Azúcar: La última droga legal

Demasiada azúcar no resulta saludable; esto es algo que ya le inculcamos a nuestros hijos. Pero ¿cuánto es “demasiada”? Un grupo de científicos estudió esta cuestión con ratones a los que se administraron dietas ricas en azúcar. Conclusión: ya una pequeña cantidad de azúcar tiene un efecto negativo en los animales.

DocCheckNews, octubre 2013

Según las estadísticas, cada alemán consume un promedio de 34 kg de azúcar por año. Sin embargo, en realidad el cuerpo humano no necesita ningún azúcar añadido, pues es capaz de producir fácilmente azúcar a partir de los carbohidratos. Se cree que el deseo de comer alimentos dulces es innato, pues para empezar la leche materna tiene un gusto muy dulce y en la naturaleza el sabor dulce suele ser una señal de que un alimento no es venenoso. Los alimentos eran escasos para nuestros antepasados, y el azúcar sólo se podía obtener en forma de miel o frutas. Actualmente disponemos de azúcar en abundancia: un negocio millonario para la industria. El azúcar común o sacarosa se compone químicamente de dos partes: glucosa y fructosa.

Azúcar es azúcar

El cuerpo procesa la glucosa con la ayuda de la hormona insulina. Como la fructosa se digiere directamente a través del hígado, durante mucho tiempo se la consideró como la alternativa más saludable. Sin embargo, existen evidencias de que la fructosa promueve la obesidad y favorece el desarrollo de la diabetes. Si se consume demasiada fructosa (que debido a su elevado dulzor se suele añadir a las bebidas gaseosas), el hígado almacena grasa, y entonces incluso los niños pueden desarrollar una esteatosis hepática. La fructosa de la fruta se considera menos perjudicial para el cuerpo, ya que la fibra de las frutas ha de ser digerida y esto impide que el azúcar llegue al hígado demasiado rápidamente. Además, al comer frutas el cuerpo también absorbe importantes vitaminas.

¿Cuánta azúcar es demasiada?

¿Cuánta azúcar puede absorber el cuerpo humano sin enfermar? La Dra. Ina Bergheim, de la Universidad de Hohenheim, cerca de Stuttgart, investiga desde hace años la relación entre el consumo de azúcar y la obesidad infantil. En una entrevista con la WDR, la científica dijo: “Hasta ahora hay pocos o ningún dato que permita determinar cuánto es demasiado. En nuestros estudios hemos encontrado que existen niños con un peso normal que no muestran daños hepáticos ni sufren hipertensión aunque consumen el doble de azúcar que otros niños con sobrepeso.”

¿Es el azúcar un veneno?

Para el profesor Robert Lustig, de la Universidad de California en San Francisco, EEUU, el azúcar es literalmente uno de los problemas sociales más graves. Desde hace años señala que el azúcar no es uno de los problemas en la lucha contra la obesidad y sus consecuencias, sino directamente EL problema. “La mayor parte de la gente, incluyendo a muchos científicos, creen que el azúcar es peligroso solamente porque aporta calorías vacías. Pero nosotros vamos más allá. En nuestra opinión, el azúcar es un veneno similar al alcohol, pues tiene un efecto sobre el metabolismo similar al del alcohol.” Aunque estas declaraciones no están exentas de controversia, cada vez más científicos en los Estados Unidos se muestran críticos con el azúcar. “Si el azúcar produce adicción y está disponible en todas partes, la gente ingerirá azúcar a menos que intervengamos en la sociedad”, afirma el profesor Lustig. El profesor Rainer Spanagel, de la Universidad de Heidelberg, resume en pocas palabras el problema del azúcar: “La civilización ha sobrepasado a la evolución. Porque la evolución no contó con que los seres humanos vivirían algún día en un paraíso, pero esta es nuestra situación, al menos en lo que se refiere a los alimentos.”

También los flacos están en peligro

El azúcar no sólo constituye un problema para los obesos. El equilibrio insulínico también puede sufrir trastornos en las personas delgadas si ingieren demasiada azúcar, como se aprecia en alrededor del 15% de los diabéticos tipo II sin sobrepeso. Las células tumorales también aman el azúcar, algo científicamente indiscutido. Algunos investigadores, como el profesor Lewis Cantley, de la Escuela de Medicina de Harvard, en Boston, incluso llegan a afirmar que el azúcar podría causar cáncer. El científico sospecha que el 30% de los casos de cáncer en Europa y los EEUU podría evitarse con un consumo racional de azúcar. Sin embargo, hasta ahora esto sólo es una conjetura. De lo que sí se está seguro es de que 24 tipos diferentes de cáncer aparecen con mucha mayor frecuencia en diabéticos, afirma Cantley. Y como cada vez más jóvenes sufren de diabetes, el riesgo de cáncer en este grupo de edad aumenta.

¿Qué repercusiones supone un consumo realista de azúcar?

Es bien sabido que el azúcar está relacionado de forma causal con diversas enfermedades. Sin embargo, ¿cuánta azúcar es demasiada? Un grupo de investigadores de la Universidad de Utah en Salt Lake City, EEUU, abordó esta cuestión. Para ello alimentó a la mitad de un grupo de 100 ratones salvajes (que poseen un metabolismo y una conducta naturales) con comida normal y a la otra mitad con comida azucarada. El 25% de las calorías del alimento azucarado provenían de una mezcla de glucosa y fructosa, similar a la que se encuentra en numerosas gaseosas. Trasladado a escala humana, la comida de estos ratones se correspondería con una alimentación sana normal a la que se añaden tres vasos diarios de gaseosa, según explican los investigadores. Una dosis consumida diariamente por alrededor de la cuarta parte de los estadounidenses.

Vida más corta, menor descendencia, poca capacidad para imponerse

A lo largo del estudio, los científicos observaron la conducta, la capacidad reproductiva y la duración de la vida de los roedores. En las hembras, el consumo de azúcar repercutió en la duración de la vida. Después de 32 semanas, el 35% de las que consumían azúcar habían muerto, mientras que en las hembras que se alimentaban normalmente este porcentaje fue del 17%: nada menos que la mitad. En los machos, aunque el azúcar pareció no tener influencia sobre la mortalidad, sí la tuvo sobre su capacidad reproductiva: los machos alimentados con azúcar engendraron alrededor de un 25% menos descendientes que los machos del grupo de control. Su conducta también exhibió diferencias: los machos del grupo del azúcar fueron capaces de obtener un lugar codiciado dentro de la jaula en muy pocas ocasiones.

Discreción en el exterior

Los resultados del estudio, publicados en agosto en la prestigiosa revista “Nature Communications”, se interpretan como sigue: “El azúcar es dañino incluso en las dosis que solemos tomar diariamente, que hasta ahora parecían inofensivas”, dice el Dr. James Ruff, coordinador del estudio. Y quizás lo más aterrador: los animales que consumían azúcar no se diferenciaban exteriormente de los ratones del grupo control, de los que no ingerían azúcar; es decir, no eran más gordos, ni tenían niveles elevados de glucosa en sangre o valores anormales de insulina. Sólo se registraron niveles de colesterol ligeramente elevados.

¿Por qué no se realizan este tipo de investigaciones desde hace tiempo? “Sí que se realizan, pero con dosis de azúcar mucho más elevadas y con ratones criados en el laboratorio, que en adición vivían en un hábitat poco natural”, acentúan los investigadores, que sobre todo estaban interesados en recrear unas condiciones experimentales reales.

Prohibición de azúcar en la ciudad de Nueva York

El azúcar se ha convertido en un serio problema social, tal como se observa en el esfuerzo (hasta ahora infructuoso) realizado por el alcalde de Nueva York para controlar el dulce polvo blanco: el 60% de la población de Nueva York sufre de sobrepeso.
El alcalde Bloomberg se vio obligado a reaccionar y a principios de año intentó prohibir mediante una ley todos los vasos tamaño XXL de gaseosas y café. El volumen máximo permitido para estas bebidas debía ser de 16 onzas (473 ml). Sin embargo, el bienintencionado proyecto de ley no resistió los embates de la industria de bebidas. Aunque también queda todavía por resolver si el tamaño de los envases para bebidas realmente ejerce una influencia mesurable en el estilo de nutrición de la gente.

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