No existe la dieta «Milagrosa»


“No hay fórmulas mágicas para perder peso, huya de ellas”. Así podrían sintetizarse las recomendaciones de las asociaciones de dietistas, endocrinólogos y consumidores, respecto de los regímenes milagrosos que prometen, desde las portadas de revistas y libros, hacernos adelgazar en poco tiempo y sin esfuerzo, con poca base científica y muchos riesgos para la salud.

“Sólo una de cada cinco personas obesas o con sobrepeso acuden a especialistas en nutrición para pedir consejos para mejorar su salud, mientras que el resto optan por seguir las recomendaciones de las ‘dietas milagro’”, según el doctor José Moreiro, de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Universitario Son Dureta, de Palma Mallorca, en las Islas Baleares españolas.

Para Moreiro es necesario que esta gente «busque consejo profesional, que no confíen en los resultados rápidos que prometen las dietas milagro, las cuales generan frustraciones, y que conozcan que un equipo multidisciplinar, coordinado por el médico, es el que ofrece el mejor tratamiento integral para las personas con obesidad y sobrepeso».

Entregarse a las dietas milagro significa jugar con la salud. «En algunos casos se ha tratado la obesidad con fórmulas mágicas que incluso han supuesto muertes. El sistema de prohibir unos alimentos y de satanizar otros, como el azúcar, es un engaño», señala la doctora Susana Monereo, jefe de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario de Getafe, en Madrid.

El efecto yo-yo

En la inmensa mayoría de los casos, el seguimiento de estas dietas supone la recuperación rápida del peso perdido después de que se abandona el régimen, y la ganancia de más kilos de los que se consiguió perder, en el denominado “efecto yo-yo”.

Además, «quien sigue estas dietas, cuando las dejan, vuelven a engordar, en lo que se llama efecto rebote: no sólo engorda lo que ha perdido, sino también un poco más. Cada vez que dejan la dieta van engordando un poco más y así sucesivamente», advierte la doctora Ana María Requejo, catedrática de Nutrición de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid.

Los creadores de estas dietas la dotan de un atractivo componente de novedad para captar a personas que quieren perder peso casi instantáneamente. «Se presentan como algo diferente a lo que había: si antes era la de una fruta, ahora es la de otra. Estas dietas no tienen base científica ni congruencia, pero las acompaña un marketing tremendo», según el doctor Javier Soler, de la Sección de Nutrición del Hospital Gregorio Marañón, en Madrid.

Según los expertos, las personas que se dejan llevar por estos modelos alimentarios se plantean objetivos a corto plazo y poco o nada realistas, que suelen conducirles a un círculo vicioso, en el cual el peso que se pierde se vuelve a recuperar, y la euforia inicial y pasajera, da paso al desánimo y la frustración.

Tipos de dietas «milagro»

Los expertos distinguen varios tipos de dietas milagro, pero todas tienen algo en común: su fundamento es cuestionable, su eficacia es dudosa y sus efectos son potencialmente perjudiciales.

  • Dietas bajas en calorias: Implican un consumo de entre 400 y 1.000 calorías por día, pero -según los médicos- con una alimentación que aporte menos de 1.200 calorías diarias e incluya sólo los alimentos comunes, resulta difícil cubrir la cantidad necesaria de vitaminas y minerales que requiere el organismo.
  • Dietas bajas en carbohidratos: Este tipo de alimentación puede producir mareos y fatiga, riesgo de deshidratación, tasas elevadas de colesterol, triglicéridos y ácido úrico. Además, su escaso aporte de fibra, presente en verduras y hortalizas, frutas y cereales integrales, favorece el estreñimiento.
  • Dietas bajas en grasas: La persona que las sigue corre el riesgo de recibir un aporte insuficiente de ácidos grasos esenciales, vitaminas liposolubles y proteínas. Además, el exceso de fibra vegetal afecta a la absorción de sales minerales, como el hierro y el zinc, y puede provocar trastornos intestinales como diarreas, cólicos abdominales y flatulencias.
  • Monodietas: Fomentan el consumo de un alimento concreto, que en general da nombre a la dieta. Además de aburridas, pueden producir trastornos digestivos y psíquicos, ya que rompen el ritmo alimentario normal.
  • Dietas variopintas: En ellas predomina un macronutriente, por ejemplo las proteínas, grasas o hidratos de carbono, pero la alimentación resultante tiende a ser monótona y poco apetecible. Como consecuencia, la persona reduce la ingestión de comida y disminuye el peso, al bajar el aporte de calorías.
  • Dietas bajas en proteínas: Se pierde peso a expensas de la masa muscular y de la proteína visceral, la cual forma parte de los órganos vitales, como el corazón o los riñones. Además, hace descender la presión arterial y se han dado casos de arritmias cardiacas.
  • Dietas ricas en proteínas: A corto y medio plazo se pierde proteína muscular e incluso visceral, dado que el organismo la emplea como fuente de energía. Con el tiempo, puede conducir a la pérdida del apetito y náuseas, un aumento de la acidez orgánica, a grandes pérdidas de sodio y potasio, con consecuencias cardiacas serias e incluso mortales.
  • Dietas ricas en grasa y colesterol: Al aumentar los niveles de lípidos en la sangre, también aumenta el riesgo de sufrir una enfermedad cardiovascular.
  • Regímenes sin grasa: No permiten aceites, mantequilla, margarina ni cualquier tipo de grasa. Existe riesgo de carencia de ácidos grasos esenciales y las vitaminas liposolubles A, D y E, las cuales emplean las grasas como vehículo.