de Túnez en 1899 que llevaba a los principales lavaderos de mineral de fosfato. Atraviesa la garganta de Seldja, de 15 kilómetros de largo. Desde sus vagones de principios del siglo XX con asientos de cuero rojo se contempla un paisaje deslumbrante, un camino espectacular abierto a las leyendas.

Oasis de montaña

El tren, los oasis de montaña y otros lugares de Túnez fueron los decorados elegidos para muchas de las escenas de la película El paciente ingles de Anthony Minghella que consiguió nueve oscars. Aunque otros muchos directores han encontrado en Túnez el escenario ideal para sus historias. Además de la mencionada Guerra de las galaxias y El paciente ingles, por aquí se rodaron En busca del arca perdida, La vida de Brian, Piratas del Caribe, Quo Vadis, Jesús de Nazaret y hasta se logró recrear ambientes japoneses para Madame Butterfly.

En Chebika vale la pena acercarse a su pintoresco manantial con un pequeño palmeral y una cascada alimentada por pequeños arroyos serranos subterráneos. Aquí se cultivan, sorprendentemente, albaricoques, melocotones, granadas, cítricos y plátanos en un terreno totalmente árido. Incluso tabaco a la sombra de las palmeras. Las casas abandonadas y las ruinas de la antigua Tamerza conservan su aspecto misterioso y ofrecen una visión imponente al atardecer. Por la noche se organizan cenas a la luz de miles de velas realmente espectaculares.

Una cena beduina

No se puede abandonar el sur de Túnez sin haber disfrutado la hospitalidad y la originalidad de una cena beduina. Aunque muchas de ellas tienen un cierto tufillo turístico, vale la pena cumplir el rito. Uno de los ingredientes imprescindibles es la harissa, una parta tradicional bereber de guindilla, ajo, tomate concentrado y aceite de oliva, que está presente en todos los platos. Dicen que abre el apetito y que refuerza y desinfecta el organismo, incluido el aparato respiratorio. Se sirve a veces con pequeños pedazos de atún y aceitunas.

El plato tradicional en el desierto es el cordero asado en un cántaro de barro a la manera del sur, que se acompaña con ensaladas de tomate, cebolla, pepino, pimiento y ajo y, naturalmente, con el delicioso Jobz el Mella, pan cocido bajo la arena del desierto. Además puede haber mirmiz -un picante guiso de cordero con judías blancas-,y el kabkabu -otro guiso, con pescado, alcaparras, aceitunas, tomate y cebolla-. Por supuesto de postre dátiles y para rematar la comida, nada como saborear sin prisas un narguile o pipa de agua con tabaco de distintos sabores.

COMO IR

La compañía Tunisair (www.tunisair.com) ofrece vuelos directos desde Madrid a Tozeur al menos hasta finales de marzo de 2010, operando los jueves y domingos lo que permite un estupendo largo fin de semana en el Gran Sur tunecino. Por su parte, Iberojet (en agencia y www.iberojet.es) que copa más de 60% del mercado español a Túnez, propone una escapada de cuatro días, del 26 al 30 de diciembre, incluyendo vuelos, traslados, seguro y alojamiento en buenos hoteles de Tozeur por unos 450 euros por persona.

Más información:

Oficina Nacional de Turismo de Túnez

Alberto Aguilera, 11, 1º C

28015 MADRID

Tel. 91 548 14 35. Fax. 915 48 37 05

info@turismodetunez.com

www.tourismtunisia.com